Son más de las cuatro de la mañana y a pesar del cansancio y el sueño, todavía no ha podido pegar ojo. Ha estado estudiando, leyendo, escuchando canciones en su reproductor..., pero lo ha hecho sin ganas. Sin ilusión. Meri está muy desanimada. Triste. No es capaz de ver más allá de lo que ha sucedido aquel día. Ya la echa en falta. Es imposible no pensar en ella. En la chica a la que ama y a quien quizá no vea en muchísimo tiempo. Si es que ni siquiera sabe cuándo se marcha a Londres. Espera que sus padres tengan algo de cordura y no sean muy estrictos con ella y por lo menos le dejen usar el móvil o Internet de vez en cuando. Aunque tiene sus dudas. Continúa sin conectarse al WhatsApp y tampoco ha escrito nada en las redes sociales. Está aislada del mundo y sin nadie con quien poder hablar. ¿No es eso realmente una especie de secuestro? Sale de su habitación a estirar las piernas, que le duelen de todo lo que ha andado y corrido hoy, y a beber agua. Hay luz en la cocina. Su hermana Gadea está despierta y se está preparando un café. Es época de exámenes en la universidad. —¿Qué haces levantada, María? —No puedo dormir. —Vaya. Ya me ha contado mamá lo que ha pasado. Lo siento mucho —dice, acariciándole el brazo—. ¿Quieres uno? —Sí, gracias. Las dos chicas se sientan en la mesa de la cocina con una taza de café con leche caliente en las manos.— No hemos hablado del tema. ¿Te apetece contarme algo? —¿Sobre qué? ¿Sobre que soy lesbiana? —Sobre lo que quieras —señala sonriente—. Me paso tantas horas estudiando que no tengo tiempo ni para respirar. Pero sabes que la puerta de mi habitación siempre está abierta para cuando me necesites. —Te digo lo mismo. —Muchas gracias. Gadea da un sorbo a su café caliente y observa a su hermana. Se da cuenta de lo mucho que ha cambiado en tan poco tiempo. Parece otra persona. Está más guapa, más madura..., menos niña. Las lentillas le quedan genial. Siente por lo que está pasando, pero le servirá como experiencia para el futuro. Los golpes tan duros terminan fortaleciéndote. A ella le pasó cuando su novio la engañó con otra hace unos meses. Parecía que su vida acababa ahí... Sin embargo, lo superó y ahora es feliz. —Voy a echar mucho de menos a Paloma —confiesa Meri, afligida—. No sé cómo voy a poder vivir sin ella. —Es duro separarse de la persona a la que quieres, y más de la forma en la que a vosotras os han separado. No es justo. Esos padres no tienen cerebro. Pero ya verás como poco a poco te vas animando y quedarán sólo los buenos recuerdos. Recordarás a esa chica y sonreirás. —No estoy segura de que vuelva a sonreír algún día. —Lo harás. Ahora mismo tu vida parece que no tiene sentido, ¿verdad? —Sí. Es lo que pienso. —Pues dentro de unos días, volverá a tenerlo —indica Gadea convencida—. Mientras, desahógate lo que haga falta, grita, llora, patalea... Habla conmigo o con tus amigos cuando lo necesites. No te quedes en un rincón lamentándote por lo que ha pasado. Porque todo lo que te guardes dentro te hará más daño después. María no contesta y se bebe el café. No cree que sea tan fácil como le dice su hermana. Paloma ha sido lo mejor que le ha pasado en la vida y perderla supone el mayor contratiempo que ha tenido hasta ahora. Quiere llorar. Desahogarse. Pero no tiene ganas de hablar con nadie. Le cuesta pronunciar cualquier palabra por la angustia que siente en su interior. Aunque sabe dónde puede soltarlo todo. La pelirroja se levanta de la silla y le da las gracias a su hermana por los consejos. Regresa a su habitación y cierra la puerta. Coge su ordenador portátil y lo pone sobre su cama. Se tumba y lo enciende. Cuando se inicia la sesión, busca en Internet su blog. Aquel secreto ya no es tal, pero continúa sirviendo como lienzo de sus emociones. HUIR HACIA LO INFINITO Conozco lo que siento. Sé lo que soy. Y desde hace un tiempo, vivía feliz, inmersa en mi sueño. Hoy me han despertado a golpes de él. La intolerancia, la injusticia y la insensatez han abierto la puerta sin llamar y se han llevado toda mi ilusión. No sé si lograré volver a dormir y soñar de nuevo. No sé si conseguiré ilusionarme otra vez. No sé si esto sólo ha sido un puñetazo de realidad en pleno estómago de mi fantasía. Necesito sentirla cerca. Olerla. Tocar las yemas de sus dedos y buscarme dentro de sus pupilas. Pero sé que la única manera de aproximarme a ella será a través de los recuerdos. Intangibles y espaciados recuerdos. La única verdad que nos queda. En estos momentos, sólo quiero huir hacia lo infinito. Atraparla en la distancia y llevármela hasta el horizonte más lejano. Escaparnos de todo y de todos. Creernos las únicas supervivientes de un huracán de decisiones. Sin embargo, estoy sola. Ella se ha ido. Está atada de pies y manos. Encadenada por la sinrazón de quien debe protegerla. Yo la protegería con besos y caricias, pero no tengo poder para atravesar esas barreras. Buscaré en la melancolía mi pañuelo y me secaré las lágrimas con su sonrisa. No me queda más remedio que ser paciente y que los días curen mi tristeza. María lee dos veces el texto y pulsa Enter. Subido. Mientras escribía, no ha parado de llorar. Es tan duro lo que les ha pasado. Tan difícil de comprender. Quieres a una persona, que te quiere a ti, y no puedes estar con ella porque a alguien no le gusta. Y no puedes hacer nada por evitarlo. No sirve luchar, no sirve rogar... Nada. No existe ninguna alternativa. Es eso y se acabó. Apaga el ordenador y lo deja en el suelo. Se quita las lentillas y vuelve a acomodarse en su cama. Quizá ahora pueda dormir. Se equivocaba. Cinco minutos después de cerrar los ojos, llaman a su móvil. Es el número de un teléfono fijo de Madrid. Mira el reloj un tanto confusa: son más de las cinco de la mañana. Alarmada, responde. —¿Sí? ¿Quién es? —Peli... rrojita. Soy yo. —¡Paloma! ¿Desde dónde me llamas? —Fi... jo. Me duele. Mucho. Me... duele mucho. El corazón de María va a explotar. Se pone de pie y se frota nerviosa la cara hasta casi arañarse. —¿Qué te pasa? Paloma, ¿qué es lo que te ha pasado? —La cabeza... me duele. —¡Paloma, por Dios! ¿Te duele mucho la cabeza? ¿Te has dado con algo? ¿Y tus padres? ¿Dónde están tus padres? —Lo siento..., lo siento mucho. Te... quiero. Al otro lado del teléfono no se escucha nada más. Durante varios minutos, Meri grita en vano el nombre de la chica. Silencio. Hoy ha sido un día muy difícil para ella, pero aquel instante de incertidumbre y desolación es el peor que ha pasado en sus dieciséis años de vida. |
Уже больше четырех утра, но несмотря на усталость и желание спать, она так и не сомкнула глаз. Она готовилась к экзаменам, читала, слушала песни... но делала все это вяло, без желания, ни о чем не мечтая и ничего не ожидая. Мери полностью подавлена, и ей очень грустно. Она не замечает и не понимает ничего, кроме того, что случилось сегодня. Она уже скучает по Паломе и не может не думать о ней. О девушке, которую любит, и которую, по всей вероятности, очень долго не увидит.
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