Parte 1. SI NO ES AHORA CUÁNDO6. LA VIDA EN CASA |
Часть 1. Если не сейчас, то когдаГлава 6. Жизнь в доме |
Es el día de la madre. Ayer me fui al centro de Madrid con una lista de cosas que quería comprar: Blusa. Vestido corto. Camiseta de tirantes: una o dos. Pantalones. Gel exfoliante. Champú. Crema anticelulítica. Un regalo para mamá y otro para la abuela. ¡Obligatorio! Cuando volví a casa llevaba cuatro bolsas con: una camiseta de tirantes negra, como la mayoría de las que ya tengo; una cazadora de manga corta un poco chandalera que no voy a ponerme nunca; un vestido rojo que llevo puesto ahora; un gel que me reseca la piel pero huele de puta madre, como a vainilla; un champú que también huele como a vainilla. Para mi madre y para mi abuela: nada. Así que esta mañana me he levantado y me he ido a comprar una falda y una chaqueta de lino para mi madre. La talla la he pillado a ojo, pero estoy tranquila, porque todo le queda bien y, si no, me pedirá el tique para cambiarlo y tan campantes, aunque sea un regalo, ella no tiene problema para eso. En realidad, no tiene problemas para casi nada, es una mujer bastante feliz. Y además, está delgada, que debe de ser uno de los hits de la felicidad. Porque una cosa es estar bien y otra estar flaca. Estar flaca significa ponerte tranquilamente unos shorts y sentarte en una silla sin pensar que se te van a espachurrar los muslos contra el asiento, significa ir a probarte unos vaqueros y no tener que pedir a la dependienta cinco modelos distintos, significa poder comprarte tangas y, sobre todo, culottes y saber que no se van a quedar arrinconados en el fondo del cajón de la ropa interior. Estar delgada es todo eso y más, así que yo me he pasado toda la vida a dieta. No recuerdo ni un solo día en el que no haya estado, más o menos, a régimen. Dicho de otra manera: no recuerdo un solo día en el que me haya puesto a comer y a comer todo lo que me apeteciera sin sentirme culpable y sin pensar cuántos días iba a tardar en adelgazarlo. Toda la vida con la teoría de la compensación: del chocolate a la lechuga. A mí la lechuga no me gusta mucho, no le encuentro la gracia por ningún lado y nunca tengo en casa, aunque últimamente en casa no tengo de nada. Yo siempre había creído que el día en el que no hubiera zumo de naranja me daría un ataque, porque yo necesito levantarme y desayunar, si no desayuno no soy nadie, así que pensaba: «¿Te imaginas que un día me levanto y no hay zumo?» Porque hace unos cuantos meses que en mi nevera no hay cosas ricas, hace tiempo que no es una nevera de esas que las abres y no sabes qué escoger porque hay de todo, desde queso para untar hasta natillas (¡Natillas! Debe de hacer diez años que no las compro). Pues eso, que hace tiempo que mi nevera no tiene de casi nada, pero siempre tiene zumo. Y resulta que hace unas semanas, abro y no hay. Miré en el armario por si acaso hubiera un tetrabrik escondido allí, y tampoco. Me sentí una desdichada. Pensé: «Jo, soy un desastre, para una cosa que necesito por las mañanas…» Pero a los tres días lo que me faltaba era la leche. No había. Con lo lechera que he sido yo. Volver por la noche de marcha y tomarte un vaso de leche fría a pelo. Mmmmm. Qué placer. O un día que te apetece con colacao para comerte los grumos a cucharadas. O ese día que te duele la garganta y metes en el microondas un vaso de leche con miel, aunque no te guste la miel, sólo por esa sensación de remedio casero… La leche significa que el mundo no está del todo acabado. La leche significa que en cualquier momento llama un vecino a la puerta y, si está bueno, o por lo menos te cae bien, puedes invitarle a un café y echarte un cigarrito con él. Incluso puedes tomarte el café tú sola y sentir que la vida es bonita, como en los anuncios: una vida de instantes mientras suena Carla Bruni. Así que cuando supe que no quedaba leche, pensé que el ataque que no me había dado con el zumo iba a darme con la leche. Pero pasaron dos días más y lo que no quedaba era papel higiénico. Llegué tarde porque venía de tomarme unas copas, y tuve que limpiarme con un kleenex en mi propio baño como en cualquier bar, y estuve toda la noche pensando que aquello sí que era la soledad absoluta, que nadie pueda venir a tu casa porque no hay con qué limpiarse el culo. Muy triste. Menos mal que ya pasó. Ayer, cuando estaba de compras con mi primera lista, llamé a mi amigo Alvar para que tomáramos algo y estuvimos hablando de chorradas. Dijo que qué bien que al día siguiente fuera domingo. Le dije que qué decía, que todo el mundo sabía que los domingos eran una mierda y que habría que borrarlos del mapa. «¿Qué dices? ¡A mí me encantan! Son lo mejor, tía, yo estoy deseando que lleguen para ponerme en el sofá con mi chico y mi manta, encender la tele y tirarme así toda la tarde. Cuando me quiero dar cuenta, tengo la mesa atiborrada de cosas, que si dos latas de coca-cola y una cerveza, una taza de café, la caja de los donetes, la bolsa con las cortezas, el plato de las aceitunas… Los domingos son maravillosos para eso, para inflarte a comer guarradas.» Yo lo miré y pensé: «¡Qué jodío, tú que puedes!» Y hoy, después de la comida familiar para celebrar el día de la madre, me he venido a casa a ver una película, he leído por encima la prensa y estoy enchufada a un programa nuevo de viajes en el que no paran de gritar y de mover la cámara. Lo quiero quitar, pero no puedo apagar la tele ni hacer ninguna otra cosa porque estoy paralizada por el aburrimiento. Éste es el primer capítulo en el que no te cito. Si quisiera, podría borrar esta última frase y así desaparecerías de verdad. |
Сегодня день матери. Вчера я была в центре Мадрида со списком вещей, которые хотела Карла Бруни-Саркози – итало-французская фотомодель и певица |