—¿Lista? —Sí. ¡Un segundo! Ahora mismo bajo. Valeria corre hacia la cocina, da el último sorbo a su vaso con Cola Cao y se despide de su madre con un beso. —¿Para mí no hay? —pregunta Ernesto, arrugando la frente. La chica chasquea la lengua y besa en la mejilla al marido de su madre. Todavía no se ha acostumbrado a verlo allí cada mañana. Y mucho menos a darle besos de despedida. Coge la mochila y, tras colgársela en la espalda, sale a toda velocidad de la casa. Baja las escaleras rápidamente y abre la puerta del edificio. Allí está él. Ataviado con una sudadera amarilla y unos vaqueros azul oscuro. Sonriente. Guapísimo. A Raúl sí que le apetece besarle. Y lo hace, rodeándole el cuello con sus brazos, levitando sobre sus Converse de color rosa. Un beso de buenos días intenso y repleto de sabores. La pareja camina hacia el instituto. Hace una mañana soleada, con alguna nube pintando de blanco el cielo azul. —¡Felicidades! —le dice Valeria, agarrándole con fuerza por la cintura. —¿Y eso? No es mi cumpleaños. —¡Por lo del corto, tonto! ¡Hoy tienes que coger el tren! —¡Ah, es por eso! Muchas gracias. Los dos comentan lo increíble que es que Sugus sea finalista del concurso de Valencia. Ya no hay rastros de la discusión del día anterior. La sombra de César no está presente a pesar de que los dos han pensado en él durante la noche. De manera diferente. Cuatro días faltan para que se cumpla el plazo que él mismo se dio para conquistar a la joven. —Cómo me gustaría estar contigo en el momento en el que te den el premio. —Y a mí. Pero no es seguro que gane. —Ganarás. El corto es genial. —Tengo el cincuenta por ciento de posibilidades, como el otro finalista. —No sabes todavía quién es, ¿no? —No. No me lo han dicho. Y siente gran curiosidad por saberlo. ¿De qué irá el corto al que se enfrenta por el premio? Está convencido de que no será tan sencillo ganar como cree Valeria. Aquel festival es de los más prestigiosos que existen y su rival será un hueso duro de roer. —¿Ya sabes qué vas a hacer con los tres mil euros del premio? —Invitarte a cenar. —¡Guau! Sí que me vas a llevar a un sitio caro. —También te regalaré rosas rojas. —¿Sí? —Y te compraré bombones. —¿En serio? ¿De chocolate blanco? —De chocolate blanco y de chocolate negro. —¿También? ¡Con lo que me gustan los bombones! —exclama la chica, mordiéndose los labios —. ¡Más les vale a los del jurado darte el primer premio! La lista de cosas que Raúl le compraría con los tres mil euros del corto ganador sigue creciendo mientras caminan entre besos y risas, aunque Valeria cambiaría todos esos regalos por estar con él en aquel instante. Aun así, sabe que es imposible. Que la organización sólo ha enviado un billete y la invitación al evento para una sola persona. —Oye, ¿no es ésa tu hermana? —pregunta Raúl, señalando a una chica pelirroja que va delante de ellos. —Meri no es mi hermana. —Tu madre y su padre están casados. —Da igual. Aquella amistad de tanto tiempo se ha visto dañada en las últimas semanas. Pequeños enfrentamientos, absurdos malentendidos, posicionamientos exagerados... han terminado por hacerles daño. Tanto que prefieren estar separadas e ir cada una por su lado. —¿Cuándo vais a arreglarlo? —No estoy enfadada con ella. Ni creo que ella lo esté conmigo. —Entonces, ¿por qué desde que sois hermanas hay tanta tensión entre las dos? Porque, a pesar de que cada una quiere la felicidad de sus padres, ninguna termina de ver clara la relación entre Ernesto y Mara. Y, como es natural, cada una tira para su lado. Las cosas han ido demasiado deprisa y todo ha sido un poco caótico en esos dos últimos meses. Incluido el día en que se casaron, que fue un pequeño desastre. Nada salió bien. Desde el banquete, que se hizo en la cafetería Constanza y en el que se quedaron cortos con la comida, hasta la noche de bodas, en la que el matrimonio tuvo que ir a Urgencias porque la mujer se dio con el quicio de la puerta en la cabeza, al entrar en el dormitorio en brazos de su ya marido. Cinco puntos de sutura, un camisón blanco lleno de sangre y un buen susto fueron las consecuencias. —Nos vemos demasiado. —Es normal. Su padre vive con vosotras. —Ya. Pero... no sé. No es sencillo de explicar —responde Val, aminorando la marcha para no alcanzarla. No le apetece hablar con ella. Sin embargo, Meri se detiene en un banco para abrocharse los cordones de un zapato y de esa manera la pareja llega a su altura. —¡Hola, pelirroja! —exclama Raúl, dándole una palmadita en la espalda. La chica se gira sorprendida y se encuentra con ellos delante. Parece que la presencia de su hermanastra no le satisface demasiado, pero disimula y sonríe. Le da dos besos a él y otros dos a ella. —¿Qué tal la película de anoche? —Muy mala. Casi te envidio por no haber ido. —Me quedé estudiando. Estoy muy preocupada por los finales de la semana que viene. —¿No te fuiste con tu padre a hacer algo? —interviene Valeria, extrañada por lo que acaba de decir María. —Ah. Sí. También... Es que me pasé tantas horas delante de los libros que ni lo recordaba. Es evidente que ha mentido, los tres lo saben. Aunque sólo la propia Meri conoce el verdadero motivo por el que lo ha hecho. Y no va a contárselo a ellos. ¡Cómo va a revelarles que tiene novia y que ayer estuvo con ella toda la tarde! —Yo no sé cuándo voy a estudiar —indica Raúl, rascándose la barbilla—. Hoy me voy a Valencia y no vuelvo hasta el sábado. —¿A Valencia? No me digas que... —¡Sí! ¡Soy finalista del festival de cortos! —¡Genial! ¡Enhorabuena! María y el chico se abrazan efusivamente. Aquél se convierte en el tema de conversación entre ellos hasta que llegan al instituto. Cruzan la puerta de entrada al tiempo que suena el timbre. Los tres se dirigen a su clase, donde ya está Bruno. Y sólo treinta segundos después aparece Ester. Los cinco se sitúan en sus mesas tras saludarse rápidamente y esperan en silencio a que llegue el profesor de Matemáticas. Aquel hombrecillo es puntual. Cierra la puerta y cuando todos los alumnos guardan silencio en sus asientos, saca un papel del bolsillo de la chaqueta. Lo examina primero con detenimiento y a continuación lo lee en voz alta. —Bruno Corradini, Raúl Besada, Valeria Molina, Ester García y María Hernández, acudan inmediatamente al despacho del director. Lo siento por ustedes. Se van a perder una interesante e inigualable clase magistral sobre derivadas de segundo grado. Los cinco chicos se miran entre sí. No comprenden nada. El director del instituto requiere su presencia inmediata. Que sean los cinco amigos, los cinco incomprendidos, no puede ser una simple casualidad. Ninguno de ellos tiene la menor idea de para qué han sido llamados, aunque no van a tardar en averiguarlo. Y la sorpresa será mayúscula. |
- Ну что, готова?
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© Перевод — Вера Голубкова