Llega un poco tarde. Son casi las nueve menos cuarto. Pero a Ester le ha sido imposible estar antes en el 40 Café. En lo que más tiempo ha perdido ha sido eligiendo lo que se iba a poner. No podía arreglarse demasiado, pero tampoco ir vestida como si fuera al instituto. Al final, un vestido blanco, botas altas negras y una chaqueta vaquera. Lo siento mucho. Me he entretenido más de la cuenta en el hospital. ¡Espérame! Llego en quince minutos. Es lo que Ester le ha escrito a Félix para tranquilizarle. Sabe que el chico se impacientaría si no la viera aparecer a la hora a la que habían quedado. Por eso le ha mandado el WhatsApp. No te preocupes. No me voy a ninguna parte. Te espero aquí, con mi supercalculadora preparada para la lucha. Su respuesta no se había hecho esperar. Es extraño quedar con alguien para estudiar en un lugar como al que van. El restaurante de los Cuarenta Principales no parece el sitio idóneo para adentrarse en el mundo de las derivadas y al que llevar de acompañante una calculadora. Pero las mejores experiencias a veces suceden en los lugares menos apropiados. Baja la Gran Vía, caminando deprisa. A lo lejos lo ve, en la puerta del 40 Café, con ese aire de estudiante empollón de high school norteamericana. Sin embargo, Félix posee un atractivo especial. Y le gusta, no puede negarlo. Está jugueteando con el móvil y taconeando con el pie izquierdo. No se ha arreglado demasiado, pero está mono con esa chaqueta negra y sus vaqueros azules. Cuando se da cuenta de su presencia, guarda el teléfono en el bolsillo y sonríe. —Hola, perdona el retraso —suelta Ester, antes de darle dos besos. —No pasa nada. Estaba estudiando Lengua. —¿En el móvil? —Sí. Tengo una aplicación para hacer análisis sintáctico. Es muy útil. —Nunca te relajas, ¿eh? —Espero hacerlo ahora, contigo —comenta, colocando una mano en su espalda—. ¿Entramos? La chica asiente con la cabeza y juntos pasan al 40 Café. El local está empezando a llenarse, aunque quedan mesas libres. Una joven con una bonita melena rubia y una enorme sonrisa los atiende y les propone elegir el lugar que deseen. Se deciden por una mesa en el lado derecho de la sala, cerca del escenario. Se sientan, uno enfrente del otro, y examinan la carta. —Esto es muy caro. —Tú pide lo que quieras. No te preocupes por el precio —señala Félix—. Invito yo. —Me sabe mal. Tú pagas, tú me das las clases... —Pero has sido tú la que me ha dado la oportunidad de pasar un rato a solas contigo. —Eso no tiene mérito. Tú has hecho lo mismo. —Yo no salgo nunca con chicas. No existe comparación posible. Tú tendrás una legión de seguidores. —No exageres. No es para tanto. Además, lo que importa es la calidad, no la cantidad. —Ésa es una frase hecha muy recurrente, pero poco veraz —apunta el joven, ajustándose las gafas—. En según qué, importan las dos cosas o ninguna. Ester se lo queda mirando sorprendida y termina por reírse. Félix no comprende su reacción y abre los brazos, en señal de interrogación. —Perdona, es que eres muy gracioso cuando hablas así. —¿Cuando hablo cómo? —Así. Tan... metódico. Tan señor mayor. —¿Piensas que hablo como un abuelo? —Diría más bien como... un profesor. Pero me gusta. Es interesante. No te preocupes. El chico carraspea y continúa estudiando su carta. Ella lo observa por encima de la suya. Qué especial es para los tíos. Siempre terminan gustándole los raros. Aunque este chico, salvando a Bruno, se lleva la palma. Pasan unos minutos, hasta que por fin eligen lo que van a cenar. La camarera les toma nota y, rápidamente, les trae los refrescos. —Hoy no voy a poder dormir —comenta Félix, dando un sorbo a su Coca-Cola. —¿Y eso? —Por la cafeína. Me afecta mucho. —¡Pues no te la tomes! —Una noche es una noche. Escucharé los podcasts atrasados que tengo de «Milenio 3». —¿Te gustan los programas de misterio? —Me apasionan. La pareja empieza a conversar acerca de Íker Jiménez, Javier Sierra, ovnis y psicofonías. Ester no entiende mucho sobre todo aquello, pero escucha atenta lo que Félix le explica. Lo expone de tal manera que la atrapa. Se nota que es un chico inteligente. Superdotado, insinuó alguna vez en una de sus charlas por Skype. Y no le sorprende. Para sacar esas notas no vale sólo con estudiar mucho. Él dispone de ese extra que no tiene la mayoría: una mente privilegiada. Mientras hablan, la camarera les sirve la comida: hamburguesas de colores y una ensalada cuatro estaciones para compartir. —¿Te gusta? —Sí. Es la primera vez que me como una hamburguesa azul —indica Ester, después de dar un gran mordisco. —Ya no saben qué inventar para parecer innovadores. Aunque tengo que reconocer que no está mal. La carne, un poco más hecha de la cuenta. Pero está rica. —Y el sitio es muy chulo —añade la chica, mirando hacia un lado y otro—. Muchas gracias por traerme aquí a estudiar. —¿Saco ya los apuntes? —¡Espera a que terminemos la hamburguesa! ¡Relájate, hombre! Mientras cenan, el restaurante se llena por completo. Y es que lo que no saben Félix y Ester es que la gran mayoría de los presentes ha ido a ver a la girl band de moda. —Y ahora, el momento de la noche que todos habéis estado esperando. Con todos vosotros... ¡las Sweet California! —grita un speaker desde una de las cabinas de la sala. El público aplaude cuando ve aparecer en el escenario a Alba, Sonia y Rocío. Ester también les dedica una gran ovación, pero Félix casi se atraganta con la hamburguesa. ¡Él no contaba con eso! ¿Cómo van a estudiar con aquel jaleo? Ni siquiera es su estilo de música preferido. El miniconcierto de las Sweet California empieza con una versión de Grenade, de Bruno Mars. Cuando termina la primera canción, de nuevo, un gran estruendo en la sala. —¿Tú sabías algo de esto? —le pregunta la chica, a gritos. —No, nada. Casualidad. —¡Me encantan estas chicas! —Y a mí —miente el joven, pinchando el último trozo de lechuga de la ensalada. —¡Son increíbles! Sin embargo, aquel momento de felicidad de Ester se ve enturbiado cuando un grupo de doce chicas y un chico entra en la sala. Los trece se sientan en una mesa reservada cerca de la suya. En seguida, Félix se percata de que algo malo está pasando aunque desconoce qué puede ser. ¿Qué es lo que ha visto su amiga que le ha cambiado la cara por completo? |
Она немного задерживается. Уже почти без четверти девять, но Эстер не могла прийти в кафе
|
© Перевод — Вера Голубкова