Si aquella película pretendía hacer reír a los espectadores, conmigo no había conseguido su propósito. Debía de ser la única. Pero no podía culpar ni al director, ni a los actores. Tras haber escuchado hablar a Paul sobre los homosexuales, lo que menos me apetecía era reírme a su lado. —Qué risa. Me ha gustado mucho —indicó mi hermana, ya fuera del cine—. ¿Has entendido todos los chistes? —¡Claro! —respondió convencido su novio—. Bueno, casi todos. —¡Pobre! No te preocupes, que de aquí a un par de meses comprenderás completamente el humor español. Y tras darle un beso en la boca, Gadea se agarró a su cintura para caminar más pegados. Me dio rabia aquel beso. Ese y todos los que vinieron después. La imagen que tenía de él había cambiado por completo. Ya ni me hacía gracia, ni lo veía simpático. Hasta me dejó de parecer guapo. Me molestaba muchísimo que fuera el novio de mi hermana. Pero no podía decirle nada. Por lo menos, no en ese momento. No sabía qué hacer. —¿A ti te ha gustado la película, Meri? —me preguntó Paul. —Bueno..., no ha estado mal. —No te he visto reírte casi nada —insistió él. —No es un tipo de cine que me apasione. —La próxima vez iremos a ver una de asesinatos. No habría una próxima vez con aquel idiota, lo tenía claro. Su forma de pensar no podía tolerarla de ninguna manera. Sin embargo, mi hermana se había enamorado de él. ¿Debía advertirla o dejar que ella misma se diera cuenta? Le di muchas vueltas mientras regresábamos. Estaba tan pendiente de aquel asunto que se me olvidó por completo llamar a Laura. En cambio, ella se encargó de recordármelo muy pronto. Cuando mi teléfono sonó y vi su nombre iluminado en la pantalla, me vino a la cabeza rápidamente la promesa que le hice de llamarla en cuanto acabara la película. —Lo siento —fue lo primero que dije al descolgar—. Lo siento muchísimo. Retrocedí unos cuantos pasos y me separé de mi hermana y de Paul para poder hablar tranquilamente con ella. —Ya te vale, ojos bonitos. Ya te vale —dijo regañándome—. Ciento y un minutos esperando. —¿Ciento y un minutos? —Sí, lo que dura la película. O eso es lo que dice en la página de Fotogramas. Hasta he puesto un cronómetro en marcha y una alarma. Te he dado unos minutos extra por si os habían puesto demasiados tráileres y se había retrasado el comienzo. No sé si iba en serio o no con lo de la alarma y el cronómetro. La veía capaz ~ 76 ~ de eso y más. El caso es que se me había pasado otra vez llamarla. Le debía una. —Te lo compensaré. —¿Sí? ¿Cómo? —Pues... no sé. Deja que lo piense esta noche. —¿No vas a decirme que te pida un deseo? —Yo no soy como tú —señalé sonriendo—. Si te ofreciera un deseo, seguro que me pedirías algo inmoral. Laura soltó una gran carcajada. Incluso tuve que apartar un poco el auricular del oído de lo fuerte que se estaba riendo. —Tienes razón. Mi petición sería totalmente inmoral. —Ya te voy conociendo. —Sabes que puedes conocerme más cuando tú quieras. Muchísimo más. Tragué saliva y resoplé. ¡Me estaba tirando los tejos descaradamente! ¡A mí! Fue tal el desconcierto que no supe qué responderle. Además, Gadea y Paul habían ralentizado su marcha y parecían caminar más lentos a propósito para esperarme. —Laura, me encantaría hablar contigo un rato, pero... —Te tienes que marchar con tu hermana y su novio. —Exactamente. —¿Vais a cenar juntos? —No lo sé. No me apetecía cenar con ellos. No quería compartir más tiempo ni más espacio con Paul. Lo único que quería era llegar a casa y encerrarme en mi habitación a descansar. Tumbarme y olvidarme de todo durante unas cuantas horas. —Está bien. No te voy a presionar más —dijo calmada—. Te iba a invitar a cenar, pero no creo que quieras. Así que por hoy... te desharás de mí. Nos vemos mañana en el instituto. Irás, ¿verdad? —Sí, no puedo faltar más. —Pues te veo mañana en clase. —Muy bien, Laura. Mañana nos vemos en... —al mencionar Laura el instituto y la clase, rápidamente, recordé que... ¡Había quedado con Valeria para lo de la prueba de embarazo! Eran más de las diez de la noche y lo que menos me apetecía en ese momento era ir a la casa de mi hermanastra a ver qué le decía el Predictor. Pero no me quedaba otro remedio. —¿Estás bien, ojos bonitos? —Sí, sí. Sólo que he recordado que tengo que hacer algo antes de irme a dormir. —Siempre pensando en los estudios... Qué responsable eres. —No puedo evitarlo —señalé sin más—. Mañana nos vemos, Laura. Que descanses. —Sueña con algo bonito. Hasta mañana. —Hasta mañana. Colgué y corrí inmediatamente hasta donde estaban mi hermana y Paul. Aquel ~ 77 ~ día estaba siendo una auténtica locura. Y todavía no había terminado. Faltaba el último capítulo. —¿Todo bien, Meri? —me preguntó Gadea, al verme nerviosa y acelerada. —Sí. Pero tengo que ir a casa de Val a recoger una cosa. —¿A estas horas? —Sí. Es que... son deberes del instituto para mañana —mentí. —Entonces, ¿no cenas con nosotros? Vamos a ir al Foster’s Hollywood. —Id vosotros. Yo os veo más tarde en casa. —Me da miedo que vayas sola de noche —comentó Gadea preocupada—. Te acompañamos. —No, no os preocupéis. Estoy acostumbrada. La casa de Valeria no está lejos. Y todavía hay mucha gente en la calle. Luego, le pediré a papá que me lleve en coche de regreso. Trataba de mirar únicamente a mi hermana cuando hablaba. Intentaba ignorar a Paul, no darle ninguna oportunidad para que nuestras miradas coincidieran. Si eso sucedía, tenía miedo de que se me notara el desprecio que me provocaba. —Vale, pero ten cuidado. Mándame un WhatsApp cuando estés con ella. —Lo haré. Ni siquiera me despedí de ellos. Me di la vuelta y me marché en otra dirección. Aquel domingo estaba siendo excesivamente complicado: el enfado con Bruno, enterarme de lo de Paloma, el problema con el novio de mi hermana y todavía me quedaba saber el resultado de la prueba de embarazo de Valeria. Y eso que algunos dicen que los adolescentes no tenemos problemas reales. Repasé mentalmente todo lo que había sucedido ese día y llegué a la conclusión de que estaba siendo sometida a mucha presión. Demasiada. Mi cuerpo no daba más de sí. Las historias se habían ido construyendo paralelamente en el tiempo y aquel domingo se habían unido todas. Sentí como la respiración me empezaba a fallar. Me costaba andar y la cabeza me iba a explotar. Tuve que detenerme un par de minutos y sentarme en un banquito para controlar la ansiedad. No quería irme al suelo y sufrir un desvanecimiento en medio de la calle. Cuando me encontré mejor, me incorporé y proseguí mi camino. Se estaba haciendo muy tarde. Llegué al edificio donde vivía Valeria y pulsé el botón del portero automático de su apartamento. Fue ella misma la que respondió. —¿Hola? ¿Meri? —Sí. Soy yo. ¿Me abres? —Sí. Sube. —Voy. Sospechaba que estaría muy nerviosa e inquieta. Era para estarlo. En pocos minutos sabría si su vida cambiaría para siempre. Imaginaba lo mal que lo debería estar pasando por la incertidumbre. Si aquella prueba de embarazo daba positivo... Desde el final de la escalera la vi. Estaba asomada a la puerta y me pedía que me diera prisa. Entré en el piso y cerró, echando el cerrojo. ~ 78 ~ —Estoy sola. Tu padre y mi madre no han llegado aún. —Mejor. —¡No puedo con mi vida! —exclamó, mientras atravesábamos el pasillo y entrábamos en su cuarto—. ¡No lo encuentro por ningún lado! —¿A qué te refieres? —¡Al Predictor! —¿Qué dices? ¿No lo encuentras? —Lo he buscado por todas partes y no aparece —continuó contándome—. Por eso te he enviado antes el WhatsApp. —¿Qué WhatsApp? —¡El que te mandé hace un rato y no me respondiste! Examiné mi móvil y descubrí que había un mensaje de Valeria sin abrir. En él me preguntaba si yo tenía el test de embarazo, que no lo encontraba por casa. ¡Cómo se me había pasado por alto! Lo había recibido cuando el móvil estaba en silencio en el cine. Entre una cosa y otra no me había dado cuenta. ¡Qué estúpida! —Perdona, no lo había visto. Llevo un día de locos y no me entero de la mitad de las cosas. Lo siento, Val. —Entonces, ¿no lo tienes tú? —No. Yo no lo tengo. —Mierda. ¿Dónde estará? Estuve ayudándola a buscarlo durante más de media hora. En ese tiempo mi hermana me escribió preguntándome si había llegado bien. Respondí que sí, sin darle explicaciones, y me centré otra vez en la búsqueda del Predictor. —Val, ¿no lo habremos dejado en la farmacia? —No. Recuerdo tenerlo en el metro. —¿Y si lo ha cogido tu madre? —¡Imposible! No ha venido a casa en toda la tarde —comentó alterada—. Además, ¿tú crees que si mi madre encontrara un test de embarazo no me habría interrogado hasta que tuviera una respuesta? Su madre y la de cualquiera. Que tu hija adolescente tenga en su poder un Predictor es como para someterla al tercer grado. En cualquier caso, la respuesta siempre sería la misma. Una prueba de embarazo no sirve para otra cosa que para saber si estás embarazada o no. Así que, por muchas vueltas que se le dé al tema, todo en sí es muy evidente. Las dos nos sentamos exhaustas en el sofá del salón. Habíamos puesto la casa patas arriba y continuaba sin aparecer. —Piensa, Val, ¿dónde lo viste por última vez? —No me acuerdo. En el metro... tal vez. —¿Recuerdas haber abierto la puerta de casa con él en la mano? Valeria intentó recordar, pero estaba tan nerviosa que todo en su mente era difuso. No se acordaba de nada. —El metro es mi último recuerdo. Después no me acuerdo de nada más. —¿No te lo habrás dejado allí? ~ 79 ~ —Uff. ¿En el metro? Puede ser. —Piensa un poco más. Estaba metido en una bolsita. ¿Dónde tenías esa bolsita cuando entramos en la estación? —En la mano. En el vagón creo que la tenía. —¿Y cuando bajaste? ¿Seguías con ella? Entonces, como por arte de magia, Valeria recordó un detalle que hasta el momento se le había pasado por alto. —Ya sé dónde está, joder. ¡Mierda! —exclamó poniéndose las manos en la cara—. Creo que me lo he dejado encima de la máquina de chicles de la estación. —¿En serio? —¿No te acuerdas de que se me desató el cordón del zapato y paré unos segundos para atármelo? —No, no me acuerdo. —Pues lo hice. Y coloqué la bolsita con el Predictor encima de la máquina de chicles. Estaba tan preocupada por todo, tan bloqueada, que hasta diez minutos después de llegar a casa ni me paré a pensar dónde había puesto el test de embarazo. Gran error. Y dieciséis euros perdidos. A no ser qué... —¿Y si sigue allí? —¿Cómo va a seguir allí? ¡Han pasado varias horas! —Podemos mirar. No perdemos nada —indiqué albergando alguna esperanza—. Nadie se fija en esas máquinas de chicles. —¿Vamos entonces? —Tú eres la que debe decidirlo. El Predictor es para ti. Aquel comentario terminó de convencer a Valeria. Salimos de su casa y nos dirigimos a toda velocidad a la estación de Ópera, donde, horas antes, se había dejado una bolsita que contenía un test de embarazo. Llegamos a la boca de metro y bajamos la escalera hacia los tornos. —No hace falta que pasemos las dos —comentó Val—. Con que vaya yo, vale. Así no tienes que sacar tú otro billete. Le di la razón. Compró un tique y pasó al otro lado. Se despidió de mí cruzando los dedos, rogando por que todo saliera bien. Esos tres o cuatro minutos se hicieron eternos. Estuve sentada en uno de los peldaños de la escalera de entrada a la estación. No dejaba de hacerme una pregunta tras otra, reflexionando sobre las cosas que habían sucedido en aquel domingo extraño. No era normal que ocurrieran tantas situaciones raras y complicadas en tan poco tiempo. Desde que pasó lo de Elísabet... ¿Habría alguna maldición sobre nosotros? Rápidamente, descarté aquella teoría absurda. Si me planteaba algo así, es que yo también me había vuelto loca. Sin embargo, visto lo visto, habría que empezar a considerar cualquier teoría posible. Incluso las paranormales: Valeria regresó con la bolsita que nos habían dado en la farmacia, pero sin el test de embarazo dentro. |
Если целью этого фильма было рассмешить зрителей, то в отношении меня замысел не удался. Должно быть, я была единственной несмеяной в зале, но я не могла обвинить в этом ни режиссера, ни актеров. После разговора с Полом и того, что я услышала от него по поводу гомосексуалистов, меньше всего на свете мне хотелось смеяться, сидя рядом с ним. someter al tercer grado – допрос с пристрастием |