Aquello sí que no me lo podía imaginar. Fue tan sorprendente lo que Valeria me contó que me había quedado en shock. No lo sabía con seguridad, porque no se había hecho el test de embarazo y su retraso no era de muchos días, sólo de unas dos semanas. Sin embargo, estaba muy preocupada. Era tanto lo que habían sufrido Raúl y ella que, aquel día, cuando supieron que habían aprobado todo, ni se pararon a pensar en lo que estaban haciendo ni cómo. No usaron protección. Y ahora podían llegar las consecuencias. Le prometí cien veces no decirle nada a nadie, aunque creía que su novio lo debería saber. Ella me aseguró que si se confirmaba, se lo confesaría inmediatamente. La vida te puede cambiar en un minuto... Si Val estuviera embarazada, todo sería diferente para todos los que los queremos. Pero sobre todo para ella y para Raúl. ¿Cómo podría afrontar tener un hijo con diecisiete años? No sería la primera ni la última, pero... ¡Es que se trataba de Valeria! Antes de marcharme le dije que contara conmigo para cualquier cosa y que el día que decidiera hacerse la prueba estaría con ella. Caminando de regreso a casa, no podía pensar en otra cosa. Ni siquiera en Paloma o en Laura. Un hijo siendo adolescente..., ¿qué diría Raúl? Seguro que asumiría la responsabilidad con entereza. Su vida había estado llena de continuos sobresaltos que le habían llevado a ser una persona muy madura a los dieciocho. Iba tan ensimismada en mis pensamientos que casi no me di cuenta de que mi teléfono sonaba. —Hola, Bruno —respondí algo extrañada por su llamada—. ¿Qué tal? —Al final pasaste de lo que hablamos y decidiste romper con Paloma. Fue lo primero que me dijo, sin tan siquiera saludarme. No me gustó el tono que había empleado. Como si me estuviera regañando. —Te lo ha contado. —Con alguien tenía que hablar la pobre. Ya que tú ni siquiera le coges el teléfono ni te atreves a aparecer por el instituto. Sus palabras me hicieron daño. En parte, llevaba razón. Paloma tenía derecho a hablar y a desahogarse con él. Pero si había tomado la decisión de alejarme un poco de ella lo hacía para no provocar más conflictos entre las dos. —Bruno, estoy en la calle. No puedo hablar ahora. Si quieres luego... —Con quien deberías hablar es con ella. Y solucionarlo. —¡No tengo nada que solucionar! —exclamé nerviosa—. Hemos roto. No siento por ella lo que sentía cuando la conocí. —Normal. Nada es como al principio. Los sentimientos van cambiando. —No, no es normal. Sólo llevábamos seis meses saliendo. Debería estar más ~ 52 ~ enamorada que nunca de Paloma. Y no es así. —Le has roto el corazón, Meri. Y él se estaba encargando de que no lo olvidara. La verdad es que la insistencia de mi amigo me molestaba. Me daba rabia que me lo repitiera una y otra vez y que no tuviera en cuenta mis sentimientos. —Bruno, voy camino de mi casa. Si quieres cuando llegue te llamo y hablamos. —No. Ya te llamaré yo. Y me colgó el teléfono sin más. Si ya estaba molesta con él, aquel feo gesto me terminó de enfadar por completo. No era quién para juzgarme o para acusarme de haber roto con Paloma, por muy amigo que se hubiera hecho de ella. Estuve tentada de llamarle para recriminarle su actitud, pero decidí no hacerlo. Discutir con Bruno era imposible y yo no tenía la cabeza como para enzarzarme en una pelea telefónica en mitad de la calle. Así que lo dejé para un momento mejor. Cuando llegué a casa, me abrió mi madre, que ya había llegado. Mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que no estaba sola. En mi habitación había alguien esperándome. Paloma llevaba allí diez minutos. —¿Sabes si está bien? —me preguntó en voz baja—. La he notado un poco rara. No le contesté. Me dirigí a mi cuarto a toda prisa y entonces la vi sentada en mi cama. El corazón me dio una punzada y me puse nerviosa. Era la primera vez que nos encontrábamos desde que habíamos roto. Se había recogido el pelo en una coleta y llevaba un bonito vestido celeste. Aunque tenía los ojos un poco hinchados, seguramente de llorar, estaba muy guapa. En cuanto me vio se levantó y se lanzó a mí. Me abrazaba tan fuerte que me hacía daño. Después intentó besarme, pero no lo permití. Le pedí que se alejara y volvió a sentarse en la cama. Yo lo hice en una silla frente a mi escritorio. No paraba de mirarme, con las pupilas vidriosas, a punto de romper a llorar. —No deberías haber venido. —¿Había otra forma de verte o de hablar contigo? Ni siquiera has ido al instituto hoy para no verme. —No ha sido por eso. —¿No? ¿Y por qué ha sido? —me preguntó temblando—. Nunca faltas a clase, pelirrojita. —No me encontraba bien. No estaba mintiéndole. Realmente, no me encontraba bien. Aunque tampoco estaba diciéndole la verdad. No me encontraba bien por pensar que la tendría que ver en el instituto. —Yo estoy muy mal. No puedo dejar de pensar en ti. —Siento que estés pasando por esto por mi culpa. —¿Qué tengo que hacer para que vuelvas a quererme? —preguntó desesperada—. Bruno me ha dicho... que ya no me amas. Que se te había... pasado... ~ 53 ~ lo que sentías. Bruno se lo había contado. No quería que se enterara. No quería que supiera que lo que sentía por ella se había esfumado. Pero mi amigo se había metido más de la cuenta en donde no le llamaban. —Te sigo queriendo, pero de otra manera. —No hace falta que lo ocultes más. Ya no te gusto. —Claro que me gustas. —No es verdad. Soy horrible. —Paloma, no digas eso. Sabes que no es verdad. De nosotras dos, tú eres la guapa... ¡Mírate! ¡Eres una chica preciosa! —Entonces, ¿por qué has dejado de quererme? Su agonía se percibía en cada una de sus palabras. Era muy difícil saber qué hacer o qué decir en cada momento sin herirla. Yo tampoco me encontraba bien. Trataba de ser fuerte, de mostrarme firme y entera. En cambio, por dentro sufría como ella. Verla así me dolía de verdad. —No lo sé. —Seguro que sí lo sabes. —Te prometo que no. No sé qué me ha pasado. Las dos nos quedamos calladas. En mi caso era porque no tenía más explicaciones que darle. No había un motivo exacto, ni un detalle concreto, que hubiera cambiado mis sentimientos. —¿No podemos volver a intentarlo? Haré lo que sea para que estés bien. Para que todo vuelva a ser como antes. —Nada será como antes. —Si lo intentamos... —No, Paloma. No puede ser. —Sí que puede ser. Tú me has dicho muchas veces que todo en la vida es posible. Que me querías... ¿Por qué no puedo estar contigo? Si yo estoy enamorada de ti. Si por ti lo he dado todo... No lo... entiendo. Tartamudeaba cuando hablaba. Sobrecogida. Noté que el labio le temblaba y que apretaba con fuerza los puños. Me sentía impotente por no poder hacerla sentir mejor. Por ser el problema y no la solución. —Encontrarás a alguien que... —No quiero a otra —me interrumpió—. Te quiero a ti. Sólo quiero estar contigo. ¿No lo comprendes? —Lo comprendo. Pero... —¡Te quiero, pelirrojita! ¡Y necesito que me quieras! —exclamó poniéndose de pie y acercándose a mí. Se lanzó con tanta fuerza sobre mí que la silla se quebró y las dos nos caímos ~ 54 ~ al suelo. Me golpeé la espalda y la nuca. Rápidamente, me llevé la mano a la cabeza para ver si sangraba. No había sangre. Pero tenía a Paloma encima de mí. Ella no se había hecho daño porque mi cuerpo había amortiguado su caída. —Lo siento —dijo sujetándome las manos. No podía moverme. —Por favor, deja que me levante. —Prométeme que me darás una oportunidad. —No puedo prometerte eso. —Prométemelo. ¡Venga! ¡Que me lo prometas! Nunca la había visto así. Su expresión era totalmente diferente y sus ojos incluso daban miedo. No la reconocía. Aquélla no era la chica de la que me había enamorado. —Paloma, déjame levantarme. Me estás haciendo daño en las costillas. —Quiero que seamos una pareja feliz. Unas novias que se quieran y que lo den todo la una por la otra. ¡Por eso tienes que prometer que me darás otra oportunidad! —No puedo... Me apretaba las manos para sujetarme y me hacía daño. Aquello había sobrepasado cualquier límite. Había perdido los nervios totalmente. Me empezaba a dar miedo y no sabía hasta dónde era capaz de llegar. Afortunadamente, llamaron a la puerta. Eso la despistó y pude soltarme. Me incorporé rápidamente y abrí. Era mi madre. —¿Estáis bien? —me preguntó algo preocupada—. He escuchado un ruido y... —Sí, es que se ha roto la silla. —¿Y eso? ¿Os habéis hecho daño alguna? —No, no te preocupes. Estamos bien, mamá. Me he sentado con mucha fuerza y no lo ha soportado. Era una silla muy vieja. Mi madre asintió y miró confusa a Paloma. —Habrá que comprarte una nueva —indicó recogiendo la madera rota del suelo—. ¿Quieres algo de merendar, Paloma? —Bueno... —Paloma ya se iba, mamá. Y yo me tengo que poner a estudiar. —¿Seguro que no te quedas a merendar? La chica me miró para consultarme y aparté la mirada en señal de negación. —No, no te preocupes. Me tengo que ir ya. Yo también tengo que estudiar. —¡Si acabamos de empezar el curso! Sí que han comenzado duros este año. Os vais a tener que poner las pilas. —Sí... —Te acompaño a la puerta —le dije a Paloma, intentando disimular que no había sucedido nada. Fui con ella hasta la salida de casa. Le abrí la puerta, ella salió del piso y, antes de que pudiera hablar, le dije adiós y cerré. Durante varios segundos estuvo pidiéndome disculpas y sollozando. Había perdido los nervios y sólo quería otra ~ 55 ~ oportunidad. No respondí. Estaba temblando por lo que acababa de pasar. Me fui a mi habitación y me encerré en ella. Llamó varias veces a mi móvil, pero no lo cogí. Aquello se estaba convirtiendo en una pesadilla. Una horrible pesadilla que no había hecho nada más que comenzar. |
Такого я и представить себе не могла. Я была в шоке – настолько поразительным было то, что поведала мне Валерия. Вал не знала точно, беременна ли она, потому что еще не делала тест на беременность, и ее задержка была недолгой, всего две недели, но, тем не менее, я разволновалась. Вал с Раулем столько пережили, что в день успешной сдачи всех экзаменов, они не задумывались о том, что делали и как. Они не пользовались презервативом, и теперь могли наступить последствия. |