Recibe un último WhatsApp de Alba deseándole buenas noches y se da la vuelta en la cama buscando la postura idónea para dormir. Bruno coloca el móvil bajo la almohada y cierra los ojos. Piensa en ella. No en su novia, sino en Ester. No le ha hablado en todo el tiempo que han estado conectados a Skype. No es la primera vez, ni la segunda. Es como si ella tratara de esquivarle. Tal vez haya otro. Y no la culparía si fuera así. Aunque no puede evitar sentir cierto malestar. Las cosas entre ellos no son como eran hace unas semanas. Se han distanciado. Algo natural por otra parte después de lo que sucedió en marzo y que ahora guardan en secreto. Ese día de marzo ha amanecido nublado y ventoso. No se han dicho nada en todo lo que va de día, tampoco han tenido demasiadas oportunidades. Desde que llegaron al instituto sólo han intercambiado miradas. Bruno le ha estado dando vueltas toda la noche a lo que sucedió ayer. Ester le besó, le dijo que quería ser su novia y luego, desapareció corriendo. Después, sólo un mensaje: «Por favor, no me llames. Necesito pensar, estar sola. Lo siento mucho». El rostro de la chica indica que no lo está pasando bien. Anoche se atrevió a dar un paso adelante, sin embargo, tuvo que rectificar y retroceder. Por Bruno, por Alba, por ella misma. Su reacción estaba justificada, aunque los sentimientos permanecían ahí, inalterables. Pero no había otra solución. La campana del recreo genera el nerviosismo habitual en la clase. Tras el arrastre de mesas y sillas, los dos continúan allí. Prácticamente solos. Se miran y deciden al unísono que deben hablar. Es él quien se acerca hasta ella y juntos se van a un lugar en el patio al que nadie acostumbra a acudir en el recreo. Está en el lado opuesto a aquel en el que solían reunirse los Incomprendidos. Se sientan en el suelo y es Ester la primera que rompe el silencio. —Te quiero pedir perdón por todo lo que ha pasado. Últimamente, no acierto en nada de lo que hago. —No tienes que pedirme perdón. —Sí, Bruno. Tengo que hacerlo. Porque primero te pongo en un compromiso, luego te beso y al final salgo corriendo y te digo que no me llames. —Me gustó el beso. —A mí también me gustó —comenta Ester, bajando el tono de voz—. Pero... lo nuestro no puede ser. El chico se siente como si a un niño le dan el caramelo más rico del mundo y cuando se lo va a meter en la boca se lo quitan. No comprende nada. —No lo entiendo. ¿Por qué no puede ser? A mí me gustas desde hace mucho tiempo. —Lo sé. Y no sabes cuánto siento el haberte hecho daño. —¿Sabías que me gustabas? —Sí —reconoce, agachando la cabeza—. Pero cuando me mandaste aquella carta yo estaba enamorada de Rodrigo. De pronto, a Bruno le cuesta hasta tragar saliva. Sabía lo que sentía. En aquel año y medio, Ester estaba al corriente de su amor por ella. ¡Cómo pudo ser tan ingenuo! —He hecho el ridículo. —¡No! ¡Claro que no! La única ridícula he sido yo. Debí darme cuenta antes de que no sólo eras un buen amigo. Mi mejor amigo. Que significabas algo más. —¿Y entonces? ¿Por qué dices que lo nuestro no puede ser? —Porque no funcionaría. —¿Cómo lo sabes? —Lo sé —asegura Ester, con rotundidad—. Y si empezamos a salir y rompiéramos, eso significaría el final de nuestra amistad. No quiero perderte nunca, Bruno. —No tiene por qué ser así. ¿Por qué íbamos a romper? ¿Por qué hablamos del final de nuestra amistad? —Porque es lo que pasa siempre. Cuando dos amigos, muy amigos, salen y después rompen, también se acaba su relación de amistad. —Si piensas en romper antes de empezar... —Es una posibilidad que existe. Somos muy jóvenes, diferentes, amigos... El chico mueve la cabeza de un lado a otro. Sigue sin comprender a su amiga. Cada frase que suelta es un golpe directo al corazón. Lo tenía tan cerca. Algo con lo que lleva meses y meses soñando. ¡Nunca imaginó que Ester podría sentir eso por él! —Y si piensas de esa manera..., ¿por qué anoche me preguntaste si quería ser tu novio? —Porque... soy muy torpe. —¿Eres torpe por sentir algo por mí? —No. Soy torpe porque no paro de hacer cosas que perjudican a otras personas. —A mí me hiciste feliz cuando me dijiste eso. No me perjudicaste. Ester suspira cuando escucha aquello. Le apetece besarlo. Decirle que quiere arriesgarse y que no le importa el futuro. Que lo único que necesita es estar con él en el presente. Pero la decisión está tomada. Y es definitiva. —Lo siento, Bruno. No es posible —indica, tratando de mostrarse fuerte—. No voy a arriesgar nuestra amistad. —¿Estás segura? —Sí. Muy segura. —No estoy de acuerdo contigo. —No hay marcha atrás. Lo he pensado muy bien. No sigamos haciéndonos daño... ¿Amigos? —Quiero ser más. —Bruno..., por favor. No puede ser. No..., pero quiero que sigamos siendo amigos. Los mejores amigos. Te necesito a mi lado. Cómo puedes ser mi amiga, si por ti daría la vida. El joven mira hacia abajo resoplando. El sueño ha acabado. Siente impotencia y una fuerte angustia que le oprime el pecho. Pero es mejor ser su amigo que perderla para siempre. En el fondo, es lo que ha existido siempre entre ellos. —Yo... te quiero. —No lo pongas más difícil, por favor. Yo también... te quiero. Pero para ti, para mí, para nosotros... es lo mejor. —Es que... —Por favor, no sigas —le ruega Ester, tapándole la boca con la mano para que no continúe hablando. Bruno cabecea y, cuando la chica aparta la mano, asume el doloroso final de aquello que pudo ser y no será. —Está bien... Amigos. Un abrazo, sonrisas a medias y lágrimas contenidas. —Si no te importa, lo que pasó ayer, el beso y... todo lo demás, tendría que ser un secreto entre nosotros —indica Ester cuando se separan. —¿Un secreto? —Sí. No lo debe saber ninguno de nuestros amigos. Les afectaría y bastantes problemas hemos tenido ya en el grupo. En eso el chico sí está de acuerdo. Aquél es un asunto sólo entre ellos dos. Además, es mejor que Alba no sepa nada. A la chica del pelo azul sí que le dolería enterarse del beso de anoche, justo antes de que le llamara y le preguntara si quería salir con ella. Bruno evitó responderle sí o no. Quedaron en que hoy hablarían sobre ello. —Muy bien. Lo guardaré en secreto. —Es lo mejor. Los dos se miran en silencio y terminan sonriendo y dándose un nuevo abrazo. La alegría y la tristeza están repartidas de manera desigual. Bruno no para de darle vueltas a que ella siente algo por él y Ester no deja de culparse de lo mal que lo ha hecho. Pero siguen siendo amigos. En cambio, desde aquel día, las cosas cambiaron entre ellos. Se enfriaron. Nunca más hablaron del tema y el secreto de lo que sentían el uno por el otro y de aquel beso de marzo quedó guardado bajo llave. No puede dormir. Se destapa acalorado. El verano ya va pidiendo paso en esos días de finales de mayo. Bruno se gira una vez más y se tumba boca arriba. Coloca las manos detrás de la nuca y abre los ojos. De nuevo, Ester aborda su mente. Seguro que hay otro. Una chica así debe de tener mil pretendientes. ¿Debe importarle? Habría preferido que nunca le hubiera revelado sus sentimientos. Era duro, pero más sencillo antes de la noche del beso. Un pitido llega desde debajo de la almohada. Saca el móvil y lo examina con atención. Se trata de un mensaje de Twitter. Extrañado, lo abre y lee. Es de un usuario que se hace llamar «Anonimous25». No me olvido de ti, Corradini. Nunca podré olvidarme. Y algún día tú y yo ajustaremos cuentas. Te odio. Bruno resopla. Otra vez ese loco con sus amenazas. No tiene ni idea de quién puede ser. ¿Elísabet? Es una posibilidad. Le inquieta que haya alguien que se dedique a mandarle ese tipo de mensajes desde hace un tiempo. Que él recuerde, no le ha hecho nada malo a nadie. Al contrario, siempre fue a él a quien fastidiaban y maltrataban sus compañeros de instituto. Quizá no es un alumno de su centro. «Ajustaremos cuentas»... ¿Con quién puede tener cuentas pendientes? En cualquier caso, tiene otras cosas en la cabeza más importantes en las que pensar. Entra en el perfil de aquel Anonimous25 y lo bloquea, aunque está seguro de que regresará con otro nombre. Ya lo ha hecho otras veces. Y no le faltaba razón: muy pronto volvería a tener noticias de aquel enigmático personaje y de sus amenazas. —Hasta mañana. —Hasta mañana, mamá. La luz de su dormitorio se apaga. Alba posa la cabeza en la almohada y echa un último vistazo al teléfono. Siente la necesidad de mandarle un mensaje de buenas noches a su novio. ¡Pero si solamente hace cinco minutos que estaban hablando por Skype! Espera no resultarle pesada. Bruno se ha convertido en la persona más importante de su vida y cada minuto del día le apetece compartirlo con él. Me lo he pasado muy bien esta noche. La próxima vez, tú y yo solos. Que descanses, amor. Mañana nos vemos. Después de enviar el WhatsApp, deja el móvil sobre la mesita de noche y cierra los ojos. ¿Por qué está tan colgada de aquel chico bajito y testarudo? En ocasiones se lo pregunta. Bruno no es un tío diez en nada. Ni siquiera cree que llegue al siete. Y por el carácter de uno y otro discuten con frecuencia. Sin embargo, le encanta. Es más, le quiere. Le ama de verdad. ¿Está loca? Debe de estarlo, aunque su intuición le indica que no es la única. Está segura de que Ester también siente algo por él. —¿Hola? —Hola, Ester, ¿puedo hablar contigo? —Sí, claro. ¿Qué te pasa? Alba suspira. Aquel domingo ha sido muy intenso y la cabeza le va a explotar. Primero el beso en el estadio Vicente Calderón, luego, la confesión a Raúl de su relación con Eli y hace unos minutos... —Le he pedido a Bruno que sea mi novio. Lo ha soltado sin más rodeos, aunque conforme lo iba diciendo ha ido reparando en las consecuencias de ello. ¡Se ha atrevido a hacer algo así! ¡A pedirle a un chico que salga con ella! —¿Y qué te ha contestado? —pregunta Ester, tras un breve silencio. —Que mañana hablaríamos del tema. —¿No te ha dicho sí o no? —No. Me ha insistido en que algo así era mejor hablarlo en persona —responde Alba, bastante apenada. Ella imaginaba que tras el beso de esa mañana tendría el sí inmediato. Pero se ha encontrado con sus inesperadas dudas. ¿Es que no siente lo mismo? —Pues... no sé. —¿Tú has hablado con él? —¿Yo? No..., no. No sé nada de Bruno desde... no recuerdo la última vez que hablé con él. Las palabras de Ester llegan entrecortadas. Parece nerviosa. En realidad, está ocultándole a su amiga lo que ha sucedido hace un rato. Algo que no debería haber pasado nunca. Desde que ha vuelto a casa no ha parado de llorar. —Me da que me va a responder que no. —¿Por qué dices eso? —Porque si hubiera querido algo conmigo, no esperaría a mañana. —Son cosas que es mejor hablarlas cara a cara que por el móvil. —¿Tú crees que ése es el verdadero motivo? —Puede ser. Pero no estoy en la cabeza de Bruno... —Pero tú eres la que mejor lo conoce. Eres su mejor amiga. ¿De verdad que no te ha contado nada? Comprenderé si no me lo quieres decir... —Te prometo que no sé nada. Y la cree. Ester es de ese tipo de personas en quien se puede confiar. Más en un tema tan serio, en el que están sus sentimientos de por medio. En cambio, a pesar de lo que le dijo en la conversación que tuvieron las dos por la tarde, no está tan segura respecto a lo que su amiga siente por Bruno. —Perdona que te insista con lo mismo otra vez, pero a ti no te gusta, ¿verdad? —¿A mí? ¿Bruno? No. Claro que no. Ya te lo dije. —¿De verdad, Ester? Es importante para mí saber lo que sientes. —Te estoy diciendo la verdad. —Es que si te gusta a ti, yo no tengo nada que hacer. La conversación se está volviendo incómoda para las dos. Alba no puede evitar recelar de ella y Ester metió la pata antes con Bruno y ahora le está mintiendo a su amiga. —Es mi amigo. Sólo un gran amigo. No le des más vueltas. Te aseguro que entre Bruno y yo sólo hay amistad. Es y será siempre así. Dos meses y medio después, la inseguridad de Alba es menor. Quiere a Bruno y también confía en su amiga. Su historia de amor se ha consolidado y no recuerda un instante de su vida en el que haya sido más feliz. Cierra los ojos y sonríe, ajena a que la verdadera realidad es otra y que su historia de amor consolidada está sujeta con alfileres demasiado finos. |
Он получает последнее сообщение от Альбы с пожеланиями спокойной ночи. Бруно ворочается в кровати, ища удобное положение для сна. Он кладет мобильник под подушку и закрывает глаза. Парень думает о ней – не о своей девушке, а об Эстер. За все время, что Эстер находилась в скайпе, она не написала ему ни слова, и это уже не в первый и не во второй раз. Она как будто нарочно старалась избегать его. Возможно, у нее появился другой, и он не упрекнул бы ее, будь это так, хотя он не может не чувствовать определенного беспокойства. Тот мартовский день с утра выдался пасмурным и ветреным. Бруно не может уснуть. Ему жарко, и он сбрасывает с себя одеяло. Лето уже стучится в дверь в эти - Доброй ночи, до завтра. - Привет. Два с половиной месяца спустя неуверенность Альбы уменьшилась. Она любит Бруно и доверяет
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© Перевод — Вера Голубкова