Воришка мотоциклов рассказывает о своей деятельности.

No ha resultado fácil dar con esta persona y mucho menos que nos cuente cómo «trabajan» los ladrones de motos. Pero después de mucho insistir, finalmente accedió a hablar con nosotros de algo de lo que no se siente especialmente orgulloso, pero que significó su sustento durante unos años de su vida. Por supuesto no ha querido revelar su identidad.

¿Cómo se roba una moto?
«El método más efectivo y utilizado es el de cargar la moto en una furgoneta. Basta con dos personas para realizar la operación, aunque si la moto pesa mucho lo ideal son cuatro personas. Empezamos un amigo y yo robando motos por nuestra cuenta y poco después conocimos a un grupo organizado de varias personas y nos unimos para «trabajar» juntos. Teníamos una lista con varios modelos de motos para robar.

Cada uno tenía su función, uno estaba continuamente dando vueltas por todo Madrid buscándolas, una vez localizadas otro se encargaba de vigilar unos días los movimientos del dueño normalmente en la puerta de su casa, o también en su trabajo o el sitio donde pasaba los fines de semana. Cuando teníamos controlados los horarios, solo había que esperar a que alguien entrara en el garaje y entrar acto seguido con la furgoneta y aparcar en una plaza vacía para no levantar sospechas.

Con el garaje vacío buscábamos la moto y la metíamos en la furgoneta e intentábamos salir lo antes posible aprovechando la salida de otro vecino. Otro modo es entrar al garaje y sacar la moto arrastrándola o ‘a pulso’ y dejar la furgoneta fuera preparada para salir disparados».

No parece difícil, ¿y si el garaje tiene vigilancia?
«Antes de entrar, a la vez que se vigilaba al dueño de la moto, hacíamos una investigación del edificio y el garaje. Había que saber si había portero, su horario, si había cámaras de seguridad e incluso estudiar los movimientos del resto de vecinos para ver los posibles riesgos. Hay garajes que son auténticas fortalezas, en ese caso hay que descartar el robo e ir a otro menos arriesgado».

¿Y el antirrobo?
«Prácticamente todos los antirrobos pueden ser manipulados. Por supuesto, los de pinza de disco no valen para nada ya que la moto te la puedes llevar sin problemas. Si tienen cadena y está atada a algún sitio la cosa se complica pero según en que casos se puede cortar, siempre procurando hacer el menor ruido posible. Si la moto tenía alarma, y ésta no se desconectaba fácilmente había que descartar el robo. Normalmente la gente es bastante confiada al dejar la moto aparcada en el garaje porque muchas están sin ningún tipo de protección, algunas incluso no tienen ni bloqueada la dirección».

¿No se robaban motos en la calle?
«Claro que sí. Solo que se corren más riesgos. A diferencia de lo que se puede pensar, en ocasiones es más fácil y seguro llevarse una moto a plena luz del día en una zona concurrida que de madrugada en un lugar desierto, ahí levantas más sospechas. En la calle las motos tienen menos protección, se utilizan sobre todo antirrobos de pinza de disco, con lo que el proceso de meter la moto en la furgoneta es rápido y sencillo».

¿Qué se hace con las motos robadas?
«O se desmontan ese mismo día y se venden por piezas o se venden tal cual. Pero eso ya no era cosa nuestra, tras robarlas las llevábamos a una nave, cobrábamos por cada una y no preguntábamos».

¿Cuánto cuesta una moto robada?
«Nos pagaban unos 400 euros por moto, aunque dependía del modelo y de la complicación de su robo. La gente que compra motos robadas no paga mucho, más o menos vienen a costar la mitad que si se vendiera en el mercado de segunda mano».

¿Quienes las compran?
«Si son por piezas: desgüaces, talleres, equipos de competición y particulares que quieran ahorrarse un buen dinero en componentes. A veces las piezas se mandan a otros países como Marruecos. Las motos enteras las suele comprar aquel que disponga de un chasis con documentación, solo tiene que borrar el número de bastidor y poner el que tiene legal o la otra opción es quitarle las piezas a la moto robada y ponerlas en el chasis legal o documentado. Estos suelen ser los robos por encargo o ‘a la carta’».

¿Cómo se elige una moto?
«Nos daban una lista con modelos, normalmente deportivas, las más fáciles de ‘colocar’».

¿Nunca os pillaron?
«A mí no, pero a punto, varias veces. De hecho, lo acabamos dejando porque tarde o temprano íbamos a ‘caer’ ya que el volumen de robos iba aumentando a medida que pasaba el tiempo y no surgían complicaciones. Al poco de dejarlo, hubo una operación policial importante al descubrir dónde guardaban las motos robadas, algunos de los que conocíamos fueron detenidos. No he vuelto a saber nada de ellos».

¿Qué tipo de precauciones tomabais?
«No entrábamos en casas o garajes vigilados, con cámaras o que estuvieran cerca de edificios oficiales o cerca de comisarías. Se buscaban sitios que tuvieran buena comunicación y fácil escapatoria para salir a carretera. Se evitaba el centro de Madrid. En ocasiones dábamos dos o tres «palos» seguidos en una misma noche y luego estábamos una temporada sin hacer nada».

¿Qué es lo más disuasivo para un ladrón?
«Echan mucho para atrás las alarmas,  según en qué situaciones. Hay algunas fáciles de desconectar, otras no. En la época en la que robaba motos no existían, pero supongo que los nuevos sistemas de anclaje que tienen algunos instalados en sus plazas de garaje en los que queda la moto fijada a una estructura y ésta al suelo, no deben ser fáciles de «meter mano».

¿Alguna anécdota curiosa?
«Muchas. Una vez nos llegaron a ofrecer mucho dinero por recuperar una moto. Era una Ducati muy querida por su dueño. Estuvimos a punto de devolvérsela, pero no lo hicimos por miedo a que nos estuviera esperando la policía, al final el tio se movió tanto que creo que la acabó recuperando».

¿Lo volverías a hacer?
«Solo por necesidad».

 

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