Blue Jeans - ¿Puedo soñar contigo? #33
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- Categoría: Francisco de Paula Fernández - ¿Puedo soñar contigo?

Otra cuenta en Twitter que bloquear. Ésta pertenece a «Victimus666». Menos mal que dejó el móvil en silencio; si no, le habría despertado. El tuit es de las 4.21 de la madrugada: Corradini, te odio con toda mi alma. Algún día pagarás por todo lo que estás haciendo. Y ese día no está muy lejos. Te lo prometo. Maldito loco. ¿Quién será? Se ha obsesionado con él. Y lo peor es que sus amenazas ya son diarias. Bruno no sabe si debe preocuparse o no. Tampoco si avisar a un profesor, a su familia o directamente ir a la policía. De momento, hace lo de siempre: bloquear a ese nuevo usuario. —Todo sería más fácil si para registrarte te pidieran el DNI. Así no habría gente que se ocultara detrás de un nick —le dice Alba por teléfono, en el camino hacia el instituto. —Yo pienso igual. Pero da lo mismo. Hoy nadie me va a quitar la sonrisa de la boca. —¿Estás contento? —Sí. Estoy muy contento. Es como si la conversación de anoche con su chica le hubiera otorgado nuevas fuerzas. Es otro Bruno, con otra perspectiva. Otra ilusión. Quiere enamorarse; que Alba no sólo sea su novia, que también sea su gran amor. —¡No pareces tú! —Eso es porque soy otro yo. Otra persona diferente. —Guau. ¿Y cuándo podré verte para comprobarlo? —Hoy salimos antes. Y no tengo que ir a por mis hermanos al colegio. ¿Por qué no vienes a por mí a la una y media? —Hecho. —Me apetece darte un beso como el que me diste aquel día en el Calderón. —¡Bruno! ¡Sí que pareces otro! Es una extraña sensación la que recorre su cuerpo. Como si le hubieran inyectado una gran dosis de felicidad en las venas. ¿Habrá empezado ya a sentir algo más que cariño por ella? Qué cosas tan raras depara la vida. Ayer se pasó el día pensando cómo decirle a Alba que lo quería dejar, y al día siguiente tiene ganas de estrujarla entre sus brazos y no despegarse de su boca. —Tengo que colgarte, acabo de llegar al instituto. —Muy bien. Voy a por ti a la una y media. Me apetece mucho verte. —Y a mí. Te... Te quiero. Duda antes de soltarlo, pero lo hace. Le ha dicho que la quiere. Alba se queda en silencio al otro lado. Emocionada, con la mirada borrosa. Hasta que reacciona y le contesta con las mismas palabras. —Yo también te quiero. Se despiden y se vuelven a citar para más tarde. Su profesor de Matemáticas le dijo una vez que siempre que pierdes algo y lo recuperas, lo cuidas más, lo aprecias más y haces todo lo posible para no perderlo de nuevo. Lo comparaba con un pez atrapado en un anzuelo. Si logra escaparse y regresa al agua, nada y se mueve con mayor velocidad, con más desparpajo. Como si esa segunda oportunidad despertara su instinto de supervivencia. Algo así le sucede con Alba. Cuando anoche se marchó a llorar al baño y no volvía, se sintió muy mal. Tanto o más que el día en que Ester le dijo que no podían ser pareja. Imaginó por un instante su vida sin esa chica y le dolía. Le dolía de verdad. Le dolía muy adentro. Entra en el edificio, aunque todavía quedan varios minutos para que suene el timbre. Se dirige a su clase y se sienta en su mesa, con el móvil en la mano. Le escribe un mensaje a Alba que deja a medias porque ve algo que le quita la sonrisa. Ester ha entrado en el aula acompañada de un chico, ese empollón de Félix Nájera. Ayer ya los vio juntos y estuvieron hablando en el pasillo demasiado risueños. Ahora lo mismo. Toda la felicidad con la que había llegado al instituto se ha esfumado de repente. ¿Y si es ése el tío con el que su amiga habla por las noches en Skype? El mismo con el que quedó ayer para estudiar matemáticas, mintiéndole a Meri. ¿Nájera? ¿En serio? —¿Te duele mucho? —No, tu amigo el entrenador no sabe pegar. —Pues te tiró al suelo de un puñetazo. —Porque me cogió desprevenido. Ester sonríe y examina con detenimiento el moratón que Félix luce en el pómulo izquierdo. Aunque se haga el valiente, seguro que aquel golpe le tuvo que doler bastante. De hecho, apenas probó el postre de chocolate en el 40 Café. —Lo importante es que no tienes nada roto. —Yo creo que es más importante que hoy volvamos a quedar para estudiar. No te olvides, eh. —No me olvido. A las cinco en la cafetería de la FNAC. —Sí, es pequeñita, pero acogedora. Y el café que ponen está muy rico. Es lo que decidieron ambos tras hablar anoche cuando llegaron a casa, vía Skype. Primero estudiarían y después darían un paseo por el centro. —¿Te dormiste muy tarde ayer? —le pregunta Ester, al apreciar sus ojeras. —No, en cuanto nos despedimos, me fui a la cama. Lo que no le cuenta es que se ha despertado a las cuatro de la mañana para estudiar lo que no pudo por la noche. A pesar de que la herida de la cara le dolía horrores. Pero con fuerza de voluntad y determinación todo se consigue. Es su filosofía. Y si quiere seguir sacando sobresaliente en todo, necesita disciplina. La pareja sigue conversando tranquilamente, bajo la mirada encolerizada de Bruno, que no comprende nada. ¿De verdad le gusta ese tipo? No es la única persona que se extraña de verlos juntos. También Meri se sorprende cuando entra en el aula y los observa charlando y riendo en la primera fila. La pelirroja se acerca hasta ellos y tras saludar a Félix, se dirige muy seria a su amiga. —¿Puedo hablar contigo antes de que venga la de Lengua? —Sí, claro. María coge de la mano a Ester y la saca de la clase. En el pasillo, le cuenta algo que no la ha dejado dormir en toda la noche. —Mis padres y los de Paloma se han enterado de todo. —¿Qué? ¿Saben que vosotras sois...? —Sí. Que somos lesbianas y estamos saliendo —le confirma, bajando la voz. —¿Y cómo han reaccionado? —Mis padres más o menos bien. Hoy he quedado para comer con ellos y explicarles todo. Pero la madre de Paloma no quiere que nos volvamos a ver. Cree que soy una mala influencia para su hija y que ella cree que le gustan las chicas sólo porque yo le he comido la cabeza. —¿Todavía existen personas así? —Por lo visto... sí —contesta muy apenada—. Ayer llamó a mi madre para decirle que soy algo así como el mismísimo diablo. Y que no iba a consentir que continuara pervirtiendo a su pequeña. —Es increíble. Lo siento mucho, Meri. La situación es dramática para ella. Siempre imaginó que los padres de Paloma se tomarían mal la homosexualidad de su hija, pero no hasta ese extremo. Acusarla a ella de algo así es la prueba de que con esa familia va a ser imposible razonar. Sin embargo, lo único que le preocupa en ese momento es cómo se encuentra su chica. No ha podido hablar con ella. Su móvil está apagado y no se ha conectado ni a WhatsApp ni a Twitter desde ayer por la noche, antes de que sucediera todo. —¿Puedes ir a verla al hospital cuando acaben las clases? Necesito saber cómo está. —¿Yo? —Sí. A mí su madre no me va a dejar ni entrar en la habitación. —Ni a mí tampoco. Sabe que somos amigas. —Pero tienes más posibilidades que yo. Esa mujer a quien odia es a mí. —Puedo intentarlo. ¿Seguirá ingresada? —No lo sé. No tengo noticias de ella desde ayer. Si no está allí, ya veremos qué hacemos. —Muy bien. Cuando acabe el instituto me pasaré por el hospital antes de ir a casa. —Gracias, Ester. No sabes cuánto te lo agradezco. Nunca la había visto así. Meri jamás le pide nada a nadie. Ni tampoco expresa sus sentimientos en público. Es una persona muy reservada, pero esta ocasión es especial. Se encuentra mal. Muy mal. Perdida. Confusa. Y su amiga es su único recurso para enterarse de cómo está Paloma. —Todo se solucionará, ya verás —le susurra, abrazándola. —No lo sé. Esa mujer amenazó a mi madre y todo. No se quiere dar cuenta de la realidad; de que a su hija le gustan las chicas. El abrazo de las amigas es presenciado por Valeria, que acaba de llegar al instituto un minuto antes de que suene el timbre. Por lo que parece, no es ella la única que tiene problemas en el Club de los Incomprendidos. Se acerca a las dos chicas, que se separan cuando la ven. —¿Estáis bien? —les pregunta, antes de entrar en clase. —Bueno. He tenido días mejores —responde María, intentando recobrar la compostura—. ¿Y tú cómo estás? —Tirando. Las dos se miran y, por primera vez desde hace mucho tiempo, se sonríen. Da la impresión de que las adversidades las hacen sentirse más cerca. Más unidas. Por unos segundos no hay rencor ni malas formas. Han guardado el hacha de guerra. —¡Qué bien que estéis aquí las tres juntas! —grita una voz jovial desde la puerta del cuarto de baño más cercano a su clase—. ¡Las cuatro Incomprendidas originales unidas de nuevo! Ester, Meri y Valeria contemplan la pomposa aparición de Elísabet, que camina hacia ellas dando pequeños saltos. Sólo le falta una caperuza roja para retratarse como un personaje de cuento. Parece muy feliz. Exageradamente feliz. Y es por algo que tenía muchas ganas de hacer. ¡Algo increíble! La mejor experiencia de su vida. Hace unos minutos ha besado a su ángel de la guarda. |
Итак, в Твиттере нужно заблокировать еще один аккаунт. На этот раз он принадлежит пользователю с ником “Victimus666”. Хорошо еще мобильник был на беззвучке, не то он разбудил бы его, ведь сообщение пришло в 4.21 утра. - Тебе очень больно?
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