Torquemada en la cruz

Benito Pérez Galdós

Торквемада на кресте

Перевод М. Абезгауз

I

Levantábase Cruz del Águila al amanecer de Dios, y comúnmente se despertaba un par de horas antes de dejar el lecho, quedándose en una especie de éxtasis económico, discurriendo sobre las dificultades del día, y sobre la manera de vencerlas o sortearlas. Contaba una y otra vez sus escasos recursos, persiguiendo el problema insoluble de hacer de dos tres y de cuatro cinco, y a fuerza de revolver en su caldeado cerebro las fórmulas económicas, lograba dar realidad a lo inverosímil, y hacer posible lo imposible. Con estos cálculos entremezclaba rezos modulados maquinalmente, y las sílabas de oraciones se refundían en sílabas de cuentas... Su mente volvíase de cara a la Virgen, y se encontraba con el tendero. Por fin, la voluntad poderosa [136] ponía término al balance previo del día, todo fatigas, cálculos y súplicas a la divinidad, porque era forzoso descender al campo de batalla, a la lucha con el destino en el terreno práctico, erizado de rocas, y cortado por insondables abismos.
     Y no sólo era general en jefe en aquella descomunal guerra, sino el primero y el más bravo de los soldados. Empezaba el día, y con el día el combate; y así habían transcurrido años, sin que desmayara aquella firme voluntad. Midiendo el plazo, larguísimo ya, de su atroz sufrimiento, se maravillaba la ilustre señora de su indomable valor, y concluía por afirmar la infinita resistencia del alma humana para el padecer. El cuerpo sucumbe pronto al dolor físico, el alma intrépida no se da por vencida, y aguanta el mal en presiones increíbles.
     Era Cruz el jefe de la familia con autoridad irrecusable; suya la mayor gloria de aquella campaña heroica, cuyos laureles cosechara en otra vida de reparación y justicia; suya también la responsabilidad de un desastre, si la familia sucumbía, devorada por la miseria. Obedecíanla ciegamente sus hermanos, y la veneraban, viendo en ella un ser superior, algo como el Moisés que les llevaba al través del desierto, entre mil horrendas privaciones [137] y amarguras, con la esperanza de pisar al fin un suelo fértil y hospitalario. Lo que Cruz determinaba, fuese lo que fuese, era como artículo de fe para los dos hermanos. Esta sumisión facilitaba el trabajo de la primogénita, que en los momentos de peligro, maniobraba libremente, sin cuidarse de la opinión inferior, pues si ella hubiera dicho un día: «no puedo más; arrojémonos los tres abrazaditos por la ventana», se habrían arrojado sin vacilar.
     El uso de sus facultades en empeños tan difíciles, repetidos un día y otro, escuela fue del natural ingenio de Cruz del Águila, y este se le fue sutilizando y afinando en términos, que todos los grandes talentos que han ilustrado a la humanidad en el gobierno de las naciones, eran niños de teta comparados con ella. Porque aquello era gobernar, lo demás es música: era hacer milagros, porque milagro es vivir sin recursos; milagro mayor cubrir decorosamente todas las apariencias, cuando en realidad, bajo aquella costra de pobreza digna, se extendía la llaga de una indigencia lacerante, horrible, desesperada. Por todo lo cual, si en este mundo se dieran diplomas de heroísmo, y se repartieran con justicia títulos de eminencia en el gobernar, el primer título de gran ministra y el diploma [138] de heroína, debían ser para aquella hormiga sublime.
     Cuando se hundió la casa del Águila, los restos del naufragio permitieron una vida tolerable por espacio de dos años. La repentina orfandad puso a Cruz al frente de la corta familia, y como los desastres se sucedían sin interrupción, al modo de golpes de maza dados en la cabeza por una Providencia implacable, llegó a familiarizarse con la desdicha; no esperaba bienes; veía siempre delante la cáfila de males aguardando su turno para acercarse con espantosa cara. La pérdida de toda la propiedad inmueble, la afectó poco: era cosa prevista. Las humillaciones, los desagradables rozamientos con parientes próximos y lejanos, también encontraron su corazón encallecido. Pero la enfermedad y ceguera de Rafael, a quien adoraba, la hizo tambalear. Aquello era más fuerte que su carácter, endurecido y templado ya como el acero. Tragaba con insensible paladar hieles sin fin. Para combatir la terrible dolencia, realizó empresas de heroína, en cuyo ser se confundieran la mujer y la leona; y cuando se hubo perdido toda esperanza, no se murió de pena, y advirtió en su alma durezas de diamante que le permitían afrontar presiones superiores a cuanto imaginarse puede. [139]
     Siguió a la época de la ceguera otra en que la escasez fue tomando carácter grave. Pero no se había llegado aún a lo indecoroso; y además el leal y consecuente amigo de la familia, les ayudaba a sortear el tremendo oleaje. La venta de un título, único resto de la fortuna del Águila, y de varios objetos de reconocida superfluidad, permitioles vivir malamente; pero ello es que vivían, y aun hubo noche en que, al recogerse después de rudos trabajos, las dos hermanas estaban alegres, y daban gracias a Dios por la ventura relativa que les deparaba. Esta fue la época que podríamos llamar de doña Lupe, porque en ella hicieron conocimiento con la insigne prestamista, que si empezó echándoles la cuerda al cuello, después, a medida que fue conociéndolas, aflojó, compadecida de aquella destronada realeza. De los tratos usurarios se pasó al favor benigno, y de aquí, por natural pendiente, a una amistad sincera, pues doña Lupe sabía distinguir. Para que no se desmintiera el perverso sino que hacía de la existencia de las señoras del Águila un tejido de infortunios, cuando la amistad de doña Lupe anunciaba algún fruto de bienandanza, la pobre señora hizo la gracia de morirse. Creeríase que lo había hecho a propósito, por fastidiar. [140]
     ¡Y en qué mala ocasión le dio a la de los pavos la humorada de marcharse al otro mundo! Cuando su enfermedad empezó a presentar síntomas graves, las Águilas entraban en lo que Torquemada, metido a hombre fino, habría llamado el periodo álgido de la pobreza. Hasta allí habían ido viviendo con mil estrecheces, careciendo no sólo de lo superfluo en que se habían criado, sino de lo indispensable en que se crían grandes y chicos. Vivían mal, aunque sin ruborizarse, porque se comían lo suyo; pero ya se planteaba el dilema terrible de morir de inanición o de comer lo ajeno. Ya era llegado el caso de mirar al cielo, por si caía algún maná que se hubiera quedado en el camino desde el tiempo de los hebreos, o de implorar la caridad pública en la forma menos bochornosa. Si se ha de decir la verdad, este período de suprema angustia se inició un año antes; pero el leal amigo de la casa, D. José Donoso, lo contuvo, o lo disimuló con donativos ingeniosamente disfrazados. Para las señoras, las cantidades que de las manos de aquel hombre sin par recibían, eran producto de la enajenación de una carga de justicia; mas no había tal carga de justicia enajenada, ni cosa que lo valiera. Descubriolo al fin Crucita, y su consternación no puede expresarse con palabras. No se dio [141] por entendida con D. José, comprendiendo que este le agradecería el silencio.
     Habría seguido el buen Donoso practicando la caridad de tapadillo, si humanamente tuviera medios hábiles para ello. Pero también había empezado a gemir bajo el yugo de un adverso destino. No tenía hijos; pero sí esposa, la cual era, sin género alguno de duda, la mujer más enferma de la creación. En el largo inventario de dolencias que afligen a la mísera humanidad, ninguna se ha conocido que ella no tuviera metida en su pobre cuerpo, ni en este había parte alguna que no fuese un caso patológico digno de que vinieran a estudiarlo todos los facultativos del mundo. Más que una enferma, era la buena señora una escuela de medicina. Los nervios, el estómago, la cabeza, las extremidades, el corazón, el hígado, los ojos, el cuero cabelludo, todo en aquella infeliz mártir estaba como en revolución. Con tantos alifafes, por indefinido tiempo sufridos sin que se vieran señales de remedio, la señora de Donoso llegó a formarse un carácter especial de persona soberanamente enferma, orgullosa de su mala salud. De tal modo creía ejercer el monopolio del sufrimiento físico, que trinaba cuando le decían que pudiera existir alguien tan enfermo como ella. Y si se hablaba de tal persona [142] que padecía tal dolor o molestia, ella, no queriendo ser menos que nadie, se declaraba atacada de lo mismo, pero en un grado superior. Hablar de sus dolencias, describirlas con morosa prolijidad, cual si se deleitara con su propio sufrimiento, era para ella un desahogo que fácilmente le perdonaban cuantos tenían la desdicha de oírla; y los de la familia le daban cuerda para que se despotricara, con aquel dejo vago de voluptuosidad que ponía en el relato de sus punzadas, angustias, bascas, insomnios, calambres y retortijones. Su esposo, que la quería entrañablemente y que ya llevaba cuarenta años de ver en su casa aquella recopilación de toda la Patología interna, desde los tiempos de Galeno hasta nuestros días, concluyó por asimilarse el orgullo hipocrático de su doliente mitad, y no le hacía maldita gracia que se hablase de padecimientos no conocidos de su Justa, o que a los de su Justa remotamente se pareciesen.

I

Крус дель Агила обычно просыпалась задолго до рассвета, но прежде чем подняться с постели, лежала часок-другой неподвижно: со всех сторон обступали ее хозяйственные размышления и заботы. Как побороть трудности наступающего дня или как избежать их? Она считала и пересчитывала свои скудные средства в надежде — вопреки всем правилам арифметики — приравнять два к трем, а четыре — к пяти. Воспаленный мозг ее подвергал бесконечным преобразованиям подобные неравенства, пока невозможное не становилось возможным, а неразрешимая задача—разрешимой. Крус машинально примешивала к расчетам обрывки молитв, но набожные слова тонули в рядах неумолимых чисел. Она взывала к богородице, а оказывалась лицом к лицу с торгашом. В конце концов, сеньора усилием воли стирала в своем мозгу предварительный набросок дневных дел, утомительных, мелочных, доводящих до отчаяния: пора было выходить на битву с судьбой в открытое поле практических действий, каменистое, суровое поле, изрезанное непроходимыми оврагами.
В этом неравном, ежедневно возобновлявшемся бою Крус была не только главнокомандующим, но и первым, самым отважным солдатом. Так протекли годы, и ни разу ее воля не дрогнула. Окидывая взором безмерность своих жестоких страданий, она дивилась собственной доблести и стойкости души человеческой. Тело быстро сдается под напором физических мучений, но бесстрашная душа не признает себя побежденной, терпеливо сносит все испытания и противостоит невообразимому натиску бедствий...
Крус единодушно была признана главой семьи; если героическая борьба завершится победой — ей венец славы, ей лавры покоя и восторжествовавшей справедливости. Но на нее же ляжет и ответственность за поражение, если семья падет жертвой нищеты. Брат и сестра слепо повиновались Крус, чтили ее как высшее существо, как своего рода Моисея, что ведет их по пустыне лишений, сквозь море бед и невзгод к земле обетованной. Решения Крус, каковы бы они ни были, принимались младшими точно заповеди господни. Их покорность облегчала тяжкое бремя сеньоры; в минуты опасности она действовала на свой страх и риск, и скажи она в один прекрасный день Фиделе и Рафаэлю: «Сил моих больше нет, бросимся в окно все трое!» — они выпрыгнули бы вслед за ней, не задумываясь.
В школе житейского опыта изо дня в день развивались природные способности Крус, а ум ее отточился настолько, что все великие мужи, стяжавшие славу своим скипетром, показались бы грудными младенцами в сравнении с нею. Вот что называется управлять, а все прочее — пустой звук! Управлять — значит творить чудеса: ведь жить без средств — это чудо. Еще большее чудо — соблюдать видимость приличий, скрывая под струпом достойной бедности разъедающую язву отчаянной нищеты. И если бы в сем мире давались удостоверения в героизме и по справедливости распределялись награды за мудрое правление, то звание выдающейся правительницы и первое отличие героини по достоинству принадлежали бы нашей неутомимой труженице.
Когда дом дель Агила потонул в пучине бедствий, обломки кораблекрушения позволили семье еще два года вести сносную жизнь. Старшая сестра возглавила маленький отряд; ее воля .закалилась под ударами судьбы, которые сыпались на головы сирот непрерывно, словно неумолимое провидение без устали обрушивало на них свою карающую длань. Крус не ждала от жизни никаких благ и всегда помнила о бедах, готовых в любую минуту появиться на пороге. Поэтому потеря всей недвижимости не слишком ее потрясла. Грудью встретила она унижения, отвратительные пререкания с ближней и дальней родней. Лишь болезнь и слепота ее драгоценного Рафаэля нанесли бедняжке глубокую рану. Хотя она уже научилась не морщась глотать самые горькие пилюли, однако этот удар оказался непосильным даже для ее закаленной воли. Преданная сестра вложила в сражение с коварным недугом весь свой героизм, героизм львицы и любящей женщины, а когда рухнула последняя надежда, не отчаялась, но обрела в своей душе твердый алмаз мужества, выдержав нечеловеческую тяжесть новых испытаний.
Нужда становилась все ощутимее, хотя сестрам еще удавалось скрывать ее; как мы уже знаем, верный друг спасал семью от грозно рокочущего прибоя лишений. Продажа титула — последнего осколка фамильного достояния — да кое-каких предметов роскоши позволила им с грехом пополам существовать еще некоторое время. Так или иначе жизнь продолжалась, и по вечерам, после черной дневной работы, повеселевшие сестры благодарили бога за крохи счастья. Промежуток времени, последовавший за слепотой Рафаэля, может быть назван в летописях «эпохой доньи Лупе»: именно тогда дель Агила познакомились с прославленной процентщицей, которая вначале захлестнула им петлю вокруг шеи, но, тронутая зрелищем повергнутого во прах благородного дома, чем ближе узнавала их, тем охотнее ослабляла веревку. От ростовщических сделок она перешла к благожелательному покровительству, из которого затем сама собой выросла искренняя дружба, ибо донья Лупе знала толк в людях. Но злой рок, неумолимо ткавший погибель сестрам, лишил их доньи Лупе, едва стали ощутимыми плоды этой дружбы: добрая сеньора умерла. Словно все сговорилось против несчастных!
И как же некстати взбрело в голову Индюшатнице отправиться на тот свет! Когда болезнь ее приняла дурной оборот, семья дель Агила подходила — как сказал бы на своем новом, утонченном языке Торквемада — к последней черте бедности.
До сих пор сироты жили, стесняя себя во всем, лишенные не только достатка, к которому привыкли с детства, но порой и самого насущного, без чего уже невозможно обходиться человеку. Да, жили скудно, но не краснея, потому что ели свой кусок хлеба. Теперь же они стояли перед выбором: либо умереть с голоду, либо есть хлеб чужой. Что им оставалось? С мольбой взирать на небо — не осталось ли там с библейских времен немного манны — или взывать к общественному призрению в наимег нее унизительной форме... По правде говоря, такая крайность наметилась уже с год тому назад, но верный друг дома дон Хосе Доносо задержал наступление скорбных времен, или, вернее, смягчил его искусно замаскированными подаяниями. Деньги, которые получали сеньоры из рук этого несравненного человека, если верить ему, составляли возмещение за отказ от части предъявленных претензий; на самом деле никаких сумм в счет иска не поступало и ждать их было решительно неоткуда. Трудно передать словами, как расстроилась Крус, обнаружив в конце концов обман. Впрочем, она и виду не подала дону Хосе, понимая и ценя его доброту.
Добряк Доносо безусловно продолжал бы свою тайную благотворительность, ежели бы ему позволяли средства. Но к тому времени на беднягу также посыпались удары враждебного рока. Всевышний не обременил его детьми, но зато жена его была, вне всякого сомнения, самой больной женщиной на свете. В длинном перечне болезней, осаждающих немощное человечество, навряд ли нашлась бы хоть одна, пощадившая страдалицу. Ее бренное тело являло в каждом своем органе патологические отклонения, достойные внимания самых опытных эскулапов: не больная, а наглядное пособие по медицине! Желудок, печень, нервная система, сердце, голова и конечности, глаза, кожа — все в этой злополучной мученице постоянно бунтовало и отказывалось служить. Хвори ее длились бесконечно, без малейшего намека на улучшение, и сеньора Доносо, войдя в роль безнадежно больной, даже загордилась. Она твердо уверовала, что лишь одна она познала все земные недуги, и даже гневалась, если кто-либо полагал возможным существование второй подобной страдалицы. О какой бы болезни ни заходила при ней речь, сеньора Доносо немедленно обнаруживала у себя тот же недуг, но только в более тяжелой форме. Говорить о своих немощах, расписывая мельчайшие подробности, смаковать собственные страдания стало для нее отрадой. Те, кто имел несчастье слушать сеньору, обыкновенно охотно прощали ей эту слабость. А домашние даже сами наводили ее на излюбленную тему, чтобы бедняжка могла всласть порассказать о коликах, боли под ложечкой, изжоге, бессоннице, спазмах и схватках в кишечнике. Дон Хосе сердечно любил супругу и так как на протяжении сорока лет неизменно видел в доме эту энциклопедию внутренних болезней со времен Галена до наших дней, то и сам заразился гиппократовой гордыней своей страждущей половины; не приведи бог заговорить при нем о мучениях, не испытанных его Хустой или хотя бы отдаленно схожих с ее терзаниями!

 


Capítulos 1 / 2 / 3 / 4 / 5 / 6 / 7 / 8 / 9 / 10 / 11 / 12 / 13 / 14 / 15 / 16 / 17 / 18 / 19 / 20 / 21 / 22 / 23 / 24 / 25 / 26 / 27 / 28 / 29 / 30 / 31 / 32