Tú tenías razón. Félix Nájera es el que te envía los anónimos. Lo acabo de descubrir. ¡Lo sabía! Aquel WhatsApp de Ester confirma sus sospechas. Aunque en realidad, estaba muy claro. Bruno camina muy nervioso por la habitación de su novia. Está hiperactivo. ¿Cómo se habrá enterado su amiga de aquello? —Tranquilízate. —Ya os lo dije. Os lo dije. No entiendo como no me di cuenta antes. Ese tío está loco —le dice a Alba, que está a su lado de pie, observando como llama por teléfono a su amiga. Han quedado para estudiar juntos en el piso de la chica. Luego darán un paseo por el Retiro para despejarse, comerán en su casa, volverán a estudiar toda la tarde y cenarán en el Foster’s Hollywood de Ópera. Sábado en pareja. Todo lo ha planificado él. Si quiere enamorarse de Alba, necesita hacer muchas cosas con ella. —No lo coge —indica inquieto—. Estoy preocupado. A lo mejor está con él. —Pues no te preocupes. Ester sabe cuidarse bien solita. —Ese tío no me ha dado nunca buena espina. Voy a llamarla otra vez. Pero mientras marca, recibe otro WhatsApp. No puedo hablar por el móvil, estoy en su casa estudiando. Ahora mismo no está en la habitación pero no tardará en llegar. No sé qué hacer. —Mierda. Está en su casa. —No pasa nada. No se trata de un asesino en serie ni de un violador. Sólo es un chico obsesionado contigo. —¿Sólo? Parece que lo estás defendiendo. —No lo defiendo, pero exageras —indica Alba—. Ya sabes quién es. Pues el lunes cuando lo veas le preguntas qué le pasa contigo. —No puedo esperar al lunes. Dame la dirección y te paso a buscar. Alba se lo queda mirando molesta cuando le envía aquel mensaje a Ester. Sigue sin comprender por qué plantea la situación como una tragedia. —¿Y el Retiro? —Tendremos que dejarlo para otro día. Esto es importante. —¿Tan importante como para cambiar nuestros planes? —Sí. —¿Por qué es más importante esto que lo que habíamos planeado? —Porque no sabemos qué intenciones tiene ese loco. Y Ester está con él. —¿Qué intenciones, Bruno? Es un chaval de nuestra edad. No creo que tenga permiso de armas ni que vaya a atacarla con un hacha. —No me puedo creer que no lo entiendas. Ester también es tu amiga. —Es mi amiga. Pero ¿qué es para ti? El pitido de su móvil anuncia que tiene un nuevo mensaje. La chica le ha enviado la dirección de Félix Nájera. —Una buena amiga —termina respondiendo. —Me parece que no, Bruno. Esto siempre va a ser igual. Cuando no sea por un chico será por otro. Nunca vas a dejar de quererla. —Ahora no hay tiempo para esto. ¿Vienes conmigo? —No. Me quedo. —Como quieras. Me voy. —No es que no vayas a enamorarte de mí, Bruno —le suelta—. Es que nunca vas a desenamorarte de Ester. Estás enganchado a ella. —Luego hablamos. El joven le da un pequeño beso en los labios a su novia y se marcha de su casa. No sabe si ella está en lo cierto ni si la razón por la que acude al rescate de su amiga es porque sigue queriéndola. Tampoco va a pensarlo ahora. Lo único que desea en ese momento es que se encuentre bien y darle un abrazo. No se fía nada de ese impresentable de Félix Nájera. Siente sus pasos. Guarda rápidamente el teléfono en un bolsillo del pantalón y cierra Twitter. No quiere que se entere de que lo sabe. Por lo menos, no ahora. Se terminó todo. Ya está segura de que aquel chico no es de fiar. No sólo le ha mentido, sino que se dedica a cosas como amenazar a otros por la espalda. ¿Cómo pudo tener ayer tanta sangre fría como para no decirle la verdad cuando le preguntó si era él el que estaba detrás de los anónimos a Bruno? Si antes le gustaba, ahora lo detesta. La puerta de la habitación se abre. Félix aparece con un par de vasos llenos de zumo de naranja. Está muy sonriente. —Te he traído esto para pedirte disculpas por presionarte antes con las asíntotas. —Muchas gracias —dice Ester, agarrando el vaso que él le entrega. —Es zumo natural. Mi madre lo ha hecho antes de volver a irse. —¿Se ha ido? —Sí. Le faltaba comprar en la pescadería. Hoy quiere hacer salmón a la plancha para comer. Así que están solos. Eso no tranquiliza mucho a la joven, que intenta mostrarse calmada. No sabe cómo puede reaccionar ese chico, después de lo que ha descubierto. Sólo espera que no intente nada con ella. Lo mejor será seguirle la corriente con las matemáticas. —No me gusta demasiado el salmón. —A mí me encanta. Es uno de mis pescados preferidos —comenta, sentándose junto a ella—. ¿Has mirado eso? —¿Lo de las asíntotas? Sí. No me entero de nada. —Vaya, con lo sencillo que es. —Yo soy muy torpe. Ya lo sabes. A pesar de que trata de que no se le note el nerviosismo, presenta varios síntomas de intranquilidad. Se sopla el flequillo con frecuencia y aparta la mirada de la suya. No es fácil para ella estar allí. Tampoco puede decirle que se va, porque entonces sí que notaría que algo raro está pasando. ¿Y si no la dejara salir de su casa? Ya le sucedió una vez con Rodrigo. Definitivamente, no tiene buen ojo con los tíos. Y lo peor de todo es que tenía al mejor a su alcance. —A ver, voy a explicártelo todo bien. El chico se dirige de nuevo al ordenador con el vaso de zumo en la mano. Entra en el historial para ir más rápido y no volver a buscar la web de las funciones en Google y descubre que la última página visitada es Twitter. Pincha en ella y se da cuenta de que no había cerrado la sesión que efectuó con el usuario «ÁngelExterminador». Se maldice a sí mismo y mueve la cabeza lentamente adelante y atrás. Entonces, con gesto contrariado, mira a Ester, que sigue sentada a la mesa. Ésta también lo mira a él. Se terminaron los secretos. Ambos saben que el otro ya conoce la realidad de la situación. —No entiendo por qué has hecho algo así —comenta Ester temblorosa—. ¿Qué pretendías con eso? Si Bruno te caía mal, haber pasado de él. —No lo comprendes. —Tienes razón. No lo comprendo. El joven aprieta mucho los labios y gesticula en silencio con las manos. Luego, sonríe y se sienta junto a Ester, que se sobresalta al tenerlo tan cerca. Le gustaría salir de allí corriendo, pero prefiere aguardar y conserva la calma. Teme la reacción de Félix. —Tú no sabes lo que cuesta ser el número uno en algo. En el instituto, en el ajedrez, en todo lo que hago... No me conformo con ser un simple secundario. —¿Y qué tiene eso que ver con que le mandes anónimos a Bruno? —Ese estúpido me ha fastidiado tantas veces... Es como si yo fuera Holmes y él Moriarty. O viceversa. Lo más triste es que ni siquiera competía conmigo. No trataba de conseguir más que yo. Pero en ocasiones lo conseguía. Con trampas, con suerte, con acierto o quién sabe por qué... había veces que me superaba. No he soportado a Corradini desde el primer minuto. Y mucho menos desde que comenzó esa historia rara que os traéis entre manos. —¿Qué historia rara? —Esa relación tan extraña que tenéis —dice, encogiéndose en la silla—. Siempre he detestado que él estuviera más cerca de ti que yo. Me ponía enfermo. Juntitos. Felices. Cómo lo odiaba por tener algo que yo soñaba tener. —¿Todo esto es por mí? —Todo esto es por él. Y por mí. Tú eras el gran trofeo. La prueba final. Cuando te besé el otro día, gané. Me vengué de ese capullo. Aunque debo reconocer que estoy enamorado de ti desde que te vi por primera vez. La chica le oye hablar y siente escalofríos. Su tono de voz le da miedo. Está preparada para largarse corriendo en cuanto pueda, pero debe estar menos cerca de ella por si acaso intenta frenarla. —A mí me gustabas en serio. Te habría dado una oportunidad. —Bueno, las cosas no siempre salen como uno quiere. —Pero salen mejor si no haces cosas como las que has hecho. —Yo siempre te querré. —Eso es mentira. Tú sólo te quieres a ti mismo y a tu ego. —Nunca me he querido a mí mismo —la contradice, introduciendo los dedos bajo sus gafas y frotándose los ojos—. Al contrario. Me odio. Si me quisiera tanto, no haría lo posible por tratar de ser el mejor. Aquello suena a locura. Aquel chico no está bien de la cabeza. O al contrario. Quizá sea la persona más lúcida del mundo. En cualquier caso, su historia con él ha finalizado. —Eras inalcanzable para mí —prosigue Félix—. Pero al ver que te enamoraste de Corradini, me dije... ¿por qué no puede enamorarse de mí? Yo soy mejor que él. —¿Cómo sabes que estaba enamorada de Bruno? —Os vi besaros y escuché que se lo decías. —¿Nos espiaste aquella noche? —Bueno, en realidad, me encontré contigo por casualidad y decidí seguirte. —¡Tú no estás bien! El grito de Ester altera a Félix, que comienza a tener hipo. Se tapa la cara con las manos y a continuación la boca. —Lo siento... Hip. Yo te quie... Hip. —Me voy, Félix. —No, no te va... Hip. Pero la chica no le hace caso. Aprovecha la confusión y corre hasta la puerta de la casa. El joven la persigue pero es demasiado tarde. Ester logra escapar de él y sale a la calle lo más rápido que puede. Casi tropieza con Bruno, que acaba de bajar de un taxi. Cuando lo ve, se lanza a sus brazos. —Tranquila, estás conmigo —le susurra el joven al oído—. ¿Te ha hecho algo? —No. Estoy bien. —¿Seguro? —Sí. De verdad, Bruno. Gracias por venir. Los dos permanecen abrazados unos segundos frente al portal de la casa de su compañero de clase, que se asoma por una de las ventanas y los contempla juntos. Unidos en un gran abrazo. —¡Te odio, Bruno Corradiniiiiiii! —grita Félix Nájera, totalmente fuera de sí. Pero ninguno de los dos chicos le hace caso. Se separan y comienzan a caminar hacia el final de la calle. —Vámonos a casa. Aquí no tenemos nada más que hacer. La chica asiente. Necesita alejarse de allí. Respirar tranquila y buscar el lado positivo de aquella experiencia. Las cosas, una vez más, no han salido como ella pretendía, pero al menos vuelve a sentirse cerca de la persona a la que más quiere. |
Ты был прав. Я только что узнала, что анонимки тебе посылал Феликс Нахера. Девушка слышит его шаги, быстро прячет мобильник в карман джинсов и выходит из твиттера. Она не хочет, чтобы Феликс узнал, что ей все известно. По крайней мере, не сейчас. se trae entre manos – планировать что-то, скрывая от всех; замышлять |