—Voy a por un café, a ver si me espabilo. Estoy agotada —comenta la madre de Paloma, acariciando la cabeza de su hija y dándole un beso a continuación—. Te dejo en buenas manos. —Vale, mamá. Ahora nos vemos. La mujer sale de la habitación tras sonreír a las dos chicas que todavía permanecen allí. Se llevó un gran susto cuando recibió la llamada de María alertándole de lo que había pasado. Rápidamente, se dirigió al hospital en el que su pequeña había sido ingresada después de perder la consciencia. Según los médicos, el desmayo de su hija no tenía que ver con una lipotimia o una bajada de tensión. Más bien se había producido como consecuencia de un golpe en la cabeza. Presuntamente, recibido en una pelea que se produjo a la salida del instituto. En principio, Nieves se había enfadado con Paloma al enterarse de que se había vuelto a meter en líos. Pero poco a poco se fue calmando al entender que ella no había tenido la culpa de lo que había sucedido. Mañana iría a hablar con el director a primera hora. —Yo me tengo que ir —comenta Ester, acercándose hasta la chica que está tumbada en la cama. —¿Ya te vas? ¿Por qué? —Tengo mucho que estudiar. Pero te llamaré esta noche para ver cómo te encuentras. —Jo. Me da pena que te vayas. Quédate un poco más. Ester mira a Meri, que se encoge de hombros. A ella también le gustaría que no se fuera. Sobre todo porque no le apetece quedarse a solas con Paloma y su madre. Aquella mujer le cae bien, pero no sabe qué opinión tiene en realidad sobre ella. ¿Sospechará algo? —Es que... he quedado para estudiar. —¿Con un chico? —Sí..., con un chico —contesta, sonrojándose. —¿Con Bruno? Y ahora, ¿qué responde? Si dice que ha quedado con Félix Nájera a esas horas, Meri sospechará que hay algo entre ellos. Y no quiere decirles nada a sus amigos hasta que no esté segura de qué existe entre ambos. Nunca han estado a solas hasta hoy. Simplemente, han compartido varias conversaciones por Skype y lo poquito que han hablado en el instituto. La cena en el 40 Café puede darle una pista de lo que puede llegar a sentir y si a él le gusta de verdad. —Sí, con él. Me va a explicar varias cosas de matemáticas que no entiendo. —¡Yo quiero conocer a Bruno! Meri me ha hablado maravillas de él. —Ya lo conocerás —replica la aludida. —Podemos quedar un día los cuatro, ¿qué te parece? En plan parejitas —propone Paloma sonriente. —Bruno tiene novia. Cuando lo conozcas, seguramente lo acompañará Alba —se anticipa Ester, antes de que la chica continúe profundizando en la dirección equivocada. —Es verdad. Él no es tu novio, es el de la ex pelo azul. —Veo que estás muy informada. La chica se pone roja y mira hacia Meri, que también se ha ruborizado. No le ha contado todo, pero sí muchas historias de sus amigos los Incomprendidos. En aquellos más de dos meses de relación le ha dado tiempo a adentrar a Paloma en los entresijos del club. —Saluda a Bruno de mi parte, Ester —dice María, cambiando oportunamente de tema—. Mañana os veo en el instituto. Y no os volváis muy locos con las mates. —Ya sabes que las matemáticas y yo... —¿Tan mal se te dan? Pareces muy inteligente. —¡Gracias! ¡Qué amable eres! Pero es que no entiendo eso de mezclar letras y números. ¡Las letras van por un lado y los números por otro! ¡Para qué los mezclan! Paloma ríe exageradamente cuando escucha a aquella preciosa chica hablar de las matemáticas de una forma tan peculiar. Pero tiene que parar cuando siente un fuerte dolor en la cabeza. No dice nada, disimula y vuelve a tumbarse. —No te olvides de mí, por favor. Espero verte pronto. —Yo también lo espero y claro que no me olvidaré de ti. Que te mejores. Me ha encantado conocerte. —A mí, igual. Jo. Escríbeme un WhatsApp, ¿eh? —Claro. Te escribiré. Ester se despide con dos besos a Paloma y con otros dos a Meri. Luego sale de la habitación dejando solas a las dos chicas. Éstas, por fin, se miran fijamente y se dan un beso en los labios. Es cortito, vigilando que no viene nadie y con prisas, pero ambas lo necesitaban. —Es un encanto. Me gusta mucho esa chica. —Ya te lo dije. —¿Estabas muy enamorada de ella? —Pues... menos que de ti. —Es mucho más guapa que yo. Seguro que te excitaba. —¡Qué dices! —Que seguro que te ponía mucho. —¡Es mi amiga! No pienso en ella de esa manera. —¿En mí si piensas así? —Por favor, calla. No estamos en el sitio adecuado para hablar de eso. —He visto películas porno a escondidas en las que lo hacen en habitaciones como ésta. No te apetece que... tú y yo... —Pero... Paloma, ¿estás mal de la cabeza? —Por lo visto sí. La chica suelta otra carcajada, que no dura mucho porque vuelve a sentir el dolor punzante de antes. Meri en esta ocasión sí se da cuenta y le acaricia la frente con mucho cuidado. —¿Te encuentras bien? —Sí. Muy bien. Sólo me ha dado un tirón en el cuello —miente. —¿Seguro que no es la cabeza? —No, te lo juro. Ha sido el cuello. Será de estar tanto tiempo tumbada aquí. Me quiero ir a mi casa. —Eso lo decidirán los médicos. —Sabré yo si estoy bien o no —protesta, acurrucándose con la almohada y las mantas—. Quiero irme. —Tú harás lo que te diga el doctor. La joven se lamenta una y otra vez. No comprende que deba estar allí tumbada, sin poder salir. Las protestas continúan hasta que suena el teléfono de Meri. Ésta le pide silencio antes de contestar. No tiene ese número en su agenda de contactos. —¿Sí? —Hola, buenas tardes. ¿Eres María? —Sí, soy yo —responde, con curiosidad. Aquella voz la conoce. —Soy Susana, la madre de Elísabet. No le sorprende. Había imaginado que era ella. No la ha visto muchas veces, pero sí las suficientes como para reconocerla al hablar. Lo que sí resulta un gran misterio es el motivo por el que la llama. —¿Qué tal? Me alegro mucho de que Eli haya vuelto a clase y... —No está en casa ahora. Ha desaparecido. —¿Cómo? ¿Que ha desaparecido? —Sí. Debería haber vuelto hace un rato y todavía no lo ha hecho. La he llamado, pero su móvil está fuera de cobertura. Quería saber si estaba contigo o sabes algo de ella. —No. La última vez que la vi fue este mediodía cuando nos despedimos al salir del instituto. —Ah. Vaya. La mujer le explica que por la tarde su hija salió a tomar café con una amiga a la que hacía mucho que no veía y que le prometió que volvería a las siete. Elísabet le dijo que no era una chica del grupo, pero como no sabía a quién acudir, ha decidido llamarla a ella. El suyo era el único número que tenía en su agenda, aparte del de Valeria y Raúl. Estaba al corriente del problema que su hija tuvo con ellos dos y no quería molestarlos por un asunto así. Al menos, no todavía. Por eso había recurrido primero a ella. —Pues lo siento mucho, Susana. Pero no sé nada. —¿Y no sabes con quién ha podido haber ido? Si ha hablado esta mañana con alguna chica de otra clase con quien tuviera cierta amistad... —No, no sé nada. Con Ester tampoco ha quedado porque acaba de irse de donde estoy yo. Si quiere, llamo a Bruno a ver si él sabe algo. —Muchas gracias, María. Te lo agradecería. Si te enteras de alguna novedad, avísame. —Descuide. Espero que aparezca pronto. —Yo también lo espero. Estoy muy preocupada. —Tranquila. Todo irá bien. La chica cuelga y en seguida marca el número de su amigo. Está segura de que con él no está, pero puede que Elísabet haya quedado con Alba. También con ella tenía cuentas pendientes y, tal vez, haya ido a pedirle disculpas. —¿Qué pasa? —le pregunta Paloma, que no se entera muy bien de lo que está ocurriendo. —Ahora te lo cuento. Un minuto... ¿Bruno? Pero la voz que responde al otro lado del móvil del chico no es la de él. —Hola, Meri, ¿cómo estás? —Ah, hola, Alba. Bien, ¿y tú? —A punto de irme a mi casa a estudiar. Estoy en la de Bruno. —Lo imaginaba, ¿se puede poner un momento? —Creo que sí. Está discutiendo con su madre. Espera, que lo llamo. —Gracias. Un beso. —Otro para ti. Treinta segundos más tarde, sí que es el joven el que se pone al teléfono. —¿Pelirroja? —Hola, Bruno. Muy liado por lo que veo, ¿no? —Mi madre, que se empeña en meterse donde no la llaman. —Eso nos pasa a todos con nuestros padres. —Te aseguro que la señora Esperanza supera a todos los padres y madres del universo — concluye, resoplando—. ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema? —Eli ha desaparecido. —¿Cómo? ¿Que ha desaparecido? —Sí, me ha llamado su madre muy preocupada. Alba y tú no sabéis nada, ¿verdad? —No. Hemos estado aquí toda la tarde solos. —Lo imaginaba. Pero por si acaso... —Ha durado poco la normalidad. —Muy poco —resuelve Meri—. Bueno, sólo te llamaba para eso. Te tengo que dejar, que estoy muy liada. Dales muchos besos a Alba y a Ester cuando la veas ahora en tu casa. —¿Ester viene a mi casa? —¿No habéis quedado para estudiar juntos matemáticas? —No, que yo sepa. Habíamos hablado de hacerlo, pero no hemos quedado al final. —Ah. Pues... no sé. Tal vez he entendido mal —indica la chica, segura de haber entendido perfectamente lo que su amiga le ha contado hace unos minutos—. Bueno, que me voy. Nos vemos mañana. —Adiós, pelirroja. —Adiós. María cuelga y se queda pensativa. Paloma la mira expectante. Quiere saber de qué va todo aquello. E insiste en preguntarle a su novia. —¡Cuéntame qué ha pasado con tu amiga Elísabet! ¿Se ha fugado de casa? ¿La han raptado? ¿Se ha escapado con algún tío? —No lo sé. No sé qué ha pasado con Eli. Es un misterio. Como misterio es para ella y también para Bruno dónde ha ido Ester esa noche y por qué le ha mentido. En el 40 Café está la respuesta. Y alguna que otra pregunta más que de momento nadie está capacitado para contestar. |
- Пойду схожу за кофе, глядишь, он меня и взбодрит немного, а то я выжата, как лимон, – говорит мать Паломы, ласково гладя дочь по голове и целуя ее. – Оставляю тебя в надежных руках.
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© Перевод — Вера Голубкова