No hay nadie en casa. Su madre debe de haber ido a cenar fuera con su nuevo marido, el padre de Meri. Cuando Valeria se enteró de la relación entre Mara y Ernesto no imaginó que todo iría tan deprisa. En menos de tres meses, el hombre se ha trasladado de Barcelona a Madrid, se han casado — en una ceremonia muy particular— y están viviendo juntos. Demasiados cambios en tan poco tiempo. —¿Quieres algo de beber? —le pregunta la chica a Raúl, caminando hacia la cocina. —No, gracias. La respuesta de su novio es fría. Le ha afectado todo lo que le ha contado Val al salir del cine mientras se comían la hamburguesa. Que César haya vuelto a aparecer no le resulta agradable. Es más, le molesta muchísimo. La joven regresa con una lata de Coca-Cola Light, se sienta junto a él en el sofá, da un pequeño sorbo y lo besa en la boca. Sin embargo, Raúl no está por la labor. —¿Qué te pasa? —Ya sabes lo que me pasa. —Lo de siempre —comenta resignada. —Sí, lo de siempre. Valeria resopla y da otro trago al refresco. Cruza las piernas y luego, los brazos. Aquella situación ya la han vivido otras veces. Ninguno de los dos está cómodo. —Yo no puedo hacer nada más —señala ella tras una pequeña pausa sin decir nada—. Con el que estoy es contigo. Y a quien quiero es a ti. —Pues parece que él no se entera de eso. —Pero yo no le hago caso. —Algo de caso le harás cuando sigue apareciendo una y otra vez para preguntarte si quieres cambiar de novio. —Mi novio eres tú. ¡Y por supuesto que no te quiero cambiar por nadie! Las palabras de Valeria no sirven para calmar a Raúl, que se levanta del sofá. Está nervioso. Lleva cincuenta y cinco días en tensión. Desde aquella lluviosa tarde de abril en la que tropezaron con César en la estación de la línea cinco. ¿Qué derecho tenía a decirle a su novia que también él la quería?— Me voy a casa —indica el joven, poniéndose de pie—. Estoy cansado. —No te vayas, por favor. Quédate un rato y hablamos del tema. —Es que no hay nada más de lo que hablar, Val. Ese tío no parará hasta que consiga lo que quiere.— Sí que parará. Dijo dos meses... —No me lo creo. —Yo sí le creo. Y los dos meses se cumplen en cinco días —sentencia con seguridad la chica, que, a continuación, sonríe—. Te quiero. ¿No vale que te lo repita cada día? Raúl suspira. Ve sinceridad en su mirada. En sus palabras. ¿Por qué duda tanto? ¿De qué tiene miedo? Todo continúa igual. Siguen juntos. Valeria es su novia y se quieren. No ha dejado de demostrárselo en ningún momento durante aquel tiempo. Entonces, ¿qué sucede? ¿A qué viene aquella extraña sensación? —Sí que me vale. Pero... —Pero ¿qué? —No sé. Siento algo raro en todo esto. Una mal presagio. Tal vez es que me estoy volviendo loco. La joven sonríe y tira de la pierna de Raúl para que vuelva a sentarse a su lado. Éste se deja caer en el sofá y ella lo abraza con fuerza. —Todos estamos un poco locos. —Mientras no lleguemos a lo de Elísabet... —No seas malo —protesta Valeria, golpeando su brazo—. Hace mucho que no sabemos de ella, ¿cómo estará? —No quiero saberlo. Después de todo el daño que nos causó, espero no volver a verla nunca más. —Fue nuestra amiga... ¿No te da un poco de pena? —¿Sinceramente? No. Ya me compadecí de ella y mira cómo me lo agradeció. Casi termina con nuestra relación. —Pues a mí sí me da lástima. Y pienso bastante en ella. Recuerdo cuando éramos inseparables y nos contábamos todo. —Eso queda muy lejos. —No tanto. El año pasado por estas fechas estábamos haciendo planes para el verano y temblando con los exámenes finales de cuarto. Esos exámenes salieron muy bien y ambas sacaron buenas notas. Entre otras cosas porque las dos se ayudaron mucho la una a la otra. Eran como hermanas. Hablaban de sus sueños, de chicos, de la ropa con la que se vestían o de lo que les gustaría ponerse. De que pasase lo que pasase serían siempre amigas. Sin embargo, la locura y el amor por el mismo chico terminó con aquella amistad. —Parece que la echas de menos. —Es que la echo de menos, Raúl —confiesa Valeria apenada—. Aunque quiero mucho a Meri, a Ester y a Alba, no tengo lo mismo con ellas que lo que tenía con Eli. —Me tienes a mí. —Lo sé. Y eres lo mejor que me ha pasado. —¿Entonces? —Es difícil de explicar... Muy difícil. Ella necesita una amiga de esas a las que poder contarle que tu novio tiene celos de otro chico y además, no le faltan razón ni motivos. A la que explicarle que, pese a quererle por encima de todas las cosas en el mundo, más de una vez ha tenido dudas. A quien confesarle que un descarado músico ha creado en ella una incertidumbre que la hace sentirse culpable. Le gustaría tener a una persona que le diga que no se preocupe por lo que le pasa, que es algo normal. Que pese a amar a alguien puede atraerte otro que muestra interés por ti. No es sencillo no tener a nadie a quien contarle que está hecha un lío desde hace cincuenta y cinco días. Y que, aunque aparente y transmita tranquilidad, su cuerpo se estremece cada vez que aparece ante ella. —Tenemos tiempo para que me lo expliques. —Entonces, ¿eso significa que te quedas un rato más? Raúl no responde con palabras. Le basta un beso. Y luego otro, y otro. Una colección de besos de todos los estilos y clases. Ella sacia su intranquilidad; él, sus dudas. —¿Qué hora es? —pregunta la chica, unos minutos más tarde—. Es raro que mi madre y Ernesto no hayan venido todavía. El joven examina su móvil pero lo encuentra apagado. Intenta encenderlo pero no funciona. Se ha quedado sin batería. —Mierda. Cada vez dura menos. Tengo que comprarme otro teléfono. —Espera... Valeria se incorpora y abre su portátil. Son casi las doce de la noche. —¿Me lo dejas un momento? —le pregunta Raúl, asomando la cabeza por encima de su hombro —. A saber desde cuándo está apagada la BlackBerry. Quiero mirar mi correo. —Claro, toma. La chica le entrega el ordenador, acompañado de un nuevo beso en los labios. El joven entra en su cuenta de Hotmail y encuentra un email nuevo recibido hace un par de horas. Es el que llevaba semanas esperando. ¿Qué dirá? ¿Lo habrá conseguido? Clickea en él y lo lee en voz baja. —No me lo puedo creer —comenta con las manos en la cabeza. —¿Qué pasa? —Soy finalista. —¿Cómo? ¿Finalista de qué? —¡Soy finalista del concurso de cortos! —exclama emocionado—. ¡Han elegido Sugus entre los finalistas del concurso de cortos de Valencia! —¡Qué dices! A ver... Los dos vuelven a leer el email, Valeria en voz alta, haciendo énfasis en las frases más destacadas. Estimado Raúl Besada: El jurado del Festival de Cortos de Valencia para Jóvenes Directores, en su decimosegunda edición, tiene el placer de comunicarle que su cortometraje titulado Sugus ha sido seleccionado como uno de los dos finalistas del certamen. Además, el correo detalla que el premio para el ganador será de tres mil euros y un curso de realización y dirección cinematográfica de un año de duración. Añaden que la final tendrá lugar ese mismo viernes por la noche en el Teatro Talía de Valencia y que cuentan con su presencia. También se especifica que el finalista tiene una habitación reservada en un hotel del centro para el jueves y el viernes. —¿Ése es el billete de tren? —pregunta Raúl, señalando un documento adjunto. —Creo que sí. Están en lo cierto. Aquel PDF es un billete para el AVE del día siguiente a las cinco de la tarde. El de vuelta está sacado para el sábado a las doce de la mañana. —Vaya. Sólo es para una persona —advierte el joven. —Ya. Mala pata. Me hubiera gustado ir. —Y a mí que vinieras. —Otra vez será. Seguro que habrá más premios. Tienes mucho talento. —Te echaré de menos. —Yo también a ti. —Puedo escribirle a la organización para ver si... —No. No te preocupes. Sólo son dos días —indica Valeria, sonriendo—. No pasa nada. ¡Lo importante es que eres finalista del concurso! —¡Sí! La pareja se abraza de nuevo. El chico continúa en estado de shock. Aquel festival de cortometrajes es uno de los más importantes para gente joven que se celebran en el país. ¡Y él es finalista! Es como un sueño. Una prueba de que todo el esfuerzo termina mereciendo la pena. ¿Y si resultase ganador? Sería increíble. Sin embargo, todavía queda la última prueba. Según dice el email son dos los finalistas. ¿Quién será el otro seleccionado? Dos horas antes, en otro lugar de la ciudad... Una chica con el pelo anaranjado sale de la ducha precipitadamente. Tras cubrirse con su albornoz azul, alcanza el teléfono móvil que había dejado junto al vaso con el que se enjuaga los dientes. Tiene un email. Cuando lo abre, tarda unos segundos en asimilar lo que ha conseguido. Emocionada, se sienta en el suelo y vuelve a leer aquel correo. Es un sueño: su corto es uno de los dos finalistas del concurso en el que tantas esperanzas tenía puestas. A una risa histérica le siguen varios gritos y un puñado de lágrimas. Por una vez, Wendy Minnesota no está en el bando de los perdedores. |
В доме – ни души. Мама, вероятно, пошла ужинать со своим новым мужем, отцом Мери. Когда Валерия узнала об отношениях Мары и Эрнесто, она и представить не могла, что все произойдет так быстро. И трех месяцев не прошло, как Эрнесто переехал из Барселоны в Мадрид, они с мамой поженились – свадьба, к слову, отмечалась в тесном кругу – и живут вместе. Слишком много перемен за такой короткий срок. Двумя часами ранее, в другом месте города... Девушка с ярко-рыжими как апельсин волосами поспешно выходит из душа. Надев свой синий
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© Перевод — Вера Голубкова