Thalia - Cada día más fuerte. Libertad. Llegó el amor

Justo cuando terminé la filmación de María la del barrio, terminaba también mi relación con
Fernando Colunga, un noviazgo de telenovela. Les paso el dato a todas sus fans: Fernando es un
caballero en toda la expresión de la palabra: dulce, tierno, divertido y un gran amigo.
Como iba muy seguido a Miami a ver a Emilio Estefan para el proyecto de mi siguiente disco,
desarrollamos una amistad muy sincera. Hubo momentos en los que me sirvió de paño de lágrimas;
además de ser mi productor, se había convertido en uno de mis grandes amigos. Él y Gloria tienen un
matrimonio muy sólido, algo a lo que yo aspiraba. Así que le contaba de mis relaciones y mis
intentos fallidos por encontrar al hombre de mis sueños, a mi príncipe azul. Nuestra relación de
trabajo había trascendido a un plano casi familiar, cuando mi mamá y yo llegábamos a Florida, su
familia nos esperaba siempre con una comida o con una cena.
En una de esas pláticas en las que le contaba de mis asuntos del corazón, me dijo:
—Mi chiquitina… Tú eres una reina y conozco a alguien que es perfecto para ti… Estoy seguro
de que ese es tu rey.
Yo me le quedé viendo con una actitud de, “ni se te ocurra, no quiero saber de nadie”. Sin
embargo Emilio no se dio por vencido y en repetidas ocasiones me volvió a hablar de aquel rey, un
tal Tommy Mottola que era amigo suyo y que también estaba pasando por lo mismo. Yo no tenía ni
idea de quién era ese ser humano, ni me interesaba demasiado averiguarlo a decir verdad. Pero
Emilio no perdía oportunidad de mencionarlo. “Algún día tienen que conocerse e ir a tomarse una
copa al menos. En verdad… son igualitos, ¡como dos gotas de agua!”, me repetía una y otra vez.
Un día indagué un poco más acerca del personaje y Emilio dio más detalles. Me explicó que había
estado casado dos veces, que tenía dos hijos, que era mayor que yo y que vivía en Nueva York. Mis
ojos se abrieron de tal manera que creo que Emilio se turbó… ¿Qué clase de hombre me quería
presentar? Yo, saliendo de todos mis pesares, ¿y él queriendo presentarme a tal complicación? Pero,
como dice un refrán mexicano, “Matrimonio y mortaja, del cielo bajan”. Así que después de más de
un año de que Emilio insistiera con el “tema Mottola”, se dio el primer encuentro.
Yo había viajado a Nueva York porque me habían ofrecido hacer una película independiente. A
mis agentes y a mi mamá les parecía que era una pérdida de tiempo y me habían prohibido hacerlo
porque para ellos no tenía mucho sentido que, de hacer novelas exitosas a nivel internacional, fuera a
Estados Unidos a hacer algo pequeño y de poco presupuesto. Pero yo necesitaba un cambio de aire.
Quería intentar algo distinto y salir un poco de mi rutina y de los estudios de televisión. De esta
forma empaqué y me fui a Nueva York por unos meses. Yo venía de estar un mes yendo a todos los
festivales de música de Francia y España promocionando Amor a la mexicana en todas sus
versiones, había remixes para aventar para arriba, y era la canción del verano en Europa. Como ya
me habían mandado el guión de la película, mientras me encontraba viajando por el viejo mundo lo
ensayé cuantas veces pude y me lo aprendía de memoria fonéticamente, pues era en inglés. Los
productores me habían grabado los parlamentos y esas grabaciones me las mandaron en cassettes,
para que pudiera aprenderme las líneas tal cual las oía, de memoria ya que mi inglés en una escala
del 1 al 10, ¡era un 2!
Terminada mi gira regresé directamente a mi casa en Los Ángeles. Necesitaba unas cuantas
semanas para mejorar el acento y la pronunciación; y de ahí, directo a Nueva York donde pasé tres
meses filmando la película. El ultimo día de grabación, le hablé a Emilio y le dije:
—Mañana es mi día libre. Me voy de compras, al teatro y después me regreso a México. Oye,
Emilio, ¿por qué no le dices a tu amigo, ése del que siempre me hablas, que me llame para salir?
Pero sólo a tomar una copa, ¿okay? Nada de comiditas ni nada. Porque eso de soplarme una cena
entera y aguantar a un tipo que me dé una flojera pavorosa, tú sabes que no es lo mío.
Su euforia llegaba desde el otro lado del teléfono, por fin iba a salirse con la suya; y ni tardo, ni
perezoso, le habló de inmediato a su amigo.
Tiempo después me comentó Tommy que cuando Emilio le habló le dijo:
—Tommy, ¿te acuerdas de mi amiga que he querido presentarte? Una Reina para un Rey, amigo
mío. Está en Manhattan, invítala a salir, espera que le llames.
—Oye Emilio —le respondió de inmediato Tommy—, no estoy en el mejor momento para salir
con nadie… Sólo la invitaré a una copa, ¿okay? Nada de cenitas ni nada.
Él tampoco quería saber nada de nadie.
Hacía mucho frío y estaba nevando, así que enfundada en mi abrigo llegué al lugar. Cuando entré
al restaurante, el maître me guió hasta la barra que se encontraba bajando unas escaleras. El lugar
era muy italiano, con velas en las mesas, lo que lo hacía muy especial. Yo traía un abrigo color
marfil y el cabello largo y suelto, muy a la Marimar, que es mi cabello natural. De todos los hombres
que se encontraban ahí, sobresalía un hombre guapísimo sentado solo en una mesa, con un martini
helado en la mano y, mientras bajaba las escaleras, yo rogaba que fuera él porque desde el primer
instante en que lo vi me atrajo. Según caminaba, el rumbo era hacia el hombre guapo, y fue entonces
que él me sonrió y supe que era Tommy Mottola. Ahora que lo pienso, sabe Dios qué hubiera hecho
si no me hubiese gustado para nada. ¡Menos mal que no fue así!
Esa noche conversamos por horas, realmente no sé ni qué platicamos porque mi inglés no era muy
bueno y solamente hablaba lo más indispensable. Sin embargo él parecía entender todo lo que yo
expresaba; lo que realmente me salvó de mi precario inglés fue la memorización del guión de la
película que acababa de terminar, así que según leía yo su lenguaje corporal, le disparaba con una
que otra frase de la película y parecía que caía como anillo al dedo porque hasta se reía,
indiscutiblemente que esa película independiente tuvo su razón de ser. Todo en él me encantó desde
el primer momento; fue tan galán, tan varonil, tan maduro… No recordaba haber conocido a un
hombre de este calibre. Ahí sentados en esa mesa sin siquiera conocernos, Tommy ya me inspiraba
seguridad, tranquilidad, sentía que podía decir cualquier cosa frente a él y que no se escandalizaría.
Desde el primer momento me di cuenta de que era un hombre de mente abierta y hasta el día de hoy
esa es una de las cosas que más me gustan de él.
Cuando nos despedimos, muy formales los dos y con mucho respeto, me pidió volver a vernos.
Dijo: “So, when do I see you again? (¿Entonces, cuándo te veo nuevamente?)”, y le respondí en tres
palabras: “In one year (En un año)”. El pobre no entendía nada, pensaba que yo no había
comprendido. Entonces repetía: “Cuanto tiempo tu y yo vernos de nuevo?”, en un español masticado
y yo le volví a responder lo mismo: “En un año… In one year”.
Tuve que explicarle como pude que yo tenía un compromiso de grabación en México y que duraría
prácticamente un año. Tenía que retornar a México porque ya había firmado mi contrato para
empezar a grabar Rosalinda. Parecía mentira, pero en realidad yo no estaba exagerando cuando le
decía que no me vería en un año pues me tenía que regresar a México al día siguiente. Pero él no
tenía idea de cómo funcionaba el mundo de las novelas en México y simplemente pensó que me había
confundido y que lo que quería decir era “In one week (En una semana)”. Pobre, se quedó vestido y
alborotado. En ese momento ninguno de los dos vio futuro. Pero como dicen los americanos, “when
there’s a will, there’s a way” (¡querer es poder!). Regresé a mi país y estuve encerrada en los
estudios año y medio, pero ni siquiera eso pudo evitar que nos enamorásemos.
Si para mí no hay imposibles, pues me encontré a otro que tampoco los tiene. Cuando llegué a mi
casa parecía una floristería: estaba llena de arreglos florales, con tarjetas que decían “fue un placer
conocerte”, “espero verte pronto”, y todas firmadas por Tommy Mottola.
En una de las llamadas para agradecerle tanta belleza floral, él me había mencionado que se iba a
ir a la isla caribeña de St. Barts un par de semanas a pasar unas vacaciones en un yate. Entonces se
me ocurrió mandarle un detalle para el viaje: le compré unos lentes para el sol maravillosos y una
bellísima bata de baño. Fui donde un amigo que tenía una maquiladora, le mandé quitar la etiqueta
original y le mandé hacer una con su nombre. Además hice que en el bolsillo delantero le bordaran
sus iniciales. Ambos presentes se los envié a su oficina con una nota que decía: Esta bata es para
que te cubras del frío cuando salgas del mar, y estos lentes son para que cuiden tus ojos de los
rayos del sol. Tiempo después me comentó que para él fue algo tan “shoqueante” porque nadie nunca
se había preocupado por él, siempre había sido él quién daba, daba, daba, y nunca nadie había
pensado si al salir del mar tendría frío, o si necesitaría proteger sus ojos de los rayos del sol: “Ahí,
baby”, me dijo, “me ganaste el corazón”.

⁴⁹ независимое кино – это профессиональные художественные фильмы, которые производятся в значительной или полной мере вне системы основных киностудий.

ni tardo ni perezoso – ни медля ни секунды, не теряя времени даром, не откладывая дела в долгий ящик.

quedarse vestido y alborotado – досл: брошенный у алтаря, это выражение используется, если кто-то не приходит на встречу или нарушает договор

⁵⁰ макиладора – американское сборочное предприятие в Мексике, расположенное, как правило, в непосредственной близости от американо-мексиканской границы.