Entramos en la cafetería del instituto y busqué a Laura con la mirada. En seguida descubrí que no estaba. La que sí me esperaba era Paloma. En cuanto me vio salió corriendo hacia mí y me dio un beso en los labios. Todos los que se encontraban allí nos observaron boquiabiertos. Detrás de ella llegó Bruno, que, tras saludarme e intercambiar una mirada con Ester, decidió marcharse. Las tres pedimos algo para desayunar y nos sentamos en una mesita libre. —Tienes que solucionar lo de Bruno —le dijo Paloma a Ester, tras absorber por la pajita con la que bebía su zumo de melocotón. —Es él el que tiene el problema conmigo. —Porque te liaste en verano con Samuel. —Eso... no significó nada para mí. Sólo fue algo pasajero. Además, Bruno y yo no teníamos nada. Nunca lo hemos tenido. —A él le dolió —indicó triste Paloma—. Él..., él..., bueno, ya sabes lo que siente. Le sigues gustando mucho. —No creo que le guste tanto como dices. O al menos no lo parecía cuando besó a Alba en su cumpleaños. Aquel beso entre Bruno y Alba en el cumpleaños de ésta seguía instalado en la mente de Ester. Un beso que no debió suceder, que jamás tuvo que haber pasado. Pero ocurrió. Fastidió cualquier inicio de relación con Ester y tampoco sirvió para que Alba y Bruno regresaran como pareja. Un estúpido beso irracional lleno de consecuencias negativas. —Aquello fue un fallo, pero los dos habían bebido y... —El alcohol no es excusa, Paloma. Si se besaron fue porque los dos quisieron hacerlo. —Él está muy arrepentido de ello. Y Alba también. —Si no quieres besar a alguien, no le besas. Sé de lo que hablo —insistió Ester tras morder una palmera de chocolate—. Pero igual que te digo que yo era libre para hacer en la playa lo que quisiera con quien quisiera, también lo eran Bruno y Alba para darse un beso. Me da pena que las cosas entre Ester y Bruno no salieran bien sin tan siquiera intentarlo. Los dos saben que sienten algo por el otro, pero al mismo tiempo se muestran confusos y distantes. Quizá su problema es que no se atreven a dar ese paso adelante. Subir ese último escalón. —¿No le vas a dar una oportunidad? —preguntó Paloma uniendo sus manos. —No puedo darle una oportunidad si ni siquiera podemos hablar tranquilamente sin discutir o echarnos algo en cara. Escuchándolas hablar me daba cuenta de lo complicado que es para todos esto ~ 24 ~ del amor. Ni lo que parece obvio, como que Ester y Bruno se gustan desde hace tiempo, resulta sencillo. Entonces, imaginé esa misma conversación entre ellas hablando de mí y de lo que había dejado de sentir por mi novia. ¿Qué le diría Ester a Paloma? ¿Cómo la consolaría? Moví la cabeza y traté de olvidarlo. Pensar en eso me hacía sentir fatal. Pero no era posible. Ellas continuaban dándole vueltas a lo de Bruno y yo comencé a agobiarme con lo que ya no sentía. —Chicas, voy al baño un momento. Esperadme aquí —les dije levantándome y dejando mi cappuccino a medias. Asintieron y me marché deprisa de la cafetería. Mientras caminaba por los pasillos del instituto, temblaba y sentía una fuerte presión en el pecho. ¿Qué me sucedía? La respuesta era clara. Me estaba afectando muchísimo estar con Paloma y no poder contarle lo que ocurría. Me moría de miedo. Ella era tan buena, tan sensible con todo... Si la dejaba, si cortábamos, no sabía lo que sería capaz de hacer. Pero, por otra parte, la estaba engañando al no contarle la verdad. ¡Era un maldito laberinto sin salida! Hiciera lo que hiciera, eligiera el camino que eligiera, terminaría mal. Entré en los baños del instituto y me encerré tras una de las puertas echando el cerrojo. Me senté en el suelo y traté de respirar acompasadamente para intentar tranquilizarme. Lo fui logrando poco a poco. Sin embargo, la sensación de no estar haciendo las cosas bien podía conmigo. ¿Por qué mis sentimientos habían cambiado? ¿Por qué tarde o temprano tendría que hacerle daño a la persona que más me había aportado en mi vida? Comprobé el reloj del móvil para ver cuánto quedaba de recreo. Apenas cinco minutos antes de volver a clase. Debía regresar a la cafetería junto a mi chica y a Ester. Si no, sospecharían que algo no iba bien. Abrí la puerta, salí y me miré en uno de los espejos del lavabo. Todavía mi respiración era agitada, aunque había logrado calmarme un poco. El ruido de una tos me advirtió de que no estaba sola. La puerta del baño más alejado se abrió y de allí salió Laura. No pareció sorprendida al verme. Sonrió y se acercó hasta donde yo estaba. —Vas a terminar pensando de verdad que te persigo —dijo ajustándose la gomilla del pelo. Su coleta alta lucía perfecta. —Ya lo pienso. —Pues... es verdad. Vi como venías hacia aquí bastante nerviosa y decidí seguirte. —¿Me estabas espiando? —No. Bueno, sí. A lo mejor —comentó jugueteando con su pelo—. Lo cierto es que vi que estabas con Ester y con tu novia en la cafetería. Y me quedé observando. —¿Por qué? —Porque no me atrevía a ir con vosotras. Ya sabes... —No, no sé. ¿Qué? —Sería raro estar en la misma mesa que tu novia. Las dos juntas. ¿A ti no te ~ 25 ~ parecería extraño? —¿Extraño por qué? Laura no respondió. Sonrió para sí y abrió el grifo del agua fría. Se lavó las manos y me miró a través del espejo. —¿Alguna vez te has quedado dormida con las lentillas puestas? —me preguntó. —¿Qué? ¿A qué viene eso ahora? —Anoche me pasó. Me tumbé en la cama. Cerré los ojos y me quedé dormida sin quitármelas. Hoy me pican mucho los ojos. Por eso... Mientras hablaba sacó un pequeño botecito blanco de su bolso y me lo entregó. —¿Qué hago con esto? —¿Me ayudas a ponerme el colirio? No me atrevo yo sola. Resoplé, aunque acepté. Como Laura es más alta que yo, tuvimos que entrar en uno de los baños para que pudiera sentarse sobre la tapa del váter. Con cuidado, eché una gotita en su ojo derecho. Dio un pequeño brinco cuando sintió el líquido dentro. —¿Te escuece? —Un poco. Pero nada que no pueda soportar —señaló algo incómoda—. ¿Sabes en qué pensaba anoche antes de quedarme dormida con las lentillas? —No... No sabía de qué iba aquello. Sólo quería terminar de ponerle el colirio y regresar a la cafetería. Me incliné sobre ella para verter el líquido sobre su ojo izquierdo. —En ti. Pensaba en ti. Sus palabras me cogieron desprevenida. Me sobresalté y el colirio fue a parar a su rostro. La gota resbaló por su cara hasta terminar colgando de la barbilla. Y cayó al suelo. —Perdona, he... fallado. —No pasa nada. No sabía cómo tomarme lo que acababa de decir. ¿Lo ignoraba? ¿Sería otra de sus bromas? Volví a inclinarme sobre ella mucho más nerviosa que antes. Su cara y la mía estaban muy cerca. No dejaba de mirarme, persiguiendo cada uno de mis movimientos. Mi pulso no era el mejor, pero en esta ocasión sí atiné. La gota entró en su ojo izquierdo. Laura dio un pequeño salto. —¿Me soplas? Me escuece —comentó pestañeando. Me acerqué un poco más y soplé sobre su ojo izquierdo. Entonces, Laura me rodeó con sus brazos y me atrajo completamente hacia ella. Podía hasta oler perfectamente su perfume de frambuesas y notar su respiración. A mí el corazón me latía a mil por hora. La idea de que quería besarme pasó fulminante por mi cabeza, pero no hice nada por evitarlo. Sin embargo, no me besó. —Tienes unos ojos preciosos —dijo en voz baja. Y me soltó para ~ 26 ~ incorporarse de nuevo. Se ajustó la gomilla del pelo y sonrió como ella suele hacerlo—. Nos vemos ahora en clase. Chao. Antes de que pudiera decirle nada se fue. Me quedé inmóvil unos segundos, preguntándome qué había pasado. En realidad, no había sucedido nada, aunque mucho al mismo tiempo. Si ella hubiese querido, nos habríamos besado. ¿Era lo que Laura pretendía? ¿Tenía intención de darme un beso de verdad? La campana que anunciaba el final del recreo y el comienzo de la siguiente clase me devolvió a la realidad. Aquella joven guapísima de comportamiento extraño y variable me estaba empezando a volver loca. No lograba adivinar qué pretendía, ni era capaz de entenderla la mitad de las veces en las que me hablaba. Me lavé rápidamente las manos y me apresuré por el pasillo para no llegar tarde a la próxima clase. —¡Meri! —gritó alguien detrás de mí. Cuando me giré observé a Paloma corriendo. Al llegar a mi altura se lanzó a mis brazos y me regaló un intenso beso en la boca. —Vamos a llegar tarde a clase —le indiqué al separarnos. —¿Dónde estabas? No has vuelto a la cafetería. —Me he entretenido un poco en el baño. —¿Estás bien? No tienes buena cara. Era difícil ocultar lo que pasaba. Pero no era el momento ni el lugar de revelarle nada a ella. Debía esconder mis dudas y lo que acababa de pasar con Laura. Sonreí cuanto pude y le di un beso en la mejilla. —Todo está bien. No te preocupes. —¿De verdad? ¡No me mientas! —De verdad —insistí, y le acaricié la frente—. Tenemos que darnos prisa o no nos dejarán entrar en clase. Y eso no es bueno para el primer día. —No, no lo es. Mi propósito de hacerle ver que todo estaba bien había funcionado. De la mano, la acompañé a su clase y luego me dirigí a la mía. Por suerte, los profesores todavía no habían llegado y pudimos pasar sin problema. Pero al llegar a mi aula, volví a tropezar con los ojos de Laura, que ya se había sentado en su mesa. Saludó con la mano y me sacó la lengua. Luego, como siempre, sonrió de esa forma tan característica suya. —¿Estás segura de que esa chica no está enamorada de ti? —me preguntó Ester colocándose a mi lado. No supe responderle. Lo único que sabía era que aquella chica estaba logrando que mi cabeza no dejara de dar vueltas y que todas las alarmas de mis sentidos se activaran al mismo tiempo. ¿Me estaba empezando a gustar? |
Мы заходим в школьное кафе. Поискав Лауру взглядом, я сразу же поняла, что ее здесь нет, зато тут меня поджидала Палома. Едва завидев меня, Палома сорвалась с места и, подбежав ко мне, поцеловала в губы. Все находившиеся в кафе смотрели на нас, разинув рты. Следом за Паломой подошел Бруно. Поздоровавшись со мной и переглянувшись с Эстер, он решил ретироваться. Мы втроем заказали себе завтрак и сели за свободный столик.
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