Como todo matrimonio, Tommy y yo nos ajustamos a nuestra nueva vida, compartiendo todo y decidiendo juntos. Es trabajo diario la convivencia, el edificar y construir nuestra relación, planificando cada paso, cada idea, ha sido un aprendizaje continuo para los dos. Descubrir nuestros límites, y hasta donde se puede llegar sin violentar el espacio personal del otro, es todo un reto, un maravilloso reto que nos ha permitido madurar como matrimonio y como personas. Después del matrimonio yo seguí trabajando en mis proyectos. Empecé a preparar mi disco Arrasando y la gira de conciertos; así como Thalia, el disco en inglés y el sencillo con Fat Joe. Desarrollé mi línea de ropa para una cadena de tiendas, la colección de chocolates con Hershey’s, la colección de anteojos y lentes para sol y puedo decir que todo ello me mantenía muy ocupada. Al fin y al cabo es parte de mi crianza. En mi casa la mayoría de mis hermanas trabaja, era parte de nuestra formación, “Echa pa’lante, no mires atrás”, como dice mi canción; así que seguí haciendo lo que conocía: trabajar, a la par de crecer junto con mi marido que a pesar de que nos llevamos varios años de diferencia, vivimos como en una adolescencia perpetua. Nuestra diferencia de edad era otro punto normal para mí ya que mi mamá se casó con un hombre mayor que ella, y por ende, mis hermanas también. De hecho el más joven de mis cuñados le llevaba a mi hermana diez años, el mas “grandecito” veintidós; por lo que a mí siempre me ha parecido normal tener a mi lado un hombre mayor que yo. Es parte de la historia de las mujeres de mi casa. Elegir al padre de mis hijos siempre había sido un tema que me aterraba. Temía que no fuese lo suficientemente bueno o que no fuera comprometido con sus hijos; me asustaba que algo le pasara y que se muriera al igual que mi papá. Después de unos años de casados pensé que era tiempo de tener un bebé, además mi reloj biológico ya estaba sonando. Cuando empezamos a planificar la llegada del bebé, me di cuenta de que Tommy era tan novato como yo; aun cuando él ya había tenido a sus dos hijos en su primer matrimonio. En realidad lo que pasó fue que se dedicó tan en cuerpo y alma a su carrera durante tantos años, que se perdió los mejores momentos de los primeros años de la vida de sus hijos. Básicamente éramos dos personas platicando y deseando ser padres, ambos con cero experiencia. Desde que el deseo de tener un bebé surgió en mis entrañas, volvieron los pensamientos obsesivos. Temía no estar preparada para semejante reto. Los pensamientos contradictorios me daban vueltas y vueltas en la cabeza. ¿Y si no soy buena mamá?, pensaba, yo no quiero repetir los esquemas de conducta que se dieron en mi casa.… Dudaba: ¿y si Tommy y yo no somos buenos papás?. Una metralleta de ideas locas cruzaban a mil por hora en mi cabeza; lo único que podía pensar era que yo no quería repetir ningún patrón familiar y mucho menos quería que Tommy repitiera lo suyo. Estaba convencida de que ambos teníamos que buscar la forma de darle a nuestros hijos el tiempo necesario para que crecieran felices, seguros de sí mismos y no dejar que el trabajo se impusiera por encima de las necesidades familiares. Nos daríamos a la tarea de encontrar un balance exacto en donde el trabajo no se impusiera a nuestra familia. También me aseguré de ser justa con Tommy y no juzgarlo por su pasado como padre, porque todos los seres humanos cambiamos y tenemos no solo el derecho, sino la habilidad de ser mejores cada día. Él se moría por ser papá nuevamente y eso era lo único que yo tenía que considerar. Apliqué la lección de vivir en el presente, olvidar el pasado y no pensar demasiado en el futuro. En mi presente, ya había encontrado al que sería mi compañero de vida. Tommy era el hombre con quien siempre había soñado estar; el padre que siempre quise darles a mis hijos. Sin embargo, como todo en la vida, las cosas no resultaron exactamente como planeábamos. Cuando por fin decidimos que estábamos listos para concebir, no lo lográbamos. Empezamos a intentarlo desde 2004 y si hay algo de lo que pueda arrepentirme, es de no haber empezado a tratar de tener hijos antes, tan pronto nos casamos pues de verdad me costó mucho embarazarme. Nadie te dice que después de los treinta años la mujer comienza a disminuir su conteo de óvulos saludables para ser fertilizados. Y que después de los treinta y cinco años solo con suerte puedes quedar embarazada. Porque las mujeres nacemos con cierto número de huevos que van muriendo con los años. A esto, súmale el hecho de que la sociedad de hoy día te dice, “Triunfa, realízate profesionalmente primero, que ya luego tendrás tiempo para tener hijos”. ¡Cuántas no caemos en esta trampa y luego miramos hacia atrás lamentándonos porque ya nuestros cuerpos no están tan fuertes para un embarazo! Y, en algunos casos, esto empieza en el hogar, a través de nuestras propias madres y abuelas que no tuvieron más opción que quedarse en la casa pariendo y cuidando niños desde los diecisiete años y al vernos a nosotras que sí tenemos alternativas, nos alientan a que no cometamos el mismo “error” que ellas. En mi caso con un cuerpo ya cansado y trabajado de tanto ir y venir, desvelones, aviones, cambios de horarios, trabajos a marchas forzadas, era añadirle la cereza al pastel. Para Tommy, que yo no quedara embarazada también fue duro. Sobre todo porque no podía evitar pensar que quizás la vida le estaba cobrando el que nunca estuvo presente para Sarah y Michael, sus hijos del primer matrimonio. Los concibió, y son sus hijos, pero en realidad no estuvo con ellos como padre porque estaba demasiado ocupado siendo Tommy Mottola, el empresario de talla global. Se obsesionó con su trabajo y así se le pasaron los días, se le pasó la vida de sus propios hijos. Cuando hemos platicado de este tema, no deja de decirme: “No sabes, Baby, el sufrimiento que me causa el no haber estado con ellos en sus años más importantes; que no estuve ahí, para sostenerlos en sus momentos más vulnerables. Y lo peor, es que ya no puedo regresar la hoja por más que quiera. Trato de ser un mejor padre ahora y ayudarlos en todo; pero ellos, ya me ven como un padre distante”. Yo por mi lado, veo con qué desesperación quiere estar presente en sus vidas, pero el tiempo no se puede regresar y todo lo vivido los ha afectado profundamente a los tres. Yo sentía que al tener un hijo, de alguna manera su presencia les daría a los tres la oportunidad de rescatar su relación como padre e hijos bajo una nueva perspectiva, y sabía que le daría a Tommy una nueva oportunidad de hacerlo bien. Por mi parte, sentía mucha carga al pensar: ¿Para qué esperé tanto en tener hijos? ¡Qué egoísta he sido!. Pero todo tiene su recompensa, y esperar sin desesperar es una virtud muy especial. Mientras nosotros intentábamos y apostábamos por la vida, el destino nos tenía reservada una sorpresa que no solo pondría a prueba nuestro amor de pareja, sino que además comprometería el amor de toda una familia con un suceso que cambiaría radicalmente nuestras vidas. Una vez más, el amor sería la columna vertebral que nos sostendría a lo largo de esta oscura pesadilla y al final de todo, viéndolo con perspectiva, el amor se impuso; el amor triunfó. El amor, con sus lazos compasivos, con su gran paciencia, con su sabiduría, tejió sus redes para rescatarnos y restaurar nuestros corazones que en esos momentos se habían resquebrajado ante la presión tan grande que tuvieron que vivir. De no haber sido así, nos hubiéramos rendido a la primera batalla, en lugar de estar celebrando, día a día, la gran victoria del regalo tan maravilloso que es la vida. |
Как все молодожены, мы с Томми начали налаживать свою новую жизнь, все деля на двоих, и все ser la cereza al pastel – быть в центре внимания |
© Перевод — Вера Голубкова