Cojea ligeramente después del golpe y el corte que se hizo anoche en la rodilla derecha. Fue mala suerte caer encima de los cristales, pero no es grave. Chapa y pintura. Le duele más que Wendy no le haya hablado en el desayuno, ni en el camino hacia la estación Joaquín Sorolla. Le ha pedido disculpas varias veces y ha intentado aclarar las cosas. Sin éxito. La muchacha del pelo naranja no quiere saber nada de él. Raúl espera sentado en un banco a que su tren salga hacia Madrid. La chica también, pero en otro diferente. Comprende que se sienta mal. No debe de ser fácil asumir que, para una vez que te dan un premio, sea porque el otro se ha retirado. Aunque de todas formas lo habría ganado por iniciativa propia del jurado. Lo que peor lleva Wendy es que Raúl le haya mentido de esa manera. En esos días, ha llegado a admirarle. En todos los sentidos. Pero después de aquello, lo que predomina en sus sentimientos es la decepción y el enfado. La megafonía y los paneles electrónicos anuncian que el AVE con destino a la estación de Atocha de Madrid está situado en la línea uno. Los dos chicos, cada uno por su lado, arrastran sus maletas hasta el control de seguridad y cuando lo pasan, se dirigen al vagón número ocho. Es el mismo que en la ida. También los asientos, pero en esta ocasión, cambiados: Raúl lleva el 7A y Wendy, el 7B. La chica llega primero y, tras colocar su equipaje, se sienta en su lugar. Lleva los cascos puestos: escucha a su querida Taylor Swift. Un par de minutos después, aparece él. Sube su maleta a la bandeja de arriba y le hace un gesto para que le deje pasar. Ella prefiere cambiar de asiento, como hizo en el viaje de ida. Se acomoda al lado de la ventanilla y mira a través del cristal. Raúl ocupa el sitio que ha dejado libre Wendy y examina su móvil. No se hablan. Cariño. Ya estoy en el tren. En dos horas nos vemos. Tengo muchas ganas de abrazarte y de darte un beso. Te quiamo. Valeria recibe un WhatsApp de su novio. Lo lee y suspira. Pronto lo tendrá delante de nuevo. No hay nadie mejor que él, pero tienen que hablar. Los sentimientos son los que son y contra eso no ha podido luchar esos días. César le ha hecho comprender muchas cosas. Esa noche no ha dormido bien. Se siente culpable. Ha dado mil y una vueltas en la cama, recordando los últimos acontecimientos. Pensando que las cosas ya no serán como antes. Aquel joven con el pelo largo, ojos penetrantes y sonrisa carismática ha conseguido que se replantee todo. Él le ha hecho dudar hasta un punto inimaginable. Ayer, en la plaza Mayor... —Me lo has puesto muy difícil. —No creo. Me parece que sabes lo que quieres. —¿Se me nota en los ojos? —Sí, hace varios minutos que lo tienes dibujado en la cara. —Me alegro de ser tan transparente. Ella es transparente. No puede engañar a nadie. Sus ojos siempre dicen la verdad. Y si no, ya están sus mejillas para encenderse si miente. En estos días le ha ocultado muchas cosas a Raúl y no se siente bien por ello. Cuando llegue a Madrid, se sentarán y hablarán tranquilos. No puede borrar lo que su corazón le dice. Y si se ha dejado llevar en algunos momentos, ha sido porque lo necesitaba. Como hace un rato. Necesitaba ver a César. Ahora lo tiene a su lado, sentados uno junto a otro en uno de los lugares más bonitos de Madrid. —Val, ¿me dejas darte un beso? La noche está cayendo. Ya se han encendido las luces de la plaza. Éstas iluminan las ciento catorce columnas, en las que siguen escritas aquellas palabras. La declaración de amor más bonita de la historia. Esa que nadie, ni siquiera César, podrá superar. —En la mejilla, sí. —Sí, claro, sólo quiero darte un beso de despedida en la mejilla. La chica sonríe y deja que su amigo la bese en la cara. Luego ella hace lo mismo. Él se pone de pie y la ayuda a levantarse. —Me entiendes, ¿verdad? —Quieres a Raúl. Y no he conseguido enamorarte. Creo que ni en cincuenta y siete, ni en sesenta, ni en mil días, lo habría conseguido. No hay mucho más que entender. —Dicho así, parece sencillo. —Es sencillo —comenta, agarrando de nuevo su guitarra y colgándosela a la espalda—. Aunque el destino nos ha unido muchas veces, tú lo has desafiado. Eso indica que las personas eligen su propio camino. —Pero no eligen de quién se enamoran. —No me habrías elegido a mí de todas formas. —Nunca se sabe. Me gusta estar contigo y te doy las gracias por todo lo que has hecho para hacerme reír. ¡Y por cabrearme todo el tiempo! Pero... estoy enamorada de otro. Eso no ha cambiado. Aunque ahora te quiera un poquito más que hace dos meses. —¿Sólo un poquito más? —Dejémoslo en un poquito más. El joven sonríe amargamente. Sabe que aquello es el final. El final de un juego que ha sido divertido, emocionante, pero que no ha logrado ganar. Desconoce si lo ha tenido tan cerca como pareció o todo fue un espejismo. En cualquier caso, Val se alegra de que ayer no se besaran. Habría sido un error. No era el momento, ni era a él a quien debía darle aquel beso. Mañana lo recibirá quien en realidad lo merece. Porque a su novio es al único que ella ama de verdad. Lo ha visto y lo ha comprobado hoy y todos los días en los que César ha intentado conquistarla. —Te escribiré un WhatsApp de vez en cuando o te enviaré una carta, que es más romántico. Creo que me iré una temporada a alguna lejana ciudad del mundo. —¿Te marcharás de Madrid? —Sí. Haré los exámenes en la universidad y me marcharé unos meses fuera. —¿Nos veremos? —Por supuesto. Cuando regrese. Siempre que me encuentres tocando en alguna línea del metro. Valeria ya está preparada para ir a recoger a Raúl a la estación. Sale de su casa y se dirige a la estación de metro de Tirso de Molina. Lo que ha vivido en esos dos meses con César la ha ayudado a replantearse muchas cosas y comprender que realmente ama a su novio. Ayer, cuando vio las columnas de la plaza Mayor y recordó las sensaciones de aquel día de marzo, se moría de amor. Tienen que hablar seriamente de lo que ha pasado, no quiere ocultarle nada, ni que se entere por un tercero. Pero cuando terminen de hablar y le pida disculpas por todo, le dará un beso tan grande que luego le tendrá que hacer el boca a boca para reanimarlo. Lo imagina y siente una felicidad indescriptible. Mientras camina, reflexiona sobre cómo le va a contar lo de César. Con sinceridad. No hay otra forma. Siente la imperiosa necesidad de verlo ya, de besarlo. Es esa ansiedad de tener que hacer algo y no poder. Necesita decirle ahora mismo que le quiere, que su corazón es suyo. Y que ningún otro, haga lo que haga, se invente lo que se invente, ni con rosas, ni con canciones, ni con regalos de nocumpleaños, podrá arrebatárselo ni competir con él. —¿No vas a hablarme en todo el camino? Pero Wendy no escucha nada. La música está muy alta y no oye lo que Raúl le acaba de preguntar. De todas formas, aunque lo hubiese oído, no piensa responderle. Él se lo ha buscado por hacer lo que hizo y ocultárselo. —¿En serio que prefieres irte con este recuerdo de la mejor experiencia de tu vida? —insiste, alzando la voz y acercándose a su oído. Esta vez, Wendy sí que lo oye. Quizá tenga razón, pero no va a dar su brazo a torcer. No quiere hablar con él nunca más. O por lo menos hasta que se le pase el enfado. Así que finge que no lo ha escuchado y sigue mirando por la ventanilla del tren. Es una cabezota. Como Valeria. Raúl ya no sabe qué hacer para que le preste atención y lo perdone. Entonces, recuerda algo que vio en una película. Saca su ordenador y entra en el Paint. Agranda la pantalla blanca que le aparece y selecciona un pincel de color rojo. Con letras mayúsculas, enormes y deformadas escribe: LO SIENTO. Gira el portátil y se lo enseña, tras golpearle el brazo. La chica lo mira y mueve la cabeza en señal de negación. Continúa en el mundo de Taylor y no le habla. Raúl no se rinde. Borra lo de antes y escribe una nueva frase que le muestra: MERECÍAS GANAR. Tampoco consigue nada con eso. Prueba con una tercera: ¿POR QUÉ NO PODEMOS SER AMIGOS? Y canturrea el tema de War, Why can’t we be friends?, contoneándose a un lado y a otro, sobre el asiento. Hay esperanza. A Wendy se le dibuja una media sonrisa y tiene que taparse la boca con la mano para no reírse. Raúl lo ve claro en ese momento y escribe con el pincel rojo una cuarta frase para rematar la jugada. Está seguro de que con aquellas palabras, la guerra con ella habrá terminado: SOFIA COPPOLA ES LA MEJOR. Ahora sí. La chica no puede parar de reír cuando lee lo que ha escrito. Se miran y él dibuja en sus labios la primera frase que escribió en su ordenador. Un «lo siento», éste sin sonido. Wendy se quita los auriculares y chasquea la lengua. —No tenías que haber renunciado al premio. —Da lo mismo. Hubieras ganado igual. Al jurado le gustó más tu corto. —Eso no lo sabes. —Me lo dijo Vicente. —Cuando estaba borracho y con una corbata en la cabeza. —No, ya no llevaba la corbata. Ambos sonríen al recordar la imagen del director del festival bailando el Gangnam style con la corbata atada a la frente. —Yo quería ganar, pero quería ganar bien. —Has ganado bien, Wendy. Tu corto era muy bueno. —El tuyo era mejor, Raúl. Y lo sabes. —Bueno, has ganado un curso de dirección de un año. En el próximo podrás superarme. Se lo dice en broma y así lo interpreta ella. Su objetivo no será superarle sino aprender todo lo que pueda. Es una gran oportunidad para empezar a construir un futuro con una buena base e intentar cumplir su sueño con mayor optimismo. —Entonces, ¿podemos ser amigos? —Claro. Amigos. —Y, como dice el clásico: éste puede ser el comienzo de una bonita amistad. No se abrazan, aunque ella se muere por pegarse a él. No se besan, aunque ella se muere por probar su boca. Simplemente, se sonríen. Aunque ella se muere por decirle que tal vez sienta algo más que esa bonita amistad que ha empezado en esos días en Valencia que nunca olvidará. Se acercan a Madrid. Raúl y Wendy dialogan sobre todo lo que sucedió anoche. Ésta le da las gracias por ponerse en medio entre Marc y ella. Le fastidia que su primer beso fuera con aquel tipo y con una copa de más. El pitido en el móvil de Raúl interrumpe la charla. El joven saca el teléfono y descubre que tiene dos mensajes de Valeria en WhatsApp. En el primero hay un icono muy divertido: es un corazón rojo saliendo de una caja sobre un fondo naranja. ¿De dónde habrá sacado la imagen? En el segundo, Val ha escrito una frase que le emociona y le llega directamente al alma: Mi corazón siempre será tuyo. Es el mejor regalo que jamás podré hacerte. Y yo, ¿puedo soñar contigo? |
Он слегка прихрамывает на правую ногу, после вчерашнего падения. Вот незадача – повезло ему упасть на стеклянные осколки и порезать колено, но не это главное. До свадьбы заживет. Ему больнее оттого, что Венди не разговаривала с ним ни за завтраком, ни по дороге к вокзалу Хоакина Соролья. Он много раз пытался все объяснить Венди и просил у нее прощения, но безуспешно. Девушка с ярко-рыжими как апельсин волосами и знать его не хочет. Вчера, на площади Майор - Ты поставил меня в сложное положение. Валерия уже готова ехать на вокзал встречать Рауля. Она выходит из дома и идет к станции метро - Так и будешь молчать всю дорогу? hacerse chapa y pintura (=realizar un tratamiento médico de revitalización) – сродни нашему шутливому выражению “до свадьбы заживет”
|