Глава 10. Незаконченный разговор

Con la partida de la tía Gertrudis, mis hermanos y yo volvimos a ocuparnos de
nuestras cosas: yo de entrenar e ir al cole (я — за тренировки и школу); y mis hermanos de molestar (мои братья - мешать).
La novedad fue que mi hermano Juan, el mayor - que tiene casi catorce y
repitió un año no porque fuera burro, sino porque confundía las letras -, se
enamoró.
Al principio lo negó todo, igual que hacen en la tele. Nos dijo que le hacía las
cuentas a Daniela, porque ella era muy burra. Pero como todo el mundo sabe
que Juan odia las matemáticas, empezamos a sospechar.
–Yo creo que a Juan le va a dar un constipado (насморк) – comenté un día a Leo,
mientras comprábamos chuches (мармелад-тянучка) antes de entrar al cine.
–¿Qué dices?
–Pues eso, que se va a constipar (он простудится).
–¿Y eso por qué?
–Porque está muy raro. Anoche lo escuché que se quejaba dormido (стонал во сне). Seguro
que tenía fiebre.
–Que no tiene nada, Pedro. Tú tranquilo. Vives obsesionado con la fiebre,
tío. Ya está bien.
–Pero es que…
–Pedro, que no todas las personas que tienen fiebre quedan en silla de
ruedas, a ver si te enteras. ¿No te lo explicó la sicóloga, y el doctor, y el
abuelo y todos?
–Sí...
–A Juan no le pasa nada (с Хуаном ничего не происходит), Pedro.
No me quedé muy convencido (он меня не особо убедил). Mi hermano tenía unas ojeras enormes y
apenas si hablaba conmigo.
Por suerte el abuelo llegó a los pocos días y pude sacarme algunas dudas.
–Abuelo, ¿Puedo hacerte una pregunta?
–Claro, Pedrito. Siempre.
–Ya... pues...
–Te noto preocupado. ¿Te pasa algo?
–A mí, no. A Juan.
–Y qué le pasa a tu hermano.
–Que me parece que está enfermo y no quiere decirle nada a nadie.
–¿Y eso?
Entonces fue cuando le conté a mi abuelo que mi hermano casi no dormía, y
que se quejaba mucho por las noches. Y que yo estaba convencido de que lo
que tenía era fiebre.
–Vamos por parte (по порядку), hijo. Que sé por dónde viene la cosa... Lo primero es que
dejes de tenerle tanto miedo a la fiebre. Lo segundo es que sepas que Juan
ha crecido mucho últimamente y que a lo mejor es por eso que le cuesta
dormirse.
–¿Crecer duele?
–No, no debería. Pero a veces la vida...
–Entonces, ¿Ppor qué se queja?
–Este... pues... no lo sé, hijo. Será por amor. – dijo mi abuelo.
Ahí sí que se me aclararon todas las dudas.
Seguro que Juan estaba enamorado de la chica de las cuentas; le había tirado
los tejos, y ella le había dado calabazas. Por eso mi hermano se quejaba.
Estaba clarísimo. Mi hermano, sufría por amor.
–Yo creo que tienes razón, abu. Juan, está enamorado.
–¿Y cómo puedes estar tan seguro?
Le conté lo de las matemáticas.
–¿Y dices que la tal Daniela le dio calabazas?
–Yo creo que sí. Si no, no se quejaría por amor ¿no?
–Es probable…
–¿Tú no crees que es por eso?
–Por supuesto, Pedrito. Por supuesto.
A partir de aquella conversación me dediqué a espiar a mi hermano siempre
que podía.
Comprobé que cuando estaba cerca de Daniela, mi hermano se volvía un
auténtico idiota. Se ponía colorado cuando ella lo miraba; apestaba a perfume (вонял духами);
y hasta intentó afeitarse con la máquina de papá. No sé para qué si no tiene ni
bigote. Cuando se lo dije, se enfadó conmigo.
Un día vi a Daniela y a Juan en el parque. Iban con los patines dando vueltas
alrededor de la fuente. De pronto la torpe de Daniela se tropezó y mi hermano
tuvo que abrazarla porque si no (иначе она бы) se daba la nariz contra el suelo. Después se
dieron un beso. Me pareció que de los de lengua.
–Abuelo, me parece que Juan tiene novia -comenté más tarde.
–Normal...
–Y que es Daniela.
–Bonito nombre...
–El otro día estaban en el parque y...
–Pedro, no seas cotilla. Deja en paz a tu hermano que luego pasa lo que
pasa.
–Qué pasa...
–Nada, nada.
–Dime qué pasa, ¿no?
–Es que no creo que sea el momento (я не думаю, что сейчас подходящий момент)...
–Anda ya, dime qué pasa.
–Está bien, preparo un chocolate y te cuento.
–¿Me vas a contar un cuento? Pero si no llueve...
–Da igual, porque no es cualquier cuento, es la pura realidad...
–Adelántame algo...
–Gertrudis.
–¡Va a regresar! - me quedé aterrado de solo imaginarme que existía esa
posibilidad.
–No, que va. ¿No me pediste un adelanto?
–Sí... ¡Ah! ¿Me vas a contar por qué la Tía Gertrudis y tú se odian?
–No nos odiamos... bueno, ella a mí, sí, un poco...
Preparó el chocolate y nos fuimos a la sala donde está el sillón grande.
–Verás, Pedro. La historia que te voy a contar sucedió hace casi cuarenta
años... mi hermano mayor, Ernesto...
–¿El que se fue al Amazonas?
–Mi hermano mayor, Ernesto, el que se fue al Amazonas como misionero, en
ese tiempo era un mozo joven y muy majo (очень хорошенький). Un día al pueblo llegaron tus
bisabuelos (прабабушка и прадедушка) y sus tres hijas. Una de ellas era tu tía Gertrudis.
Ella y Ernesto se enamoraron apenas se vieron. Yo me di cuenta enseguida,
porque mi hermano tenía los mismos síntomas que el tuyo, Pedro. Así que
decidí espiarlos. Un día los vi tomarse de la mano y esconderse tras un
árbol. Los seguí y presencié su primer beso.
Esa noche, delante de nuestros padres y de los de ella, conté lo que había
visto pensando que todos se pondrían muy contentos. Pero salió mal. Se
pusieron furiosos. En esos tiempos no se podía besar a la novia. Al otro día,
a Gertrudis, la enviaron a un colegio de interna.
Mi hermano y ella no volvieron a verse nunca más. Después de un tiempo
Ernesto se fue de misionero al Amazonas. Allí conoció a una indígena y se
casó con ella. Gertrudis no me lo perdonó jamás.
–¿Y?
–Y se volvió una bruja amargada. Dice que por mi culpa.
–Abuelo...
–Mmm...
–¿Cuál es la conversación pendiente que tienes con la Tía Gertrudis?
–Nada importante...
–Cuéntamelo, Abu.
–Le debo una respuesta.
–Qué respuesta. ...
–Pues que hace poco me escribió pidiéndome que me casara con ella. ¿Te
imaginas?
–¡Qué! – abrí los ojos y me quedé esperando.
–Eso, que dice que como por mi culpa quedó solterona, me tengo que casar
con ella. Y yo no quiero volver a casarme. Estoy viejo y me gusta vivir solo.
–¿Y por qué no se lo dices?
–Porque se pondría furiosa, Pedro. Además, en el fondo, la Bruja de
Gertrudis, no es mala. No quiero darle ese disgusto. Insoportable sí, mala,
no.
–¿Crees que si yo sigo espiando a Juan y a Daniela, puede repetirse la
historia, abuelo?
–No lo sé, hijo. Los tiempos cambian, pero de todas maneras, no es bueno
andar husmeando en el amor ajeno.
–Supongo que no.
–La vida da muchas vueltas, Pedrito… - dijo y siguió bebiendo su chocolate
en silencio.
No supe qué me quiso decir con eso de que la vida da vueltas. Sospeché que
no me estaba diciendo toda la verdad. No soy tonto, todo el mundo sabe que
los curas (священники) no se casan, ni siquiera con una indígena (местная жительница) del Amazonas.
Me saqué las dudas sobre el problema de Juan, pero me quedó una nueva:
¿De qué tenían que hablar mi abuelo y la tía Gertrudis?