—Enhorabuena, Wendy. Tu corto es impresionante. —Muchas gracias. —Gran cortometraje, Wendy. —Mil gracias, de verdad. —¡Felicidades, Wendy! —¡Gracias! Ha perdido la cuenta de la gente que la ha felicitado ya. Nunca imaginó que triunfar en algo fuera tan agotador. Saluda a otro señor que trabaja en el área cultural de un periódico de Castellón y trata de buscar un sitio más tranquilo en el que refugiarse. Sin embargo, Vicente Cebrián en seguida la localiza. Con él lleva a alguien de la Generalitat y a un productor de cine. Se los presenta y los cuatro empiezan un diálogo. —Así podrías estar tú —le dice Marc Pons a Raúl, mientras sostiene una copa de cava—. ¿Celos? ¿Envidia? —No me da ninguna envidia. Y mucho menos, celos. Créeme. —Tienes razón. Ésta es la parte jodida de las celebraciones. Cuando ganas, todo el mundo quiere hacerse la foto contigo, te quieren hablar de sí mismos, de lo que hacen, y se reparten tarjetas personales y sonrisas falsas como el que reparte el periódico gratuito en la puerta del metro. Es una mierda. —Tú también pasaste por eso. —Sí. Fue bonito mientras duró. Aunque que contaran conmigo para la organización fue lo mejor de todo. —Tendrás bonitos recuerdos de aquella noche. —Lo que recuerdo bien es que ese día me emborraché. Menuda me pillé. Además, me lie con una tía que resultó ser la novia de un politicucho de aquí. Menos mal que él no se enteró de nada y aquello no salió a la luz. —Menuda metedura de pata. —Ya ves. Casi tan grave como la tuya —le dice, arrastrando mucho las palabras cuando habla. El alcohol está empezando a afectarle—. ¿Sabes? Eres un cabrón. Nunca podré olvidar lo que has hecho. —¿Aún me guardas rencor? —Siempre te guardaré rencor. No sé qué pintas aquí después de lo que le has hecho a este festival. —Estoy celebrando con Wendy su merecido premio. De aquí, soy el único que va a ser sincero con ella esta noche. Marc lo mira de arriba abajo y suelta una carcajada. —¿Tú sincero? ¡No me jodas! Si fueras sincero, le dirías que te has enamorado de ella y que por eso has renunciado a ganar el concurso. —No estoy enamorado de ella. Tengo novia. Y a ella sí que la quiero. Una novia a la que esa noche ha encontrado algo decaída. En cuanto terminó la gala, la llamó por teléfono para informarle del resultado final. —Ese jurado no tiene ni idea. —El corto de Wendy era muy bueno. Cualquiera de los dos podía haber ganado. —No creo que fuera mejor que Sugus. —Para gustos, colores. Ya lo sabes, cariño. Valeria continúa maldiciendo al jurado y protestando sobre el fallo del premio. —Y ahora os vais de fiesta, ¿no? —Sí. Han contratado una sala aquí cerca en la que nos darán algo de cenar y luego se transformará en una especie de discoteca con música, bebida, DJ... Un rollo. —¿Te quedarás hasta muy tarde? —No. No me apetece. Sólo un rato para apoyar a Wendy y que no parezca que me he enfadado por la decisión del jurado. —Ah. Bueno. Pues pásalo bien. Raúl nota un deje extraño en su voz. La conoce bien y está seguro de que algo le ocurre. —Cariño, ¿qué te pasa? —le pregunta sin rodeos. —Nada, estoy muy cansada. Me voy a ir ya a dormir. Quiero madrugar mañana para estudiar. —¿Sólo es cansancio? —Han sido días muy raros. Ya te contaré mañana cuando vuelvas. —Pero todo bien, ¿no? —Sí, creo que sí. Ya hablaremos. —Bueno. ¿Vienes a recogerme a la estación? —Claro. A las dos menos cuarto estaré ahí esperándote. A pesar de lo que le diga, está convencido de que hay alguna cosa que le oculta. Pero no quiere presionarla. Él también está cansado y no vale la pena ponerse a discutir en ese momento. Mañana hablarán con más tranquilidad. La fiesta, poco a poco, conforme avanza la noche, está llegando a un punto complicado. Ya no hay límites ni jerarquías. El pistoletazo de salida lo dio el propio Vicente Cebrián cuando se quitó la corbata y se la puso en la frente, como si de un guerrero samurái se tratase. Las copas de cava vuelan, los gin-tonic se sirven de dos en dos y muchos se reúnen en torno a una ronda de chupitos gratis. Mientras Raúl observa desde la barra con una Coca-Cola, Wendy está celebrando su gran noche por todo lo alto. Está desinhibida, sexy..., baila con unos y con otros, sacando buen provecho de cada copa espumosa que cae en su mano. También Marc Pons se ha quitado las cadenas y el corsé. En la pista de baile no tiene rival. Lo ve acercarse a la chica del pelo naranja, se coloca detrás de ella y ambos se contonean. Bailan al ritmo de DJ Tiesto. Raúl sonríe. Debería hacerles una foto para que la vieran mañana. El movimiento sensual de Wendy cautiva a varios chicos que también quieren estar cerca de ella. Pero Marc ha decidido que la ganadora del concurso es sólo para él. La coge de la mano y se la lleva a unos sofás apartados al fondo del local. Raúl los sigue con la mirada. Contempla cómo los dos se hablan al oído y ríen. Están sentados muy juntos. Tanto que, prácticamente, sus cabezas se están rozando. Sin querer o a propósito, Marc coloca una mano sobre la pierna de Wendy; parece que ella ni se da cuenta. A Raúl aquello no le gusta nada. ¿Debería intervenir? —¡Muchacho! ¡Enhorabuena, señor finalista! —le grita una voz a su espalda. El chico se da la vuelta y se encuentra con un Vicente Cebrián muy sonriente y bastante despeinado. Lleva la camisa por fuera y, aunque ya se ha quitado la corbata de la cabeza, su aspecto no deja lugar a dudas de que ha tomado alguna copa de más. El hombre le da un abrazo y hasta un beso en la mejilla. Raúl se lo quita de encima como puede e intenta largarse de allí. Sin embargo, el director del festival lo agarra del brazo y lo atrae de nuevo hacia él. —Creo que va siendo hora de marcharse —indica Raúl incómodo—. Mañana tengo que madrugar para coger el tren de vuelta a Madrid. —¿Irte? ¡Ni de coña! Tú, aquí. Como buen... aspirante que has sido. Cuando le habla, recibe el aliento a alcohol de aquel tipo que ha perdido los papeles. —Vicente, de verdad. Estoy cansado y quiero irme al hotel a dormir algo. —No, no y no —protesta el hombre, sin soltarle el brazo—. ¿Quieres que te cuente un secreto? —A ver... ¿Qué secreto? —Aunque no hubieras renunciado... no habrías ganado el concurso. Al jurado le había gustado más... el corto de Smith. Aquella noticia es agridulce para Raúl. Por un lado, le fastidia un poco saber que no habría ganado de todas formas; pero por otro, se alegra de que su decisión no haya influido en el resultado final. Y Wendy es una justa ganadora. —No pasa nada, otro año será. —¿Otro año? ¿Bromeas, chico? Tú estás vetado ya por los siglos de los siglos. Aquí no te queremos ver más. Renunciar a un premio como éste... Puag. Y escupe al suelo. Al hacerlo, Vicente Cebrián casi se cae de bruces, momento que aprovecha Raúl para escabullirse. Cuando lo hace, mira hacia el sofá en el que Wendy y Marc siguen sentados. Él no ha perdido el tiempo. Tiene una mano en el pecho de la chica y le está besando el cuello, aunque en seguida llega a su boca. No es asunto suyo, pero no le parece bien que ese tío se esté aprovechando de que ella haya bebido demasiado cava. ¿Qué hace? Al final, se decide por intervenir. Camina hasta ellos y se sienta entre ambos, echando a Marc casi fuera del sofá. —¡Tío! ¿Qué coño haces? —Wendy y yo nos tenemos que ir. —¿Por qué? —pregunta la chica desconcertada—. Quiero quedarme un poco más. —Porque mañana por la mañana tenemos que coger un AVE hacia Madrid. —Déjala que se quede. Ya la llevo yo después al hotel. —Tú no estás en condiciones de nada. La mirada de Marc Pons atraviesa a Raúl. —A ver, niñato. Ya me has tocado los huevos mucho hoy. Deja que la chica haga lo que le dé la gana. —Wendy se viene conmigo. —Tú no eres ni su padre ni su novio. Aunque te gustaría. Pero el joven no quiere caer en la provocación de Marc. Se levanta, agarra de la mano a la chica e intenta que también se ponga de pie. Lo consigue a duras penas. —¡Raúl! ¿Qué haces? ¿Adónde vamos? —Al hotel a descansar. Sin embargo, el otro no va a ponérselo fácil. Se incorpora y acelera para ponerse delante de ellos. Marc corta el paso a los chicos y mira desafiante a Raúl. —Déjanos pasar, por favor. —Pero ¿tú quién te has creído que eres, chaval? ¿Todo el mundo tiene que rendirse a tus pies? No pude hacer nada para impedir que te cargaras el concurso, pero aquí, tú ya no mandas. Si ella quiere enrollarse conmigo, ¿quién eres tú para impedirlo? —Te estás aprovechando de ella. Ha bebido mucho. —Es mayor de edad. Puede hacer lo que le dé la gana. Y yo también. —No voy a dejarla contigo. Aparta, Marc. Nos vamos al hotel. Wendy asiste a la discusión entre los dos sin enterarse de mucho. Mira a un lado y a otro, algo confusa. Hasta que cree escuchar algo que no termina de asimilar. —¿Qué?, ¿te la vas a llevar al hotel para beneficiártela tú? ¿O para contarle que has renunciado al premio para que ella ganara? —Cállate. No hables más. —¿Por qué? ¿Tienes miedo de que sepa la verdad? ¿Que ha ganado el concurso porque tú te has retirado? Como si se hubiera despertado de un sueño, pese al mareo y las copas de cava, Wendy se endereza como una vela erguida y mira a Raúl. —Eso que dice, ¿es verdad? —Verás..., de todas maneras, tú... —¡Claro que es verdad! ¡Has ganado un certamen amañado! —exclama victorioso Marc Pons, levantando las manos. —¿Es cierto eso? Raúl no responde. Agacha la cabeza un instante y luego vuelve a mirarla. Los ojos de Wendy se han encharcado. —Hubieras ganado tú... —¡Gilipollas! ¡No me vuelvas a hablar más en tu vida! La chica se tambalea, choca con un camarero al que tira la bandeja llena de copas y sale corriendo. Raúl trata de seguirla, pero Marc Pons le pone una zancadilla y cae de bruces al suelo junto a los cristales de las copas rotas. Le duele mucho la rodilla derecha y no consigue levantarse rápidamente. El organizador del certamen se agacha junto a él y se ríe en su cara. —Esto, para que aprendas a valorar las cosas y no las menosprecies. Que te sirva de lección, niñato. Nadie está por encima de la esencia de este festival, ni lo estará. |
- Позравляю, Венди. У тебя потрясающий фильм. Постепенно праздничный вечер доходит до непредсказуемой точки, когда не существует ни границ, ни рангов. Сигнал к началу неформального праздненства дал сам Висенте Себриан, сдернув с шеи галстук и повязав его себе на лоб, словно воинствующий самурай. pistoletazo de salida – здесь: сигнал к началу действия |