Mi corazón también será tuyo para siempre. Gracias por hacerme sentir tan bien. Ahora te veo, guapa. Valeria lee el WhatsApp de vuelta que le ha enviado Raúl con una gran sonrisa en la cara. ¡Qué ganas tiene de besarlo! Entra en la estación de Tirso de Molina y espera a que llegue el tren. Se queda en uno de los extremos de los andenes y se sienta en un banco, nerviosa. Va a ver a su chico después de tres días ausente. Es una pena que no haya ganado el concurso de cortos, pero ya tendrá más oportunidades. De eso está segura. El metro todavía tardará en llegar tres minutos, según indica el panel que ve a lo lejos. Sin embargo, no sólo se fija en aquel cartel luminoso que anuncia los tiempos de espera. En el otro extremo del mismo andén, observa como una chica morena y delgada entra y se sienta en el último de los banquitos que hay junto a las vías. Debe de ser una alucinación... ¡Es Elísabet! Maldita sea. Qué oportuna. No quiere que la vea. Pero no hay nada tras lo que poder esconderse. Así que se tapa la cara con el bolso y espera tener suerte. ¿Qué hará allí? Valeria no sabe que se ha vuelto a escapar de casa y que su destino también es la estación de Atocha. Quiere hablar con ella y con Raúl. Y quizás algo más. La chica consigue su propósito, el tren llega y Eli no la ha visto. Espera a que ella entre en el vagón para hacerlo después. Una en cada lado, en extremos diferentes, pero con el mismo destino. Son sólo tres paradas hasta Atocha Renfe. Está inquieta porque se encuentra en el mismo tren que Eli y no tiene ninguna intención de hablar con ella. No está enfadada ni le guarda rencor, pero no la quiere en su vida de nuevo. Se lo hizo pasar muy mal y le dio varias oportunidades de arreglar la relación, que ella despreció en su día. Hasta intentó pegarle aquella vez que fue a verla a su casa y tuvo que salir corriendo. Con un poco de fortuna irá a otra parada y no se la encontrará cuando salga. Aunque tiene una corazonada, ¿y si va también a la estación? Es muy extraño y demasiada casualidad que coincidan en ese tren, a esa hora. Todo son especulaciones y paranoias. No quiere pensar más. Ya se ha comido mucho la cabeza durante los días en que Raúl no ha estado. Seguro que su novio se enfada un poquito cuando le cuente lo que ha sucedido con César, pero sabe cómo arreglarlo. Aunque seguro que lo que más le alegra es cuando le cuente que su amigo se marchará fuera de Madrid una temporada y no volverá a tirarle los tejos. Es una buena solución, a pesar de que, en el fondo, también lo echará de menos. La voz de megafonía anuncia que la próxima parada es la suya. Se levanta y se coloca frente a la puerta. El movimiento del vagón, la presencia de Eli y los nervios por ver a Raúl de nuevo le provocan un cosquilleo incesante en la boca del estómago. El tren se detiene, pulsa el botón y la puerta se abre. Sale y mira hacia su derecha. Elísabet también se ha bajado y está mirando a su izquierda. Y ahora sí que se da cuenta de la presencia de Valeria. —¿Qué vas a hacer? ¿Te la vas a quitar de en medio? Elísabet baja las escaleras de Tirso de Molina sin prestar atención a la chica rubia con trenzas que está a su lado. —No puedes hacer eso. Es delito. Matar a una persona también es un pecado. Lo dicen los mandamientos. ¿Crees que de esa manera yo desapareceré? Pero la joven no tiene intención de escuchar las protestas de aquella estúpida que le está amargando la existencia. Desde esa mañana, cuando se despertó, no ha dejado de hablarle y de perseguirla. Nadie imagina lo que está sufriendo. Lo que tiene que disimular para que sus padres no se den cuenta de que sigue con ella. Eso se va a terminar hoy. Ese primer sábado de junio, Alicia será historia. Entra en el vagón y se sienta. Ve a la chica rubia enfrente, apoyada en la puerta de salida. ¿Cómo es posible que no sea real? Es increíble lo que la mente puede llegar a hacer. No nota ninguna diferencia entre ella y el resto de las personas que viajan en ese vagón. —Sé lo que estás pensando. Todavía tienes dudas de que yo no exista, ¿verdad? Es comprensible. Y si quieres, te doy la respuesta: soy real. No, no lo es. No es real. Ella es sólo un producto de su imaginación. No existe. Sin embargo, hasta la ve reflejada en el cristal del tren. Es una locura. ¿Debería volver a la planta psiquiátrica del hospital? ¡No! Se niega. No volverá a aquella cárcel. Su vida está fuera de allí, con Ángel. Cuando se levantó esa mañana tuvo la inmensa necesidad de hablarle, de decirle que se había enamorado de él. ¡Mucho más de lo que se enamoró de Raúl! Pero ni siquiera tiene su móvil. ¿Por qué no se lo ha dado? Cuando lo vuelva a ver será lo primero que le diga. Anuncian Atocha Renfe como la próxima parada. —¿Estás segura de lo que vas a hacer? Todavía puedes dar marcha atrás. Piénsatelo bien, Eli. Soy tu amiga y sé qué es bueno y qué es malo para ti. Una vez más, pasa de ella. Le duele la cabeza de escucharla, pero ya le queda poco. Alicia está a punto de irse para siempre. El tren se detiene, la puerta se abre y Eli baja. En cuanto pisa el suelo de la estación, mira a su izquierda buscando la escalera que la lleve hasta arriba. Y entonces, la ve. Valeria está en el otro extremo y también se ha dado cuenta de su presencia. Es el destino. Allí tiene que ser. —No lo hagas, por favor. Elísabet, no cometas el mayor error de tu vida. A Val no le queda más remedio que ir hacia ella. Justo delante de Eli se encuentra la escalera que conduce a la estación de Atocha. Trata de caminar deprisa para subir antes, pero es imposible porque la otra chica está mucho más cerca. Su antigua amiga la espera al pie de la escalera. El metro se marcha y sólo quedan ellas dos en las vías. En tres minutos pasará el siguiente tren. Eli y Valeria se miran, frente a frente. —¡Hola, nena! ¡Qué casualidad encontrarnos aquí! —Sí, el mundo es muy pequeño. —¡Y tanto! Como una mandarina. Valeria hace el intento de pasar, pero la otra chica se lo impide. Trata de esquivarla, sin embargo Elísabet no está dispuesta a que se marche. Resopla y se resigna. No le va a quedar más remedio que escuchar lo que le tenga que decir. —¿Qué quieres, Eli? —Hablar contigo. Creo que nos quedan temas pendientes. —Habla. Pero rápido. Tengo prisa. —¿Por qué no quieres volver a ser mi amiga? —Eso lo hablamos el otro día y ya te dije lo que pensaba. Elísabet se peina nerviosa. Mientras habla con Valeria, Alicia le está haciendo gestos y le ruega que no haga lo que tiene intención de hacer. —¿Sigues pensando que estoy loca? —No sé si estás loca o no. Simplemente es que ni Raúl ni yo queremos que vuelvas a nuestras vidas. Nos hiciste mucho daño. —Pero eso es pasado. Creo que merezco otra oportunidad. —Ya tuviste otra oportunidad. Intenté acercarme a ti y Raúl también, y tú no quisiste. A él, hasta lo utilizaste. —Porque lo quería. Perdí la cabeza. Se me fue de las manos. Pero ahora todo ha cambiado. Quiero a otro chico. Aquella confesión deja boquiabierta a Valeria. ¿Otro chico? ¿Qué otro chico? Seguro que se lo está inventando. En ese instante, el tren en sentido opuesto llega y recoge a los pasajeros del otro lado de la vía. Las dos se quedan a solas en la estación de metro de Atocha Renfe. —Me alegro por ti, Eli. Espero que seas muy feliz con ese chico. Aunque eso no cambia nada. —Eres una cabezota. —Tal vez lo sea. Pero lo he pasado muy mal por tu culpa y no quiero que se repita. —¿No me das otra oportunidad, entonces? ¿No me la merezco? Alicia le hace aspavientos con los brazos, desesperada. Se coloca a su lado y le pide por favor que no lo haga. Que cambie de opinión. —No. Lo siento. —Está bien. Yo también lo siento. Todo ocurre muy deprisa. Elísabet da un grito y como si de un jugador de fútbol americano se tratase, embiste a Valeria con todas sus fuerzas llevándola hasta el andén. Las dos se quedan al borde de la vía. —¿Qué haces? ¡Estás loca! —grita Val—. ¡Suéltame! —¡No lo hagas, Eli! Ni las palabras de Alicia ni los gritos de Val para que la deje sirven para frenar a la chica. Con el odio desatado, reuniendo todas sus fuerzas, empuja a su antigua amiga al andén, un minuto antes de que el tren llegue. Valeria cae de espaldas y se golpea la cabeza con el hierro de la vía. La joven yace inconsciente, mientras la sangre empieza a teñir de rojo la brecha. —Pero ¿qué has hecho, insensata? ¡Sácala de ahí! —¡No! Cuando ella desaparezca, tú también lo harás. —Te equivocas. Si yo existo, es por ti, no por Valeria. Ayúdala o te pasarás el resto de tu vida en la cárcel. Sin embargo, Elísabet no tiene ninguna intención de salvar a la chica que continúa sangrando, tirada sobre las vías. De fondo, se escucha el ruido del tren que viene de camino. —¿En serio quieres que muera? Esa voz no es la de Alicia. Es una voz masculina y conocida. Eli contempla la figura de Ángel al otro lado del andén. No puede ser... Él no puede estar ahí. —¿Qué haces tú aquí? —He venido a verte. —No lo comprendo. ¿Cómo sabías que estaba en esta estación? ¿Cómo me has encontrado? ¿Cómo eres capaz de aparecer de la nada sin que me haya dado cuenta? —¡Ya te dije que no existía! —exclama Alicia, saltando como una loca—. ¡Ese tío no existe! ¡Date prisa y salva a tu amiga! No entiende nada, pero al mismo tiempo lo comprende todo. ¿Ángel también es fruto de su imaginación? ¡No puede ser! ¡No es posible! ¡No es posible que él no exista! Lo ve, lo siente. Hasta le ha dado un beso. ¿Cómo puede ser tan real? Si él no existe, su vida no tiene sentido. Ya nada lo tiene. Nunca se curará. Nunca se pondrá bien. ¡Su locura será eterna! Se lleva las manos a la cabeza y mira hacia abajo, donde Valeria permanece inconsciente. El metro no tardará ni treinta segundos en llegar. —Te has equivocado de persona. La que debería estar ahí eres tú, no esa pobre chica —le dice Ángel con voz dulce. Aquel chico tiene razón. Ahora lo ve todo claro. No existe Alicia ni existe Ángel. Todo es por culpa de su cabeza. Algo no funciona bien en su mente. No es por culpa de Valeria, ni de Raúl ni de sus padres... Ella es la que está mal y siempre será así. Siempre. Será. Así. No tiene cura. Lo ha fastidiado todo. No sólo está loca, sino que también se va a convertir en una criminal. —Vamos, salta a por ella. No te conviertas en una asesina. —Eres tú la que debe estar ahí, no Valeria —repite Ángel. Aún puede arreglar algo su destrozo. Da un salto y aterriza de pie en las vías. Debe darse prisa porque no tiene mucho tiempo. Esforzándose al máximo, mueve a Valeria a la otra vía, apartándola del peligro. La luz del tren ya se ve al otro lado. Algunas personas que acaban de llegar a la estación observan la escena y gritan despavoridas para que el convoy se detenga. Pero es tarde. Elísabet tiene la locomotora frente a ella. Sólo es un segundo... ¿Merecía la pena seguir viviendo? |
Мое сердце тоже навсегда будет твоим. Спасибо за то, что сделала меня счастливым. Скоро увижу тебя, моя красавица. - Что будешь делать? Убьешь ее? Вал не остается ничего иного, как пойти в сторону Элизабет. Лестница, ведущая к вокзалу Аточа, находится прямо перед Эли. Девушка старается идти не спеша, чтобы Элизабет успела подняться, но это невозможно, потому что она уже совсем близко. irse de las manos – здесь: выйти из себя |