Fin de la jornada. Valeria y Raúl se marchan de clase a toda prisa tras despedirse de los demás. En cambio, ninguno de los dos le dirige la palabra a Elísabet. —Debes darles tiempo —dice Meri. —Nunca me perdonarán. Y están en su derecho. Pero no puedo evitar sentirme mal. Es duro que te rechacen. —A mí qué me vas a contar —indica Bruno, cabeceando. Ester, que camina a su lado, se siente aludida, aunque no está segura de que lo haya dicho por ella. —Raúl y Valeria han pasado por muchos momentos complicados —comenta Meri mientras salen del aula. Son los últimos—. Es lógico que no quieran tener más problemas. Bastantes han tenido ya. —Ya. Si lo comprendo... —Es que debes reconocer que se lo pusiste muy difícil. Si hasta manipulaste a Alba para que te ayudara a que rompieran. —Lo sabéis. —Sí. Estamos al tanto de todo. Nos lo explicó ella misma. Alba se ha convertido en una más del grupo —apunta la pelirroja—. Además de ser la novia de Bruno. El chico agacha la cabeza y sonríe con timidez. Aún no está acostumbrado a eso de tener novia. Se le hace muy raro. Hace nada, ni siquiera había besado a una chica. Y de buenas a primeras... Aunque no es con la que había soñado. Pero Alba le gusta, se lo pasa muy bien con ella y tiene esa manera tan suya de comportarse. —Me he enterado de eso. Me alegro de que os vaya bien. Es una gran persona. —Sí, lo es. —Dale un beso de mi parte. Quiero verla y pedirle disculpas también a ella. —Se lo diré luego cuando la vea. Los cuatro llegan a la puerta del instituto. Elísabet ve aparcado el coche de su madre, que la espera en la acera de enfrente. Era lo que habían pactado antes de entrar en el instituto. Ella iría a recogerla al finalizar las clases. —Chicos, me tengo que ir. Vienen a por mí —dice, mientras besa a todos, uno por uno—. Muchas gracias de nuevo por dejarme ser vuestra amiga otra vez. Me alegro de estar de vuelta. —Nosotros también nos alegramos. Ester es la última que se despide de Eli. Ésta levanta la mano desde el otro lado de la calle y los saluda a los tres antes de subir al coche. Luciendo una sonrisa agridulce, entra en el Hyundai de su madre y la besa en la mejilla. —¿Cómo te ha ido el día? Sin embargo, la joven se niega a responder. Por un lado está feliz de regresar al instituto y rehacer la amistad con los chicos. En cambio, por otro, se siente apenada: Valeria y Raúl no la han tratado bien. Ellos no han dado su brazo a torcer. Y le duele. Le duele de verdad. Aunque lo imaginaba. No ha sido ninguna sorpresa que se hayan comportado así. —¿No vas a contarme cómo te ha ido? ¿Qué tal con los Incomprendidos? ¿Qué te han dicho esos dos? Eli resopla. No tiene nada que decirle a ella. Saca la cabeza por la ventanilla y contempla cómo se aleja del edificio que tanto echaba de menos. Experimenta cierta melancolía. Será muy difícil recuperar el tiempo perdido y la confianza de sus amigos. Pero tiene una nueva misión y hará todo lo posible por llevarla a cabo. A pesar de que aquella chica rubia con coletas, vestida completamente de blanco, haya vuelto e insista en preguntarle una y otra vez cómo le ha ido la mañana con sus amigos los Incomprendidos. —¿Crees que hemos sido injustos con ella? —No. Tranquila. Hemos hecho lo que sentíamos. Valeria y Raúl caminan de la mano. Van a comer y a estar juntos hasta que el chico coja el tren a las cinco hacia Valencia. —Me siento algo culpable. No me encuentro muy bien. —Es comprensible. Ha sido una mañana llena de tensiones. Pero tú y yo sólo hemos sido coherentes con lo que pensamos. —No me puedo creer que haya vuelto. —Yo tampoco me lo esperaba. —Parecía tan... normal. La he visto hasta más guapa que antes de que todo esto pasara. Y mira que eso era difícil. Él también lo ha notado. Elísabet está preciosa. Y eso le ha hecho recordar a la chica de hace unos meses. A la que se llevaba de calle a todos los tíos que se le ponían por delante. ¿Qué habría pasado si le hubiera dicho que sí cuando le pidió que salieran juntos? ¿Se habría desencadenado lo que vino después? Ya nunca lo sabrá. Posiblemente, sí. La locura obsesiva de Eli no es culpa de ellos y tarde o temprano habría salido a la luz de una forma u otra. —Sí, está muy guapa y parece bastante recuperada. Pero no deja de ser una persona que ha intentado todo lo que estaba en su mano para que rompiéramos nuestra relación. —Lo sé. Es imposible olvidarlo. La pareja continúa andando hacia la cafetería Constanza. Están más serios de lo habitual. No hay risas ni besos. Ni se han dicho una sola vez lo que se quieren. Tampoco han hablado del corto ni del premio. La aparición de Eli les ha afectado. No sólo su presencia en el instituto, también la conversación del recreo y el que sus amigos le hayan otorgado un voto de confianza. En cierta manera, los que se sienten ahora solos y distanciados son ellos. Tal vez es lo que Elísabet pretendía. —Sigo sin fiarme de ella —insiste Raúl—. Seguro que tiene algo escondido en la manga que no ha contado. —¿Estará tramando algo? —Siempre trama algo. —Pero ¿con qué motivo esta vez? —No lo sé... A lo mejor... ya que no ha podido separarnos a nosotros, podría intentar separarnos de nuestros amigos. —¿Crees que puede hacer algo tan retorcido? —¿Lo dices en serio? Convenció a Alba para que la ayudara a conseguir que cortáramos..., así que me puedo esperar cualquier cosa de ella. —Es verdad. Y también te utilizó a ti. Eso lo lleva clavado dentro. Aquellos días en los que iba a su casa y comía con ella y con su familia para hacerla sentir mejor. Engañaba a Valeria, a la que estuvo mintiendo durante semanas. —Es un milagro que sigamos juntos después de aquella historia —indica el chico, apretando con fuerza la mano de su novia. Val lo mira a los ojos. Le brillan. No está acostumbrada a que él se emocione así. Y se contagia. También ella ha sufrido lo suyo. Sí, verdaderamente, es un milagro que continúen siendo una pareja. No sólo por el tema de Eli, también por lo de César. O lo de Marcos. Sus crisis siempre acaban bien y fortalecen la relación. —Espera —le dice la joven, deteniéndose—. Vamos a sentarnos ahí. Le señala un banquito vacío a un lado de la calle. Están cerca de Constanza, pero Valeria no aguanta más. Necesita contarle algo. —¿Y eso? —Hazme caso, por favor. Vamos a sentarnos. Raúl obedece sin comprender muy bien lo que sucede. De repente, los ojos de su novia se han iluminado. No es consciente de que los suyos también. Que ambos comparten un brillo muy especial. —A ver..., dime. ¿Qué pasa? —le pregunta, sentado a su lado. Valeria se pone la mochila sobre las rodillas y de uno de los bolsillos saca un paquete envuelto con papel de colores y un lacito rojo. —Toma. Es para ti. —¿Un regalo? —Te lo iba a dar luego, pero... quiero dártelo ya. Me parece el mejor momento para hacerlo. Mientras Raúl abre con gran curiosidad el paquete, a la chica se le humedecen los ojos. Es un milagro que estén juntos..., pero no sólo se trata de un milagro. Es más. Mucho más que un milagro. —¿Esto es... un atrapasueños? —le pregunta, contemplando con admiración un pequeño aro de madera que lleva una red atada a él y tres plumas colgando. —Sí. Lo compré cuando era una niña. Y no me ha ido mal. Estar contigo es un milagro... y un sueño. Mi sueño se hizo realidad, amor. —Eso es muy bonito. No sé qué decir... Gracias. Los dos se dan un beso en los labios, sin perder el brillo en los ojos. Uno de esos besos de los que van directamente al top diez de su lista. —Esta noche, lo pones en la cabecera de la cama del hotel y sueñas con que ganas el festival de cortos.— ¿Y así ganaré seguro? —Segurísimo. Los sueños buenos se quedan atrapados en la red y se cumplen en la vida real. Comprobado. —¿Ah, sí? —Sí. Está demostrado científicamente —responde Valeria con una gran sonrisa, mientras seca una lágrima que bajaba por su mejilla. —Y... ¿puedo soñar contigo? —A mí ya me has atrapado... Pero sí, cariño, tienes permiso para soñar conmigo. |
Конец учебного дня. Валерия и Рауль быстро выходят из класса, торопливо попрощавшись с остальными, но не сказав ни слова Элизабет. - Думаешь, мы были несправедливы к ней?
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© Перевод — Вера Голубкова