Глава. 5. Кошмары

Fran y yo decidimos hacer las paces (помириться), porque estar enfadados para toda la vida
nos pareció mucho tiempo. Ya habían pasado unos meses desde la pelea, y
estábamos cansados de olvidarnos que no nos podíamos hablar, ni mirarnos, ni
nada.
Después del colegio nos reunimos en casa para hacer los deberes. Fran vive
en uno de los pisos del edificio junto a mi casa.
Los fines de semana aprovechamos para divertirnos un rato.
–¿A qué jugamos? – me preguntó el viernes por la tarde.
–Si pudiera, te echaba una carrera (наперегонки) – dije. A veces me venían ganas de
correr y no parar nunca.
–¿Te crees que soy tonto, tío? – me contestó.
–¿Por qué?
–Porque corres con ventaja (потому что ты бежишь с преимуществом).
–No me vaciles porque entonces sí que dejamos de ser amigos para toda la
vida.
–No te vacilo, chaval. Es que le das dos vueltas a las ruedas y no hay quien
te alcance (Дело  том, что два раза крутанешь колеса, и тебя уже никто не догонит). Yo así no juego, listillo.
Todo el mundo sabe que la “H” es una letra muda. Pues así, igual de mudo que
la h, me quedé.
Lo miré fijo a los ojos pero Fran no se reía.
Era la primera vez que alguien me decía que estar como estaba yo, pegado a
mi silla, podía resultar una ventaja… pero ¿Y si mi amigo tenía razón?
Desde que aprendí cómo llevar mi silla yo solo, cada vez era más veloz (был все быстрее).
Nunca se me hubiera ocurrido pensar que mi minusvalía podía darme alguna
ventaja. Era una idea nueva… tendría que consultarlo con mi abuelo. Él siempre
sabe todo.
–Está bien, quejica, entonces qué hacemos - pregunté a Fran que seguía
muy serio.
–Podemos entrenar para competir en los juegos olímpicos del colegio.
–¿Hay juegos olímpicos en el colegio?
–Y yo qué sé (почем мне знать)… pero por si acaso. O igual (все равно) podemos inventarnos que estamos
entrenando para ir al mundial de carreras ¿no?
–A mí me gusta más jugar al baloncesto.
–A mí no – dijo Fran -, la última vez me ganaste por dieciséis de diferencia.
–Mentiroso, fue por seis.
–Da igual, siempre vas con ventaja porque tienes a tus hermanos y el patio,
y practicas todos los días. Yo soy hijo único, vivo en un tercero y no tengo
patio. Mejor entrenamos para las carreras de cien metros con relevo (эстафетный бег на 100 м), como
en la tele.
––Como en la tele no puede ser, pero lo de las carreras está bien.
Fran es siempre igual. Uno dice algo y no le gusta. Luego él lo repite como si la
idea se le hubiera ocurrido a él solito; yo le digo que me parece genial, él se
queda contento, y no se da cuenta de que está haciendo justo lo que yo quería.
–Oye, ¿y si entrenamos en equipo? - me preguntó.
–¿Cómo en equipo?
–Como los corredores profesionales…
–FRAAAAN… - la madre siempre le gritaba desde la ventana – SUBEEEE…
–Entonces qué, ¿entrenamos sí o no?
Fran quería que yo le diera una respuesta ahí mismo, sólo que no supe qué
decir. Me entró un gusanillo en el estómago. ¿Y por qué no?
–¡Pedro!, ¡EH, PEDRO!
¿Qué?
–No respondes… ¿Estás pirao (ты с ума сошел), tío?
–Pero qué dices…
–Nada… Entonces qué, entrenamos sí o no – insistió Fran
–¡FRANCISCO! ¿Estás sordo? Te estoy diciendo que…
–Voy, mamá…
Y Fran se fue porque si no su madre no deja de chillar.
–¡Ah! Ya se cansaron de estar en la calle ¿no? ¿Os apetece un refresco,
chavales? ¿Dónde está tu amigo, Pedro?
Abuelo estaba en la cocina, con el delantal puesto y un libro de recetas en la
mano.
–Su madre lo llamó.
–¡OH! Entonces ni se cayó un techo, ni se incendió el edificio; menos mal. Es
que con esos gritos, pensé que alguien pedía socorro a los bomberos – dijo
haciéndome un guiño. Después siguió leyendo.
–¿Vas a cocinar, abuelo?
–Mmmm… no lo sé… pensaba sorprender a tu madre con una tortilla pero no
encuentro la receta. No sé si lleva cinco patatas y tres huevos, o cinco
huevos y tres patatas… ¿Tú que crees, hijo?
–Que mejor esperemos a que venga mamá y haga la tortilla.
–Mmmm… pelar un kilo de patatas y cortarlas en cubitos…
–Abuelo…
–¿Mmm?... Ponerlas a freír en doscientos centímetros cúbicos de…
–Dice Fran que no juega conmigo a las carreras porque corro con ventaja.
–¿Eso dice?... centímetros cúbicos de aceite caliente…
–Sí.
–Es que tú vas sobre ruedas, hijo – respondió guiñándome el ojo.
Siempre me hace la misma broma. Mamá le dice que no haga comentarios
de mal gusto y él le responde que hay que aprender a reírse de uno mismo.
Abuelo se dio cuenta de que necesitaba hablar seriamente con él. Marcó la
página con su dedo índice, resignado a terminar aquella conversación en
lugar de estudiarse su receta de tortilla.
–Y dice Fran que no juega conmigo al baloncesto porque también voy con
ventajas.
–Oye, que tu amigo Fran es un chico muy listo, ¿lo sabías?
–¿Tú crees?
–Eso parece. Se ha dado cuenta antes que tú de que de todas las
situaciones puede uno sacar cosas positivas. ¿A que tú nunca lo viste de
esa manera?
–Pues no. Para ti es todo muy fácil porque puedes andar pero, ¿y yo, qué?
–Mira, Pedro. Eres aún pequeño para entender ciertas cosas, sin embargo,
has madurado mucho este último tiempo.
–¿Madurar significa hacerse viejo, abuelo?
–Pero ¡Qué dices, hijo! – dijo, y rió moviendo la cabeza.
–Nada, pregunto por qué la gente para madurar tiene que estar en una silla
de ruedas.
–Una cosa no tiene nada que ver con la otra, Pedro. Cuando decimos que
una persona madura queremos decir que ha crecido, que comprende ciertas
cosas que otra de su edad no puede. (No sé cómo explicarte para que
entiendas - dice bajito, pero yo lo escucho igual.)
–¿Sabes qué? Me parece que te entiendo un poco. Mira, yo nunca se lo
conté a nadie pero hay veces en que estoy muy cansado, me parece que en
lugar de tener casi ocho años, tengo 30; entonces me siento viejo y me
parece que soy maduro.
–Ya, bueno. Es como las peras, cuando maduran se comen.
–Pero si no se comen, se pudren y se caen del árbol.
–Mmm… bien, esto se pone cada vez más complicado… ¿cómo fuimos a
parar a esta conversación frutal?
–Por las ventajas y las desventajas.
–¡Es verdad! Mira, Pedro, a mí me gusta pensar que todo en la vida tiene
una cara buena y otra mala. Un león es peligroso porque puede tragarte de
un solo bocado, pero, es uno de los animales más bellos y majestuosos que
se conocen. Una rana en un estanque puede ser una simple rana o si está
en un estanque de un cuento de hadas, seguramente será un príncipe
encantado. Una mariposa, primero fue un asqueroso gusano; y una abeja, si
te pica te hace daño pero es capaz de fabricar una miel deliciosa, de esa
manera…
Abuelo siguió hablando y a mí me salían estrellas de la cabeza. Es que cuando
empieza, no para. De todas maneras yo seguía sin saber qué es “ser maduro
cuando no se es una pera”.
¿Por qué hablará tanto mi abuelo?
Como sé que la única manera de que mi abuelo se calle es que suceda alguna
emergencia, le dije que me estaba meando y me fui.
No me gusta mentirle al abuelo, pero como dice él: Hay mentiras y mentiras
piadosas. Que ¿Qué son las mentiras piadosas (благочестивая ложь)? Y yo qué sé. Algún día se lo
preguntaré.
Mamá llamó para decir que llegarían más tarde. Papá y ella tienen una reunión
y no estarán para la cena. “Ningún problema, dijo mi abuelo, cocino yo” Y se
puso a preparar la cena.
Puse la mesa mientras mis hermanos terminaban la tarea en la salita (комнатка).
Poco después sentimos el olor a quemado.
Abuelo nos llamó porque la cena estaba lista.
–Espero que no os importe que se me haya quemado un poquito la tortilla,
chicos – se disculpa.
Le dijimos que no pasaba nada. Que seguro que estaba sabrosísima, pero no
era así.
La tortilla de patatas estaba negra y un poco cruda; tenía tanto ajo que al
pincharla y llevarla a la boca, nos lloraron los ojos. Bebimos litros de agua y
comimos mucho pan.
Después de la cena mi hermano mayor quiso ver una de vampiros.
–¿De vampiros? – preguntamos, porque a él esas cosas le dan miedo.
–Sí, porque con todo el ajo que comimos, hoy los vampiros ni se me
acercan.
Nos partimos de risa.
Esa noche mi hermano mayor tuvo una pesadilla. Soñó que una patata-vampiro
entraba en el cuarto del abuelo y lo cortaba en pedacitos; hacía una tortilla con
él. Después se la servía en el desayuno a mi hermano que se la comía sin
darse cuenta y tan contento. Terminaba de comer y se iba a lavar los dientes,
se miraba al espejo y entonces, en lugar de su cara, veía la del abuelo
chorreando sangre y guiñando un ojo, mientras que la patata-vampiro sonreía
dentro de su ataúd.
Eran las tres de la madrugada cuando mi hermano dio un grito de película.
Mamá vino al dormitorio enseguida. Como es una experta en reconocer
nuestros gritos nocturnos, sabía quién de los tres había sido. Fue hasta la cama
de Juan, que es mi hermano mayor, pero no lo encontró allí. Mamá no se
asustó porque sabía dónde hallarlo. Se puso de rodillas y miró debajo de la
cama.
Tal lo había sospechado, ahí estaba, hecho un guiñapo, con arcadas.
Yo creo que mi hermano no vuelve a ver una de vampiros en cien años. O a lo
mejor, no come tortilla nunca más.
Juan amaneció con vómitos, fiebre y calambres en el estómago, por eso
llamaron a Emergencias.
–Es una indigestión provocada por comer huevos crudos, Señora – Dijo el
doctor.
–¡Pero si nunca come huevos crudos! – se quejó mamá - ¿Has comido
huevos crudos, cariño?
Mi hermano no pudo contestarle porque estaba otra vez con la cabeza dentro
del cubo.
Fui yo el que le explicó a mamá lo de la tortilla.
Estaba terminando de contárselo con todo lujo de detalles, cuando apareció
Abuelo cantando. Traía un sobre rosa en una mano y un paquete con pastelitos
en la otra.
–Me la dio el cartero – dijo entregándole la carta a mi madre - Creo que es
de Gertrudis… ¿Pero qué pasa? ¿Pedro está otra vez mal?
–No, yo estoy fenomenal (porque en lugar de comerme la tortilla aproveché
un descuido del abuelo para dársela a Kike, mi perro, que esperaba debajo
de la mesa). El problema lo tiene él – dije señalando a mi hermano mayor.
–Mmmm… viven comiendo porquerías fuera de casa y después así les va –
comentó el abuelo, pensando en las chuches con las que solemos
hartarnos.
–Es por comer huevos crudos, abu.
–Es lo que yo digo, comen cualquier porquería en lugar de comer en casa.
Mamá cambió de tema porque cuando abuelo no quiere entender algo, no lo
hace aunque se lo expliquen un millón de veces.
–No es grave, papá. A partir de ahora dejaré la comida lista para calentar.
–Da igual, hija. Siempre puedo cocinarles yo, mientras no coman nada por
ahí…
–Ya veremos, papá. Ya veremos… Ven, vamos a tomarnos un café.
Aprovechando que nos dejaron solos, le pregunté a Juan que si quería que le
prestase mi silla (хотел ли он, чтобы я одолжил ему свое кресло), así no tendría que caminar hasta el baño. Como estaba tan
flojo, me hice el solidario. Dijo que sí, y que muchas gracias.
Me pasé al sofá y él se sentó en mi trono. Estaba muy pálido.
–¿Te sientes bien?
–Qué va, tío, estoy fatal – se quejó agarrándose el estómago y frunciendo la
cara.
–¿Vas a vomitar otra vez?
–Peor. Estoy con retortijones…
–¡Al baño! ¡Ve al baño! – me asusté - ¡No se te ocurra cagarte en mi silla!
Juan intentó ponerse de pie pero se quedó enganchado entre la rueda y el
apoya pie.
–¡Date prisa, Juan!
–Y qué quieres que haga, ¿No ves se me enganchó el pie?
–¡Aguanta, Juan! ¡No hagas fuerza!
Mi hermano se ponía cada vez más nervioso. Los retortijones aumentaban,
siguió intentando sacar el pie; yo grité para salvar mi silla; él se puso más
nervioso aún; tiró con más fuerza y entonces…
–¡Mierda!
–¡No me lo puedo creer! – dije frunciendo la nariz. Comenzaba a sentir un
olor apestoso.
–Cállate, imbécil. Por tu culpa estoy hecho un asco.
–¡Puaj! ¡Huele fatal, tío!
–Serás…
–¡Mamá, ven! ¡Juan se ha cagado!
Mamá y abuelo llegaron detrás de mis gritos. Ni bien pasaron el umbral del
dormitorio, fruncieron el ceño y llevándose la mano a la cara para taparse la
nariz. Daba igual. El olor era tan fuerte que se metía por las orejas, los ojos, la
piel… ¡Olía a huevos podridos (пахло тухлыми яйцами)! ¡Qué asco!
Mientras los demás ayudaban a Juan a lavarse, limpiaban mi silla, abrían las
ventanas y pasaban la fregona (проходились шваброй), yo cerré los ojos y me puse a soñar.